Ser fuerte.
8 -Enero- 2.012.
Del sacerdote dominico Fco. J. Rodríguez Fassio.
En la serie televisiva Bones aparecen dos personajes, la Dra. Brennan que es una científica que ha llevado por traumas de su infancia conflictiva y por creer absolutamente que la verdad solamente puede ser conseguida por el método empírico, tiene dificultad para entrar en su mundo interior y en el mundo de las relaciones interpersonales.
El otro personaje es el agente Booth que es más primario, más instintivo, más romántico y que, gracias a su amistad, va consiguiendo que Brennan se vaya abriendo a otros mundos distintos de la pura ciencia matemática.
En un momento dado, logra que la Dra. Brennan diga:
"No es lo mismo insensibilidad que fortaleza,
para ser fuerte hay que ser vulnerable".
El sacerdote dominico Fco. J. Rodríguez fassio, nos explica que la Dra. que había situado muchas murallas para no sufrir, de su intimidad, de sus recuerdos, se da cuenta de que puede sufrir sin derrumbarse.
Fortaleza y miedo. Fortaleza y vulnerabilidad.
Son dos cosas absolutamente opuestas.
Es curioso porque la Dra. Brennan o el guionista de la serie, quizá sin saberlo, ha repetido una vieja doctrina de santo Tomás de Aquino, el santo teólogo medieval, que dice precisamente, que para ser fuerte hay que ser vulnerable.
Es decir, solamente aquellas personas que tienen sensibilidad, capacidad de ser heridas, son aquellas que pueden desarrollar la fortaleza para enfrentarse a sus sufrimientos y no ser dominados por ellos. Que el músculo de la fortaleza necesita precisamente el aparato gimnástico de la vulnerabilidad, y al revés también.
Cualquier cosa nos puede hundir si no tenemos esa fortaleza interior que nos permita ver más allá, situarnos más fuerte y más abajo que lo que nos ocurra.
En realidad, hay que decir que por lo que teníamos nosotros que preocuparnos no es de ver si somos o no somos vulnerables, aunque nos duela siempre, el sentir las heridas, sino a qué heridas teníamos que temer.
No se trata de no tener miedo sino sobre todo saber a qué tenemos que tener miedo para no permitírnoslo, y a qué no debíamos de tener miedo, aunque a veces nos aterroricen para no darle importancia.
Es curioso -continúa comentando Rodríguez Fassio- porque Jesús de Nazaret nos repite muy frecuentemente: "No tengáis miedo".
Y para Él, el ser fuerte no se basa en que uno tenga mucha energía, mucha fuerza física, sea impasible, sea duro, sino porque, sino sobre todo porque confía en Dios y por y porque sabe a qué tiene que temer.
Como la vida de Jesús y sus palabras nos indican, no hay que temer a lo que digan los demás, a la opinión ajena, tampoco hay que temer las heridas que nos puedan hacer, incluso la muerte, por nuestra conciencia.
No tengáis miedo de aquellos que solamente pueden matar el cuerpo y ya no pueden hacer más. Es mucho peor que te maten la dignidad, tu persona, tu destino eterno que te degraden.
Hay que tener miedo a pasar de largo por la vida, por comodidad, como aparece en el sacerdote y en el levita de la parábola del buen samaritano.
Hay que tenerle miedo a no comprender al Padre ni necesitar del hermano, como aparece en la parábola precisamente del hijo pródigo, anterior a la del buen samaritano.
Y, sin embargo, nosotros tenemos que sentirnos muy vulnerables, y por lo tanto, no permitirnos el lujo de la incoherencia, la insolidaridad, el dejar a Dios por cualquier cosa, la idolatría, hacer un dios de cualquier otra...
Sí, la Dra. Brennan en esta serie tenía razón.
Quizá solamente pueda ser humano el que es sensible.
Y solamente puede ser sensible el que sea fuerte o vaya siendo fuerte, porque ni lo negativo lo hundirá ni lo positivo lo vanagloriará, le sacará de su realidad.
Quizá solamente puedan curar aquellos que han estado heridos antes y saben de qué va la cosa.
Quizás puedan contagiar energía y fortaleza solamente aquellos que en alguna vez también estuvieron tumbados al borde del camino.
Por lo tanto, no despreciemos nuestros miedos. Más bien veamos de qué tenemos miedo.
No nos despreciemos a nosotros mismos en nuestras debilidades, quizá entonces -como dice San Pablo- es cuando descubrimos nuestras propias energías yh fortalezas, aquello que nos hace fuertes de verdad.
No nos insensibilicemos ante el dolor de los demás, ante nuestro propio dolor, ante el dolor de Dios creyendo que así viviremos más felices y más seguros.
Porque solamente aquel que puede sufrir puede ser fuerte. Y solamente aquel que es fuerte puede acercarse al sufrimiento de los demás aportándole algo positivo y algo válido.
Buenos días amigos/as.
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