La gente -escucharemos hoy- buscaba a Jesús deseosa de escucharle, hambrienta del Pan que Él les daba.
Al reunirnos aquí, venimos también nosotros buscando a Cristo, Palabra de Vida".
Homilía
D. Manuel González López. Capellán del Monasterio de las Hnas Clarisas.
"En los días de retiro que solemos dedicar anualmente al silencio, al descanso, a la lectura, a la oración..., y como siempre uno llena la maleta de libros -luego no sirven para nada, porque no leen todo lo que llevan ¿no?, porque se dedica a rezar, y a pasear, y a pensar, y ..., pero siempre es bueno en agosto y en julio, que tenemos menos trabajo de lo habitual, dedicar más tiempo a la lectura; costumbre que tenemos que fomentar los cristianos, la lectura, e incluso enseñar a los más jóvenes a que lean.
Pues entre los libros que me he llevado, y los que han tenido la suerte de que me han valido, había uno de un profesor mío, un antiguo profesor a quien debo mucho, el Padre Juan María Laboa, era: "Historia de la Caridad Cristiana". Interesantísimo, ¡eh!, máxime en un mundo en que la gente piensa que la Iglesia es un supermercado en lo religioso, un engañabobos, tantísima gente está en contra de la Iglesia en este momento; lamentablemente por doquier pones cadenas de televisión y, parece que todo el conjunto de males, sin mezcla de bien alguno, se da en los cristianos o en la sociedad cristiana ¿no?, esos ataques continuos, continuos..., y que haya un libro que diga: ¡Oye!, pero si los cristianos lo que han hecho durante 20 siglos, es -además de muchos pecados, y muchos desmanes, y muchas equivocaciones porque somos pecadores- hacer presente la Caridad de Cristo, ¡eh!, y hace falta alguien que haga un elenco, es decir, "mira, siglo tras siglo, tras siglo, al día de hoy muchos hombres y mujeres no viven para sí, sino para los demás".
Y este autor, el P. Laboa, lo que hace es mostrar una lista, una serie de personajes, una especie de puzle, ¡precioso!, de cómo la caridad es lo fundamental en la Iglesia. Uno tiene que sentarse tranquilamente y pasar las páginas. Hay que hacer el esfuerzo de sentarse, de rezar y de pasar las páginas, ¡eh!, para darse cuenta, de que estamos rodeados de hombres y mujeres que acentúan y que es un acicate, para que nuestra vida siga siendo una vida entregada, una vida de caridad.
Es interesante al ver la vida de los Santos y al repasar la historia de la Iglesia, que los Santos que han tenido -todos los Santos tienen que tenerla- pero los que han acentuado el aspecto eucarístico en su vida..., aquí hay una Sierva de María que viene ahora de trabajar, de cuidar a los enfermos, aquí están las Hnas Clarisas, dos vocaciones muy distintas, pero en el fondo es lo mismo, asentada sobre la Eucaristía.
Los Santos que más han asentado su vida sobre la Eucaristía, son los Santos que más han acentuado la opción preferencial por los pobres y que han vivido más profundamente la pobreza. Es increíble esto ¡eh!
Si os fijáis, en la Iglesia, los Santos que han hecho la pobreza de Jesucristo nuestro Señor, nos da libertad sobre los Santos que más se han preocupado por los pobres, porque más han bebido el Cáliz del Señor; más eucarísticos han sido, es decir, el amor, y la Eucaristía y la opción por la pobreza, el vivir la pobreza van de la mano siempre en la historia de la Iglesia.
- Santo eucarístico, Santo pobre.
- Santo eucarístico, Santo que se dedica a los pobres.
- Santo eucarístico, Santo que no tiene nada para sí, sino todo para los demás.
Es interesante ver y desgranar la historia de la Iglesia.
Aquí hay un equilibrio precioso y, este libro muestra cómo el auténtico adorador de la Eucaristía, el que celebra la Eucaristía bien, es el primero que se remanga, se remanga, para lavar los pies de los demás.
No en vano, San Juan el Evangelista -que hoy hemos escuchado- no habla de la Institución de la Eucaristía, ¡qué interesante!, el cuarto evangelista no relata el Jueves Santo, la Institución de la Eucaristía, sino que San Juan, en el lugar donde los demás evangelistas sitúan la Institución de la Eucaristía y el mandato: "Haced esto en memoria mía", en ese lugar, pone el relato del lavatorio de los pies.
Y si la Eucaristía tiene un mandato:
"Haced esto en memoria mía", haced esto, repetid esto, que sea el memorial de mí...
El lavatorio de los pies dice:
"Como yo os he lavado los pies, haced vosotros lo mismo".
Todo este año 2012 estamos leyendo los domingos San Marcos, y hoy de repente hemos hecho un paréntesis y hemos comenzado a leer San Juan.
A San Marcos le dejamos otro día contándonos que Jesús se iba a descansar, se iba de retiro, llega a la orilla del lago de Genesaret, y ve la multitud y deja el retiro a un lado, y se pone, se dedica a servirles enseñándoles. Pero el servicio que hace también Jesucristo es un gesto sublime, la multiplicación de los panes.
