"Ventana abierta"
La bondad es una de
las cualidades humanas que mejor reflejan la esencia humana, pues la persona
bondadosa es consustancialmente buena, benigna y benévola, y a veces se la
relaciona con la amabilidad. Es la inclinación a hacer el bien, e implica
afecto hacia el prójimo, condescendencia, comprensión de los demás.
Los mejores seres humanos suelen ser bondadosos, de ahí que iniciar a los
niños en las conductas bondadosas desde una temprana edad es uno de las tareas
más importantes de la educación para la paz, la educación moral, y la educación
en su sentido más general.
El niño aprende a ser bondadoso en primer lugar por el modelo que le
ofrece el adulto, y en segundo término por la realización de acciones que
lleven implícitos comportamientos bondadosos, así comprende que lo mejor es
ayudar, comprender y cooperar, en lugar de agredir, arrebatar o maltratar. Los
modelos adultos pueden ser los cercanos, o aquellos que se muestran en los
distintos medios de difusión masiva: la televisión, el cine, los vídeos. Más adelante
la literatura va a cobrar un papel importante en este desarrollo.
La bondad puede enseñarse de muchas formas distintas y en muchos
contenidos diferentes, y el niño puede aprender a ser bondadoso con sus
iguales, con los adultos, con los animales, incluso con aquellos a quienes no
conoce.
El centro infantil debe ser un lugar en el que las conductas bondadosas
tengan una máxima expresión, pues ello contribuye a que los niños se sientan
atraídos a repetir esas conductas que observan en todos los que los rodean.
“El otro rey”
Pues cuentan que había una vez un rey que vivía
en un castillo muy hermoso, que siempre estaba de mal humor. Un día en que la
lluvia caía sin cesar sobre el desolado jardín del inmenso castillo, el rey se
encontraba observando a los pájaros asustados escondiéndose debajo de los
cobertizos para guarecerse de la lluvia, y aquello le molestó mucho porque
seguramente aquellos pajarracos le iban a ensuciar los cobertizos.
Malhumorado como estaba llamó a un criado y le
dijo:
- “Vaya inmediatamente a los cobertizos y écheme
a todos los pájaros que encuentre allí ¡Ah! Y me trae a uno para darle un
escarmiento.”
Temblando, porque sabía el carácter del rey, el
criado salió corriendo, y al poco rato una nube de pájaros salió en desbandada
del cobertizo. Poco después el criado le traía al rey un cuervo, que de lo
mojado que estaba casi ni podía mover las alas.
- “¡Ah, malandrín! exclamó el rey, ¡Daré un
escarmiento contigo!” Te voy a cortar las alas para que nunca más puedas volar
a mi cobertizo.
- “No importa lo que me hagas” contestó el
cuervo, “Mi otro rey me ayudará para que mis alas crezcan de nuevo.”
“¿De qué otro rey hablas, pajarraco? Aquí no
hay más que un rey, ¡y ese soy yo!
- “Te equivocas, dijo el pájaro, en lo más
profundo del Bosque Umbroso vive el Rey Bondadoso, que reina con cariño y
respeto en toda esa comarca.”
- “¿Otro rey? ¡Pues mandaré mis ejércitos a que
lo pulvericen! ¡Aquí no hay más rey que yo!
- “Pues si mandas a tu ejército, seguro que lo
perderás, porque todo animal del bosque, todo árbol del camino, todas las hadas
y los duendes del bosque, harán perder el rumbo a tus soldados, y se perderán
para no regresar nunca jamás.
Y el rey, que era hosco y malhumorado, pero no
torpe, se dio cuenta de la verdad de lo que decía el cuervo, porque cada vez
que algún soldado había ido en son de guerra al bosque, jamás había regresado.
Por eso decidió disfrazarse de labriego, e ir
él solo al bosque a buscar al otro rey, porque aunque hosco y malhumorado,
tampoco era cobarde. Y cuentan que anduvo días y días, y no encontraba al otro
rey, hasta que desfallecido por el hambre y la sed, se desmayó.
¡Y cuál no sería su sorpresa cuando al
despertar se encontró en la cabaña que parecía de un leñador, por las enormes
hachas que colgaban de las paredes! El rey se atemorizó un poco, pero luego
pensó que si nada le había pasado ya, no le iba a suceder ahora.
En eso que entra en la cabaña un leñador
enorme, que sonriente, le pregunta:
- “¿Se encuentra bien amigo? Hace dos días que
dormía, estaba usted muy cansado, ¿qué hacía por estos parajes tan profundos?”
- Pues busco al rey que dicen que vive por aquí,
pero por más que traté no pude encontrarle, hasta que desfallecí.
- “Pues, quédese usted recuperándose, y cuando ya
tenga fuerzas, siga buscando a ese rey que dice que vive por aquí.”
Los días pasaron, y el leñador, que era un
hombre muy bondadoso, compartió con el rey su comida y su techo, hasta que éste
se puso mejor. El rey, muy a su pesar, se sentía muy agradecido de aquel
hombre, que sin conocerle le había ayudado tanto. Incluso hasta le propuso que
se fuera con él, para que pudiera tener una mejor vida fuera del bosque.
- “¿Fuera del bosque? Aquí tengo lo que
cualquiera puede desear: todos los animales y árboles son mis amigos, las
personas que vienen y van también, aquí vivo libre y feliz.
El rey pensó que la lógica del leñador no era
mala, cuando en eso, que de pronto aparece volando el cuervo del cobertizo, que
al ver al rey se pone a gritar:
- ¡Ese es el rey que me quería cortar las alas! Y
dirigiéndose al leñador le grita: ¡Mi rey! ¡hay que castigarlo!
El primer rey se quedó estupefacto. ¡Así que
aquel leñador era el otro rey! Y él solo sin su ejército allí.
- “No cuervo” contestó el rey-leñador, “Hacer
daño no trae consigo bien. Dejemos que el rey se vaya hacia su castillo, pues
la bondad es la mejor de las cualidades del hombre.
Y cuentan que el rey real se sintió tan
apenado, y aprendió tan bien su lección, que a partir de ese momento cambió su
comportamiento con los súbditos y se volvió un rey bondadoso, tanto, que la
gente de la comarca le empezó a querer mucho.
Pero dicen que de vez en cuando, y cuando nadie
lo sabía, se iba unos días al bosque a conversar con el otro rey, que sin castillo
y sin ejército, y tan sólo por su bondad, reinaba en todo aquel lugar.