"ventana abierta"
7/2/2014
El próximo 2 de marzo se celebra el Día de Hispanoamérica con el lema “La
alegría de ser misionero”, promovido por la Comisión Episcopal de Misiones
de la Conferencia Episcopal y por la OCSHA, la Obra de Cooperación Sacerdotal
Hispanoamericana,
Esta es una jornada en la que las Iglesias Latinoamericanas y de España se
unen para esta misión de comunión, colaboración y solidaridad entre estos
pueblos y naciones hermanos. También es una oportunidad para recordar a todos
los misioneros españoles en América Latina.
“Es el lugar donde hay más misioneros españoles, como parece lo más lógico,
porque nos sentimos más obligados con ellos: son a los que les llevamos el
Evangelio y ahora no podemos ni queremos dejar de mantenerlo vivo. También les
transmitimos nuestra lengua y nuestra cultura, que la han hecho suya, por lo
que nos sentimos más unidos y más cercanos a sus vidas”, explican desde la
delegación de misiones de Madrid, diócesis en la que se da especial relevancia
a esta campaña.
Este año, se ha elegido el lema: “La alegría de ser misionero”. La
influencia del Papa Francisco ha sido decisiva en la elección de este lema y su
Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, un manual de evangelización y de
despertar a la alegría de anunciar la buena noticia entre quienes no la
conocen.
“Debemos ser conscientes de que nuestros hermanos creyentes que viven en
aquellas tierras permanecen fieles al Señor y a la Iglesia gracias a los
sacerdotes, seglares, religiosos y sobre todo religiosas, que están con ellos.
Nuestra aportación, nuestra oración, nuestro recuerdo no puede ser sólo por lo
que hicieron los primeros evangelizadores de aquellas tierras, hoy, ahora, hay
misión, se hace misión, se vive la misión. Y nosotros también nos debemos
sentir implicados”, añaden.
La diócesis de Madrid cuenta con 451 misioneros en Hispano-América. De los
cuales 64 son sacerdotes incardinados en esta diócesis. Allí atienden
parroquias, hospitales, son rectores o directores espirituales de seminarios,
capellanes de universidad… donde la Iglesia local les ha pedido que se
entreguen y sirvan a las comunidades.
Hoy, al
participar en la eucaristía, nos unimos a la Iglesia en el agradecimiento a
Dios por el don de los nuevos santos, Juan XXIII y Juan Pablo II. Ellos, con su
testimonio de vida y sus palabras, nos han indicado el camino que lleva a Dios.
Nosotros, además de imitar su ejemplo, acudiremos a su intercesión para que el
Señor siga bendiciendo a su Iglesia. Juan Pablo II quiso que el II Domingo de
Pascua fuera el Domingo de la Divina Misericordia. Después de haber vivido la
celebración del Misterio Pascual, nos disponemos a experimentar en nosotros la
riqueza insondable de la Misericordia divina para nosotros y para la humanidad.
En España,
además, celebramos la Jornada de Vocaciones Nativas. Es una ocasión para dar
gracias a Dios por estas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que Él
suscita en los territorios de misión, así como para colaborar en su formación
mediante la oración y la ayuda económica.
El Evangelio
muestra los tres regalos que Cristo ofrece a la comunidad de los creyentes:
el Espíritu
Santo, el perdón de los pecados y la misión.
Regalos que,
en el día de hoy, se actualizan con la canonización de Juan XXIII y de Juan
Pablo II. Ellos siguieron, por vocación, a Jesús, quien les llamó a confirmar a
sus hermanos en la fe y a anunciar la buena nueva del Evangelio por el mundo.
Por esos les reconocemos “misioneros por vocación”, como dice el lema de la
Jornada de Vocaciones Nativas.
El don del
Espíritu está esencialmente vinculado con el don de la paz y, por tanto, con el
perdón de los pecados, que Jesús entrega a los apóstoles: “A quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. La auténtica paz ahonda sus
raíces en la purificación de los corazones, en la reconciliación con Dios, con
los hermanos y con toda la creación. Esta reconciliación es obra del Espíritu.
