15 - Julio - 2012.
"Ante el alarmante incremento de la violencia contra las mujeres".
El Arzobispo comienza su Carta recordando al Magisterio de Juan Pablo II, respecto con ocasión de la IV Conferencia Mundial sobre la mujer, celebrada en Pekín en 1995.
"A las puertas del Tercer Milenio, no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación empleando los medios legislativos apropiados de defensa las formas de violencia conque con frecuencia tienen por objeto a las mujeres.
En este último caso, la violencia se ejerce como medio de control del cónyuge a través del miedo y la intimidación, e incluye el abuso emocional y psicológico, los golpes y el ataque sexual, llegando -tal como nos muestran las crónicas de sucesos de los medios de comunicación- a terribles homicidios, que culminan con el suicidio o autolesión del propio agresor.
Los hombres que abusan de sus mujeres tienden a ser extremadamente celosos y posesivos. Y lo más preocupante, es que muchos de ellos han crecido en hogares en los que ya se ejercía la violencia.
Los terapeutas familiares señalan, en efecto, que la violencia familiar es una conducta aprendida, que se transmite de generación en generación.
El endurecimiento de estas medidas no es suficiente para salvaguardar la dignidad de la mujer. Por ello, hay que hacer un esfuerzo tan grande como sea posible para erradicar las verdaderas causas que propician el actual incremento de los casos de violencia doméstica, que son en realidad factores de tipo cultural o ideológico.
La violencia contra las mujeres, sobre todo si se ejerce dentro del matrimonio, encierra una especial malicia moral, ya que el amor del esposo por la esposa, siempre debe ser signo del amor de Jesucristo por su Iglesia. Ello exige en consecuencia un amor del todo especial, protección y respeto.
Concluyo mi Carta semanal a acoger y ayudar con amor a las mujeres maltratadas, desde nuestras Parroquias, desde nuestras Cáritas, acompañarles desde los Centros Diocesanos y Orientación Familiar a los matrimonios en dificultades, y ayudar a los novios a prepararse auténticamente para el matrimonio, el mejor camino, sin duda, para precaver este problema".
Con esta recomendación que nos hacía el Arzobispo, seamos sensibles, y si se me permite, particularmente intolerantes ante estos dramas que ocurren, a veces más cerca de lo que imaginamos.
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