"ventana abierta"
Jack y los fríjoles
mágicos
Antiguo
cuento de hadas inglés – versión escrita e ilustrada por Leanne Guenther
Había una vez una
viuda y su hijo Jack, que vivían en su pequeña granja en el campo.
Cada día, Jack ayudaba a su madre con las tareas – cortaba leña,
desherbaba la huerta y ordeñaba la vaca. Pero a pesar de todo su arduo
trabajo, Jack y su madre eran muy pobres y apenas tenían el dinero suficiente
para alimentarse.
- "¿Qué haremos, que haremos?" dijo la viuda un día de primavera.
“¡No tenemos dinero suficiente para comprar las semillas para la granja este
año! Tenemos que vender nuestra vaca Bess y con el dinero compraremos
suficientes semillas para sembrar una buena cosecha.”
- "Está bien, madre," dijo Jack, "hoy es día de
mercado. Iré al pueblo a vender a Bessy."
Así que Jack tomó el cabestro de la vaca en su mano, caminó atravesando la
reja de la huerta y se dirigió hacia el pueblo. No había ido muy lejos
cuando se encontró con un anciano de apariencia un poco extraña que le dijo:
- "buenos días, Jack."
- "Buenos días a ti," dijo Jack, preguntándose cómo el anciano
sabía su nombre.
- "¿A dónde vas esta hermosa mañana?" preguntó el hombre.
- "Voy al mercado a vender nuestra vaca Bessy."
- “¡Qué hijo tan colaborador eres!” exclamó el hombre, “tengo una oferta
especial para un chico tan bueno como tú.”
El pequeño anciano miró alrededor para asegurarse de que nadie estuviera
mirando y luego abrió su mano para mostrarle a Jack lo que tenía.
- “¿Fríjoles?” preguntó Jack, luciendo un poco confundido.
- “Tres semillas de fríjoles mágicos para ser exactos, jovencito.
¡Una, dos, tres! Son tan mágicas que si las siembras por la noche, en la
mañana crecen hasta el cielo,” prometió el extraño hombrecito, “y como eres tan
buen chico, son todas tuyas a cambio de esa vieja vaca lechera.”
- "¿En serio?" dijo Jack, "y ¿estás bien seguro de que son
mágicos?"
- "¡Claro que lo estoy! Y si no resulta ser verdad puedes volver a
llevarte tu vaca."
- "Suena justo," dijo Jack.
Mientras le entregaba el
cabestro de Bessy, puso los fríjoles en su bolsillo y se dirigió a su casa para
mostrarle a su madre.
- "¿Regresaste tan pronto, Jack?" preguntó su madre; "veo que
no tienes a la vieja Bess – la vendiste tan rápido. ¿Cuánto te dieron por
ella?"
Jack sonrió y puso la mano en su bolsillo.
- "Sólo mira estos fríjoles,
madre; son mágicos, siémbralos por la noche y----"
- "¡Qué!" gritó la madre de Jack. "¡Oh, chico tonto! Cómo pudiste
regalar nuestra vaca lechera por tres míseros fríjoles.”
Y luego hizo la peor
cosa que Jack la había visto hacer – estalló en llanto.
Jack subió corriendo las escaleras hacia su pequeña habitación en el ático,
estaba tan triste, y lanzó los fríjoles con furia a través de la ventana
pensando, “Cómo pude haber sido tan tonto – he roto el corazón de mi madre.”
Después de dar muchas vueltas en la cama, Jack finalmente se quedó dormido.
Cuando Jack se despertó a la mañana siguiente, su habitación parecía
extraña. El sol iluminaba parte de ésta como lo hacía normalmente, pero
el resto estaba muy oscuro y con sombras. Así que Jack se levantó de un
salto, se vistió y caminó hacia la ventana. Y ¿Qué crees que vio?
Los fríjoles que había lanzado por la ventana hacia la huerta habían brotado y
se habían convertido en una gran planta de fríjoles que subía y subía hasta
alcanzar el cielo.
Usando las hojas y las enredaderas retorcidas como si fueran peldaños de una
escalera, Jack trepó y trepó hasta que finalmente alcanzó el cielo. Y
cuando llegó allí encontró un ondulado camino largo y ancho entre las nubes que
llevaba a un alto castillo en la distancia.
Jack corrió por el camino hacia el castillo y tan pronto llegó a él, la puerta
se abrió para revelar una horrible giganta, con un inmenso ojo en medio de su
frente.
Tan pronto como Jack la vio, se volteó y salió corriendo, pero ella lo
atrapó y lo arrastró dentro del castillo.
- "No estés tan apurado, estoy segura de que a un chico como tú que
está creciendo le gustaría un desayuno grande y delicioso," dijo la mujer
grande y alta, "hace tanto tiempo que no preparo un desayuno para un
chico.”
Bueno, la giganta no era mala después de todo – aun cuando era un poco
extraña. Llevó a Jack a la cocina y le dio un pedazo de queso y un vaso
de leche. Pero Jack sólo había comido un poco cuando ¡pum!
¡pum! ¡pum! La casa entera comenzó a temblar con el ruido de
alguien que se acercaba.
