El P. Jordi Rivero nos explica:
¿Por qué veneramos el crucifijo si ya Jesús ha resucitado?
Los protestantes se preguntan por qué los católicos exhibimos la Cruz con el cuerpo de Cristo, si ya Jesús ha resucitado.
La Cruz es parte inseparable del misterio pascual que incluye:
Pasión, Muerte y Resurrección.
Los católicos profesamos que Cristo ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado glorioso.
El crucifijo en ninguna manera niega la resurrección sino que manifiesta la seriedad de nuestros pecados y el amor infinito con que Cristo murió por salvarnos.
Jesús enseñó:
"Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que Yo Soy".
(Juan 8. 28).
La Cruz, es mencionada explícitamente 29 veces en el Nuevo Testamento.
Muchas más veces se refiere a ella sin usar la palabra exacta.
No es el madero en un sentido material en lo que ponemos nuestro corazón, sino en Jesús, que por nosotros colgó de él.
Él es quien nos atrae.
Jesús nos dijo:
"Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí".
(Juan 12, 32).
Esta enseñanza es válida para todos los tiempos.
Contemplar a Jesús "levantado" en la Cruz es clave para conocerlo íntimamente.
San Pedro y San Pablo, proclaman la Cruz sin cesar.
¿Acaso no sabían ellos que Cristo ha resucitado?
Claro que sí, pero comprendían la importancia de tenerla siempre presente, porque ella es el poder de Dios contra todas las fuerzas infernales:
las fuerzas de la carne, es decir de nuestro ego. La carne tiende a su placer, su conveniencia, su engrandecimiento; la Cruz pone a muerte todo eso para que reine el Amor.
(Hechos 2, 36).
"Sepa pues, con certeza toda la casa de Israel, que Dios ha constituído Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros habéis crucificado".
(Gálatas 2, 19).
"En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado".
(Gálatas 5, 24).
"Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias".
(Gálatas 6, 14).
"Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo".
( I Corintios 1, 13).
¿Está dividido Cristo?
¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros?
Los cristianos siempre hemos tenido la Cruz como signo del amor y poder de Cristo.
Hay amplia evidencia que desde los primeros siglos se levantaban cruces como signo de la fe en Cristo.
A los que nos atacan por llevar la Cruz en el cuello o tenerla en un lugar de honor en nuestras casas o por erguirla sobre un lugar visible, hemos de responder con San Pablo:
"Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios".
( I Corintios 1, 18).
Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios".
( I Corintios 1, 23-24).
La Cruz, sea que tenga representado el cuerpo de nuestro Salvador, o no, es el mismo signo.
Pero los católicos solemos representarla con Su cuerpo por el valor que tiene contemplar su pasión, el amor con que nos salvó.
Jesús nos ordenó a abrazar también nosotros la Cruz:
"Entonces dijo Jesús a sus discípulos:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame".
( Mateo 16, 24).
Contemplarle en la Cruz nos sana espiritualmente, como sanó al ladrón que estaba junto a Jesús cuando Él le dijo:
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso".
( Lucas 23, 43).
También sanó al centurión que estaba a los pies de la Cruz, que se convirtió y dijo:
"Este Hombre era el Hijo de Dios".
( Marcos 15, 39).
Contemplar el crucifijo es un acto de fe. Nos inspira a tener la misma actitud que "Cristo, que se humilló y obedeció hasta la muerte, incluso hasta la muerte por crucifixión".
( Filipenses 2, 5-8).
El crucifijo hace visible el sacrificio de Jesús y de esa manera nos llama a "ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios a través de Jesús".
( Pedro. 2, 5).
Y a "ofrecer nuestros cuerpos como un sacrificio vivo".
( Romanos 12,1).
La revelación del amor perfecto es la Cruz, mientras que la Resurrección es su victoria.
La Cruz le costó a Jesús inmensos sufrimientos que aceptó libremente por nosotros.
La Resurrección manifiesta su poder sobre la muerte, su gloriosa victoria.
Cristo transformó el sentido de la Cruz.
Antes era la vergüenza e ignominia más grande posible.
Ahora es la gloria y la victoria máxima.
Amor a la Cruz nos comunica la gracia para ser fieles en nuestras cruces unidas a la Suya.
Es una costumbre muy antigua representar a Jesús en diferentes momentos de su vida.
En las catacumbas vemos que los cristianos de los primeros siglos expresaban su amor a Jesús por medio de imágenes.
Los que se oponen al crucifijo, ¿acaso no muestran imágenes de Jesús cuando era Niño, en Navidad?.
La imagen del Niñito Jesús representa un momento de Su vida al igual que Su crucifixión representa otro, y este es el momento que cambió para siempre nuestras vidas.
¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo!
Amén.
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