Este gesto va a ser explicado por San Juan, Juan va a ser el único evangelista de los cuatro, que explica por qué Cristo hace la multiplicación de los panes y de los peces, y por eso la liturgia en este año 2012 que toca a Marcos, interrumpe la lectura semicontinuada de Marcos para proponernos durante varios domingos, el famoso, el precioso, el fabuloso discurso del Pan de la Vida, donde Cristo mismo explica por qué ha multiplicado el pan, por qué ha partido el pan; porque este va a ser el signo de los discípulos, pan partido para un mundo nuevo.
Cristo sigue la dinámica de la Revelación del Padre.
Dios se revela con hechos y palabras intrínsicamente unidas, gestos y palabras.
Cristo hace el gesto, partir el pan.
Y en la sinagoga de Cafarnaúm les va a explicar qué significa con su Palabra el gesto de la fracción del pan.
Gestos y palabras intrínsicamente unidas muestran el Corazón de Cristo, muestran el Amor de Dios a los hombres.
Pero en medio de este mandato, de reiterarlo, hay dos mandatos más fundamentales que tenemos que recordar en esta homilía para centrar bien los domingos que nos esperan.
- El primero es:
"Dadles vosotros de comer".
¡Ay! y aquí lo interesante:
"Dadles vosotros de comer".
Cristo, la Palabra de Cristo en este contexto resuena con fuerza, devolviéndonos la iniciativa a nosotros.
Tanto mal que hay en el mundo, tanta desazón que hay en el mundo, tanta hambre que hay en el mundo, sería paliada si nosotros compartiéramos...
Lo que no hay en el mundo son ganas de compartir, ganas de tener compromiso de darse y de entregarse.
"Dadles vosotros de comer".
Y resonar siempre esto:
Alguien que se comprometa, alguien que obedezca, alguien que quiera cambiar la vida, alguien que quiera desfondarse, alguien que quiera hipotecarse, esos tienen que ser los cristianos.
No somos hombres de culto, o sea, venimos una hora aquí el domingo, estamos una hora juntos, y no nos volvemos a ver hasta el domingo que viene, ¡n0, no!, el culto es toda la vida.
¿Y cómo la gente sabe que damos culto a Dios y servimos a los hermanos? Porque nuestra vida está entregada.
"Dadles vosotros de comer".
- Y un mandato último no menos interesante que este:
"Recogedlo todo. Que nada se pierda".
"Recogedlo todo". Otra vez el mandato a ellos.
¡Atención! "Recogedlo todo. Que nada se pierda", es decir, hemos de trabajar por mantener la memoria, por cuidar a la gente, por ser perseverantes.
No se trata de venir a misa, ¡y ya está!, sino, "que nada se pierda", perseverar, continuar.
Cuando acompañamos a la gente al Bautismo:
¿Qué labor hacemos después de continuidad?
¿Qué apostolado continuo hacemos?
No se trata de atender a un pobre esporádicamente, sino también está el seguimiento de los pobres, ¡eh!, el cuidado con ellos, la preocupación por las familias, por sus hijos, es decir, un corazón eucarístico.
La multiplicación de los panes es una prefiguración de la Eucaristía, es para entender qué es la Eucaristía.
Un corazón eucarístico tiene que ser un corazón caritativo, porque la Eucaristía es el Amor de Dios, y al comulgar a Cristo, estamos comulgando su Cuerpo entregado y su Sangre derramada.
¡Qué interesante!, no decimos: "Esto es mi Cuerpo", sino: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros.
No decimos "Esta es mi Sangre", sino: "Mi Sangre derramada en sacrificio".
Y al comulgar decimos: "Amén", es decir entramos en comunión -común unión- con Él, para entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre.
Y yo pregunto:
¿Es eso verdad, o vamos a la comunión como si fuese pan bendito?
Todo el mundo comulga,¡eh!
¡Quiero entregar mi vida como Cristo!
De eso se trata:
¿Quiero ser obediente?
¿Estoy dispuesto a convertirme?
Esta semana que hoy empezamos nos propone una fiesta franciscana preciosa: "El perdón de Asís", el día 2 de agosto.
Yo invito a todos, estemos donde estemos, buscar una Iglesia franciscana, este mismo convento de las clarisas, cualquier sitio donde estemos, hagamos peregrinaciones a lugares franciscanos.
Francisco pidió al Papa en 1216, al Papa Honorio III, el privilegio del perdón, gratuitamente, sin hacer nada a cambio, lo que es la gracia.
Antiguamente se ganaba la indulgencia por ir a Tierra Santa, por participar en Las Cruzadas.
Francisco dice: "No, solamente con entrar en la Iglesia. Basta una condición, un corazón contrito -dice Francisco al Papa Honorio- para el que entre contrito".
Vamos a pedirle esa gracia para vivir la Eucaristía, es la gracia de esta semana, de este comienzo de semanas eucarísticas.
Aquel hombre pobre,"el pobre de Asís" al que queremos imitar en nuestra pobreza en todos los sentidos, nos pone delante de la Eucaristía: la posibilidad del perdón, una buena confesión, la profesión de la fe, la comunión con la Iglesia, la entrega al mundo en caridad.
Que la gente vea que este comienzo del mes de agosto va a ser diferente en nuestras vidas.
¡Que se nos note!"
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