- "¡Por Dios! Es mi esposo," dijo la giganta retorciendo sus
manos, "¿Qué voy a hacer por todos los cielos? No hay nada que más le
guste que los chicos asados sobre tostadas y ya no me queda pan. Oh,
querido, no debí haberte dejado quedar a desayunar. Ven rápido y métete
allí."
Y apuró a Jack para que entrara a una gran olla de cobre que estaba
al lado de la estufa.
Justo entonces su esposo, el gigante, entró en la cocina y dijo:
- "Estoy listo para el desayuno – tengo
tanta hambre que podría comer tres vacas. Ah, ¿qué es ese olor?
Fi-fa-fo-fum,
Huelo la sangre de un niño inglés,
Esté vivo o esté muerto
Moleré sus huesos para hacer mi pan.
- "Tonterías, cariño," dijo su esposa, "no hemos tenido
ningún niño desayunando hace años. Ahora ve y aséate y cuando regreses tu
desayuno estará listo."
Así que el gigante se fue a arreglarse .
Jack iba a salir a correr cuando la
mujer lo detuvo.
- "Espera hasta que se duerma," le dijo, "siempre
duerme la siesta después del desayuno."
Jack se asomó desde la olla de cobre justo cuando el gigante regresó a la
cocina cargando una canasta llena de huevos de oro y una gallina blanca de
apariencia enfermiza. El gigante pinchó a la gallina y gruñó, “a poner” y
luego la gallina puso un huevo de oro y el gigante lo metió en la canasta.
Después de su desayuno, el gigante fue al closet y sacó un arpa de oro con
el rostro de una joven triste. El gigante pinchó el arpa y gruñó, “a
tocar” y el arpa comenzó a tocar una canción suave mientras su hermoso rostro
cantaba una canción de cuna. Luego el gigante comenzó a cabecear y a
roncar hasta que la casa se sacudió.
Cuando estaba seguro de que el gigante estaba dormido, Jack trepó saliéndose de
la olla de cobre y comenzó a caminar de puntillas saliendo de la cocina.
Justo cuando estaba a punto de irse, escuchó el sonido del llanto de la joven
arpa. Jack se mordió los labios, suspiró y regresó a la cocina.
Tomó a la gallina enfermiza y al arpa cantante y comenzó a salir nuevamente
caminando de puntillas.
Pero esta vez la gallina cacareó, lo que despertó
al gigante, y tan pronto como Jack salió de la casa escuchó que el gigante
decía:
- "Esposa, esposa, ¿qué has hecho con mi gallina blanca y mi arpa
dorada?"
Jack corrió tan rápido como pudo y el gigante, al darse cuenta de que lo habían
engañado, se apuró a seguirlo – alejándose del castillo y bajando por el ancho
y largo camino. Cuando llegó a la planta de fríjol, el gigante estaba sólo
a veinte yardas de distancia cuando de repente vio que Jack desapareció –
confundido, el gigante echó un vistazo a través de las nubes y vio a Jack
bajando para salvar su vida.
- El gigante pisoteó y rugió furioso.
Fi-fa-fo-fum,
Huelo la sangre de un niño inglés,
Esté vivo o esté muerto
Moleré sus huesos para hacer mi pan.
El gigante se descolgó bajando por la planta de frijol, la cual tembló con
su peso. Jack se escurrió, se deslizó y bajó por la planta de frijol tan
rápido como pudo, y el gigante bajó tras él.
Cuando se aproximaba al suelo, Jack gritó:
- "¡Madre! ¡Por favor!
Apresúrate, tráeme un hacha, tráeme un hacha."
Y su madre salió de la casa
corriendo con el hacha de Jack de cortar madera en su mano, pero cuando llegó a
la enorme planta de frijol se quedó paralizada del miedo.
Jack bajó de un salto, tomó el hacha y comenzó a cortar la planta de
fríjol. Por fortuna, y debido a todas las tareas que había realizado
durante años, se había vuelto bastante bueno en cortar y no le tomó mucho
tiempo cortar lo suficiente de la planta de frijol para que ésta comenzara a
tambalear. El gigante sintió como se sacudía y temblaba la planta de
frijol así que se detuvo a ver qué era lo que sucedía. Luego Jack dio un
último golpe con el hacha, y la planta de fríjol comenzó a venirse abajo.
Luego el gigante cayó y se rompió la coronilla, y la planta de fríjol se
derrumbó encima.
El arpa cantante agradeció a Jack por rescatarla del gigante – odiaba estar
encerrada en el closet todo el día y toda la noche y lo único que quería era
sentarse en la ventana de la casa de la granja y cantar a los pájaros y a las
mariposas bajo los rayos del sol.
Con un poco de paciencia y la ayuda de su madre, no le tomó mucho tiempo a Jack
lograr que la gallina enfermiza se recuperara y la agradecida gallina continuó
poniendo un huevo de oro cada día.
Jack usó el dinero que obtenía de vender los huevos de oro para volver a
comprar a la vieja vaca Bess, comprar semillas para la cosecha de primavera y
para arreglar la finca de su madre. Y hasta le sobró lo suficiente como
para invitar a todos sus vecinos a compartir una buena cena, acompañada por la
música del arpa cantante.
Y Jack, su madre, la vieja vaca Bess, el arpa de oro y la gallina blanca
vivieron felices para siempre.
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