AMÉRICA NUESTRA
4 - Marzo - 2012.
P. Francisco J.
Rodríguez Fassio
Hoy la Iglesia española
celebra el Día de América o Hispanoamérica, una ocasión donde lo que se trata
es de darnos cuenta y hacernos conscientes de toda esa inmensa cantidad de
personas que rezan a Dios en español.
Este año además tiene
una significación especial esta Jornada.
Por una parte se celebran los 500 años de aquel
famoso de Antonio Montesinos, el dominio que en la isla “La Española”, la
actual República Dominicana, arropado por su comunidad, denunció el trato
vejatorio e inhumano que los españoles hacían a los nativos, de aquel
sermón nació desde la figura de
Bartolomé de las Casas, hasta la reflexión de la Escuela de Salamanca sobre “Los
Derechos Humanos y el Derecho Internacional”, como “Las Nuevas Leyes de Indias”.
También se cumplen este
año los 200 de la proclamación de la 1ª Constitución Española: “La Constitución
de Cádiz”, conocida simpáticamente como: “La Pepa”, porque fue promulgada el
día 18-19 de Marzo de 1812. En ella, en su artículo primero dice:
“LA NACIÓN ESPAÑOLA ESTÁ
COMPUESTA POR ESPAÑOLES DE AMBOS HEMISFERIOS”. Es decir, se entendía que no
había, digamos, españoles solamente aquí en Europa y los otros eran colonos,
eran españoles de segunda fila, sino que, especialmente la nación española se
componía de todas las personas españolas, que vivían tanto a un lado como a
otro.
Y en tercer lugar,
también este año es especialmente significativo con Hispanoamérica, por el
próximo viaje del 23 al 29 de este mes de marzo, que el Papa Benedicto XVI va a
hacer por México y por Cuba, donde, por una parte son naciones profundamente
católicas y de tradición católica, pero por circunstancias políticas, sociales,
históricas, etc, su relación con el cristianismo, su relación con la Iglesia,
no siempre es fácil ni fluida.
Bien, ¿qué poder decir en
este día de la Jornada de Hispanoamérica?
Quizás los españoles
tenemos la mentalidad de que nosotros siempre somos los que hemos y seguimos
dando la fe a los demás y que no tenemos nada que recibir de los otros.
Es cierto que la fe
cristiana se implantó en América, gracias al esfuerzo de los misioneros que
vinieron a España, con sus luces y con sus sombras como todo hecho histórico,
que por desgracia no podemos corregir en lo negativo, pero sí aprender siempre
de lo positivo.
Todavía hay muchos
sacerdotes, muchos religiosos, muchos seglares españoles que están allí
predicando el Evangelio, pero ahora de una manera especial también tiene una
reciprocidad, un camino de vuelta.
Esto me recuerda a
aquello que se dice en el cante flamenco, que hay cantes de ida y vuelta,
formas musicales españolas, que se trasladan a América, y allí cogen, pues la
esencia, los sabores, las melodías, la influencia de los cantes americanos y
vuelven otra vez aquí a España, a Europa, adaptándose otra vez aquí, viviéndose
desde el genio nuestro, es como si el arte tuviese esa capacidad de ir y de
venir enriqueciéndose siempre; pues la fe es exactamente lo mismo.
Nosotros hemos vivido la
fe y hemos querido transmitirla, pero en América la fe se vive, se siente, se
experimenta, se celebra con su genio propio; y ahora esa fe vuelve a través de
sus creyentes, a Europa.
Ya, por ejemplo, es
bastante frecuente encontrarse con personas hispanoamericanas: sacerdotes,
religiosos, seglares en nuestras parroquias, atendiendo a la pastoral o
formando parte de nuestros conventos o de nuestras comunidades; y no son
simplemente una copia de lo nuestro, sino realmente una manera nueva que nos
enriquece mucho: en frescura litúrgica, en sentimiento, de un sentido religioso
más profundo, más espontáneo. Quizá nosotros los europeos, no hemos perdido la
sensibilidad religiosa, como se pierden habilidades y hay que recuperarlas al
contacto de otros hermanos y hermanas nuestras que están como más abiertos, más
sensibles, más capacitados para todo ello. No se trata ni de que ellos nos
copien, ni nosotros copiar, sino ese intercambio fecundo que da la vida cuando
se comparte, se celebra junto, se cree y se vive junto.
A veces se dice, que la
fe, por desgracia, sirve para levantar murallas, nos hacemos tan celosos de lo
nuestro, y tan diferentes de los demás, que parece que la fe fuera como un bunquer,
y sin embargo la fe lo que tiene es que construir puentes y hacer carreteras
como ha sido siempre, para permitirnos no cerrarnos el pecho, sino abrir los
brazos.
Aprendamos unos de otros
y de todo el mundo; pero aprendamos especialmente, de aquellos que rezan en
español, como nosotros, a vivir en nuestra fe, de esta manera una corriente de
vida, una corriente de frescura, una corriente de vitalidad, también animará a
nuestras viejas cristiandades europeas.
Buenos días amig@s.
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