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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 30 de marzo de 2014

VIVAMOS COMO HIJOS DE LA LUZ. El ciego de nacimiento.

"Ventana abierta"

VIVAMOS COMO HIJOS DE LA LUZ
El ciego de nacimiento.
sábado, 29 de marzo de 2014


 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.  Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»  Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.  «Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo.

Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»  Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»  Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»  Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: `Vete a Siloé y lávate.' Yo fui, me lavé y vi.»  Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» Él respondió: «No lo sé.»  Lo llevan a los fariseos al que antes era ciego.

Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.  Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»  Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?» Y había disensión entre ellos.  Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»

No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»  Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.  Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.»  Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.  Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»

Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.»  Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.»  Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?»  Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?»  Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.»  El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.  Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.  Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»  Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.

Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»  Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»  Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es».  Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.» Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es que también nosotros somos ciegos?»  Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: `Vemos', vuestro pecado permanece.» (Jn 9,1-41)


LA IMAGEN QUE DE DIOS TENEMOS: A Dios lo conocemos de manera muy defectuosa porque, de entrada, nuestros modelos de conducta son los humanos y se los aplicamos a Dios. En el A.T. Dios castiga, se enfada, se venga (pese a que ya los profetas hablan de un Dios madre que siente ternura por su hijo rebelde) y en ese contexto los contemporáneos de Jesús entendían que toda enfermedad o desgracia era una castigo de Dios. No es que no se hable en el A.T. de la Misericordia de Dios pero había una especie de selección – igual que hacemos ahora- y la gente interiorizó más el aspecto que más“podía entender”: que Dios, como ellos, se enfadaba y castigaba.

Un ciego de nacimiento hace plantear la pregunta: ¿quién hizo el mal…porque si ya nació ciego…no tuvo tiempo de pecar, debieron ser sus padres, quizá? Con esta pregunta podríamos plantearnos qué imagen tengo yo de Dios. Porque hoy se sigue diciendo “parece un castigo de Dios” “esto no tiene perdón de Dios”…frases que hemos heredado, sí, pero que nos alejan del Dios de Jesús.


EL BARRO. Hay una insistencia machacona en el barro. Jesús quiere servirse de elementos pobres para hacer el bien. Hay una clara alusión a la materia del sacramento pero también nosotros somos barro que, en manos de Jesús, podemos llevar a otros la Luz. Lo pequeño agrada a Dios. Y lo despreciable, como el barro, es instrumento de salvación.


LA DIVISIÓN. El milagro de Jesús provoca una tremenda división en la comunidad. A priori, antes del milagro, hay quien está abierto a la Verdad y hay quien cree ya poseerla: ese nunca la descubrirá. Porque la Verdad, como  la Luz, es libre y soberana, inaprensible. Nunca poseemos la Verdad, sólo podemos dejarnos poseer por ella. Por lo mismo, nunca conoceré a Jesús del todo pero sé que Él me conoce y me ama. La acción de Jesús sigue poniendo de relieve lo que hay en el corazón de la persona. Como el cuchillo que corta una manzana hermosa a la vista: pese a las apariencias algunas están podridas por dentro y eso no es culpa del cuchillo. Si me dejo, Jesús ha venido a enfrentarme con mi propio corazón para que pueda llegar a mi verdadera identidad y decir: “soy yo”. El ciego era antes un ciego. Ahora es él mismo. Jesús lo ha liberado.


EL TESTIMONIO. Reencontrado con él mismo, el ciego da testimonio. No sabe aún quién es Jesús pero su corazón se ha apegado ya a la Verdad. Está pues a punto para el encuentro definitivo porque sin amor incondicional a la Verdad no hay camino hacia Dios. El reconocimiento es paulatino y todo un programa de acción pastoral:

Primero reconoce su dignidad, su valor como persona: soy yo. Después ve en Jesús un Profeta pero no sabe dónde está. Pero ya está dispuesto a ser su discípulo y da testimonio de la Verdad, lo cual le vale la expulsión de la sinagoga. Finalmente Jesús le sale al encuentro y él, como María, hace su pregunta. Sólo después su corazón se rinde y adora a Jesús en quien ya cree como Señor.  También nosotros seguimos un proceso en ese seguir a Jesús y sería bueno preguntarnos, de vez en cuando, dónde estamos. ¿Dónde estoy en mi camino de fe?


LOS PADRES. En medio del alboroto, los padres, llamados a declarar, tienen miedo. No quieren ser expulsados de la sinagoga. Pero lo que dicen debería ser lo que todo padre que ha educado a su hijo en la fe puede llegar a  decir: Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo. Siempre me ha parecido este el proceso que va del bautismo a la confirmación. En el primero, padres y padrinos responden por el niño. La confirmación debería ser la vivencia personal, el encuentro transformador con Jesús y el poder dar razón personalmente de la fe recibida en familia.


LA SENTENCIA DE JESÚS.”Como decís: `Vemos', vuestro pecado permanece”. Sólo quien cree que tiene ya la Luz se cierra a Ella. Hace falta reconocerse pecador para entrar en la Salvación, hace falta saberse enfermo para pedir salud. Ningún pecado nos aleja de Dios, sólo la soberbia le cierra el paso.

Este evangelio es una profunda catequesis bautismal que presenta a Jesús Luz del mundo y del catecúmeno que, paso a paso, llega a postrarse ante Él y adorarlo como Dios. Pidamos a Dios la gracia de la conversión y vivamos como “hijos de la luz”.

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