Con razón, por tanto, el sacramento de la reconciliación es un inestimable
regalo pascual de Jesús.
El don de la
misión universal es confiado a los apóstoles y a sus sucesores: “Como el Padre
me ha enviado, así también os envío yo”. Son palabras que vinculan para siempre
la misión de la Iglesia con la vida de la Trinidad, porque el Hijo es el
misionero enviado por el Padre para salvar al mundo, por el amor.
Gracias a la
fidelidad de tantos misioneros, hoy Dios suscita numerosas vocaciones en el
seno de las comunidades cristianas nacientes, para el servicio de la Iglesia y
de la humanidad.
Tomás quiso
meter su mano en la herida del Corazón de Cristo, el habitáculo íntimo de la
Iglesia. Ese Corazón es el santuario de la Divina Misericordia. “El culto a la
Misericordia divina no es una devoción secundaria, sino una dimensión que forma
parte de la fe y de la oración del cristiano” (Benedicto XVI, 23-4-2006). “La
tierra está llena de miseria humana, pero está rebosante de la misericordia de
Dios” (san
Agustín).
La respuesta
agradecida a Dios Resucitado, que derrama su misericordia con la humanidad, se
transforma en compromiso de colaboración con los seminarios y noviciados en los
territorios de misión, para que estas vocaciones sigan el ejemplo de los nuevos
santos Juan XXIII y Juan Pablo II.
Oración de los fieles
Como los
primeros cristianos, que eran constantes en la oración, imploremos la Misericordia
divina para su Iglesia y para la humanidad
Por la
Iglesia universal, por el papa Francisco y el Colegio episcopal, para que, siguiendo
el ejemplo de Juan XXIII y de Juan Pablo II, anuncien el Evangelio al mundo
entero.
Roguemos al
Señor
.
Por las
comunidades cristianas, para que sean constantes en la oración y en la escucha
de la Palabra de Dios y compartan con los demás los dones recibidos.
Roguemos al
Señor
Por las
vocaciones al sacerdocio que Dios suscita en los territorios de misión, para que
sean fieles a la llamada y estén dispuestas a servir a la Iglesia en los
lugares donde aún no es conocido el Evangelio.
Roguemos al
Señor
Por los
novicios y novicias, que se están iniciando a la entrega radical de sus vidas según
el carisma de su vocación, para que no les falten los recursos necesarios para su
formación.
Roguemos al
Señor
Por los
enfermos, los necesitados y los excluidos, para que encuentren en el seno de
las comunidades cristianas las ayudas necesarias, y descubran en estos gestos
de fraternidad la imagen de la
Misericordia divina.
Roguemos al
Señor
Por
nosotros, que estamos participando en la eucaristía, para que vivamos la experiencia
de salir al encuentro de los demás, haciéndoles partícipes de la alegría de habernos
encontrado con el Resucitado.
Roguemos al
Señor
Acoge,
Padre, nuestra plegaria, que ponemos en tus manos por la intercesión de los
santos Juan XXIII y Juan Pablo II, por Jesucristo nuestro Señor.
Domingo 2: 8º del Tiempo Ordinario. DÍA DE HISPANOAMÉRICA.
José Julio Martínez
¡Señor, que yo te mire! Son tan bellas
las cosas bajo el sol, tan atractivas,
que mis ojos, si Tú no los cautivas,
se quedarán sin luz por ir tras ellas.
¡Señor, que yo te ame! En las estrellas
más claras, en las cumbres más altivas,
en el mar, en las fuentes siempre vivas,
busqué el amor, más sólo hallé sus huellas.
Mirarte, amarte..¡qué locura fuera
mi petición, si yo sólo supiera
que Tú eres Dios, y yo nada y pecado!
Mas sé también que por salvarme mueres,
y muriendo me miras, porque quieres
que yo te mire y quede enamorado.
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