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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

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Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 27 de febrero de 2011

¿Qué hay detrás de la tapia?



Hace tiempo leí una pequeña historieta que me gustó.
"En una leprosería había un leproso que se pasaba el día encerrado sobre sí mismo, triste y sin esperanza. Hasta que un día comenzó a sonreír. Todo el mundo se preguntaba ¿qué había pasado? Y se dieron cuenta de que todas las mañanas se asomaba al muro que lo separaba de la calle. Se subía al muro. Bajaba y comenzaba a sonreír. Llenos de curiosidad se acercaron. Una señora todos los días pasaba a esa hora por allí. Esperaba ver al leproso. Y desde la calle le regalaba una sonrisa. Y esto era suficiente para hacerle feliz a aquel hombre lleno de angustia y tristeza".
Me viene esta anécdota precisamente, el segundo domingo de Cuaresma, en el que leemos la Transfiguración de Jesús en el Tabor. Un momento en el que Jesús se transforma y todo él se ilumina dejando transparentar lo que lleva dentro detrás del muro de su humanidad.
Con frecuencia todos nos quedamos a esa parte del muro y no vemos la vida que camina por la calle ni las sonrisas que nos llegan.
Vemos a los demás, no por lo que llevan dentro, sino por lo que vemos desde afuera.
Vemos a los demás, tapados y escondidos detrás del muro de sus cuerpos.
Vemos los árboles, desde su áspera corteza, y no vemos la savia que corre por dentro.
Vemos las rejas de la cárcel, y no vemos a los hombres que sufren privación de libertad allá dentro.
Vemos las rejas de los conventos de clausura, y no vemos esas almas contemplativas que han consagrado su vida a Dios y dedican sus vidas a orar por la Iglesia y el mundo.
Vemos la enfermedad y vemos muy poco al enfermo.
Vemos el pan de la mesa, y no vemos el sudor de quien lo ha ganado con su amor y el esfuerzo de su trabajo.
Vemos el cuerpo gastado y arrugado del anciano ya cansado, y no vemos al hombre que vive y siente y ama y tiene necesidad de cariño, allí dentro.
Vemos a la Iglesia desde sus debilidades humanas, y no vemos al Jesús que vive resucitado en ella.
Vemos el pan de la Eucaristía, y vemos muy poco al Jesús que se encierra dentro de ese pan.
El leproso fue capaz de subirse al muro y así poder ver la vida que caminaba por la calle y la sonrisa que alguien le regalaba cada mañana, suficiente para sentirse vivo durante el día.
La transfiguración de Jesús nos hace ver no el muro de su cuerpo sino la transparencia de lo que hay dentro de El. Como el leproso que revive por una sonrisa mañanera venida del otro lado del muro, también los discípulos comenzaron a revivir, llenos de alegría, al ver esa sonrisa transfigurada de Jesús. “Maestro, qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas. Una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Hasta ahora le conocían a través del muro de su humanidad. Aquella mañana comenzaron a verlo desde dentro, desde su divinidad escondida.
Siempre me ha gustado definir la fe como “la capacidad de ver al otro lado de las cosas”. Para mi:
Creer es ver lo que se esconde en el corazón de cada hombre.
Creer es ver lo que se esconde detrás de cada sufrimiento.
Creer es ver lo que se esconde detrás de cada fracaso en la vida.
Creer es ver lo que se esconde detrás de la muerte.
Creer es ver lo que hay detrás de la Cruz.
Creer es ver lo que hay detrás de cada pecador.
Creer es ver lo que se esconde detrás del agua del Bautismo.
Creer es ver lo que se esconde detrás del sacramento de la Penitencia.
Creer es ver lo que se esconde detrás del pobre que nos pide limosna.
Creer es ver lo que se esconde detrás del que viste unos harapos de pobreza.
Creer es ver lo que se esconde detrás de cada acontecimiento de la vida.
Es importante ver la corteza del árbol. Pero es más importante ver correr la savia que sube por dentro del tronco y hace brotar las ramas, las flores y los sabrosos frutos. Hoy cuidamos mucho la estética de “nuestro muro” y ello nos impide ver el alma, el corazón y la vida que llevamos dentro. Nos quedamos con la superficie y nos olvidamos de la profundidad que se esconde por detrás. Cuando nos quedamos contemplando lo rocoso y escarpado de la montaña no vemos las riquezas de minerales que se esconden dentro.
Nos miramos y nos vemos cada mañana en el espejo. Pero el espejo no nos muestra nuestra verdad interior. No nos muestra nuestro corazón ni nuestra alma. Es preciso aprender a mirar y ver no lo que llevamos de cáscara sino lo que vive dentro, late dentro, ama dentro. Es preciso aprender a mirar al mundo y descubrir a Dios. Es preciso mirar al hombre y descubrir en él al prójimo, al hermano.

Oración

Señor: Esa mañana te destapaste. Te dejaste ver en toda tu verdad.
¿Te das cuenta de la alegría que cambió el corazón de tus discípulos?
Todos decimos que queremos verte,
danos unos ojos de fe capaces de mirar por detrás de las cosas.
Que cada día que te consagro en la Eucaristía,
que mientras mis ojos ven sólo un pedacito de pan, mi fe te vea a ti.
Que cada vez que absuelvo a uno de mis hermanos,
descubra la presencia de tu amor y tu perdón en mi absolución.
Padre Clemente Sobrado C. P.

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