"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO
DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2)
En la primera lectura para hoy (Fil 4,10-19)
Pablo continúa dirigiéndose a la comunidad de Filipos desde la prisión. Está contento
porque acaba de recibir una ayuda económica de parte de ellos. Solo el que ha
estado en prisión comprende la alegría que causa recibir un paquete, cualquier
cosa, de parte de sus amigos o familiares. Por eso les da las gracias.
Pablo les agradece la ayuda, pero recalca que
aunque está contento de recibirla, él no necesita de bienes materiales, ni para
predicar el Evangelio ni para ser feliz: “Yo he aprendido a arreglarme en toda
circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en
todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en
aquel que me conforta”. Él encontró a Cristo y ya no necesita nada más. “Todo
lo puedo en aquel que me conforta”…
Podrá estar tras unas rejas, pero el
conocimiento de Jesús, y del amor de Dios, que es “la verdad”, lo hace sentirse
libre (Jn 8,32). En otras palabras, Pablo ha encontrado la verdadera libertad.
Ello le permite ser feliz en cualquier situación, en la hartura y la abundancia
(y da gracias), o en el hambre y la privación (y no se queja, porque solo
Cristo le basta). “Todo lo puedo en aquel que me conforta”… “Vengan a mí todos
los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28). Como decía
santa Teresa de Ávila: “quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta”. Los
que me conocen bien, saben lo cerca que me toca esta lectura…
Es por eso tal vez que Jesús no se cansa de
advertirnos contra los peligros de la riqueza, que puede desviar nuestra
atención de las cosas que tienen verdadero valor (las cosas del Reino), y
convertirse en un obstáculo para nuestra salvación. De ahí que en el Evangelio
de hoy (Lc 16,9-15) nos diga: “Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o
bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará
caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.
El mensaje de Jesús es claro: el dinero no es
el “verdadero bien”. La riqueza material puede que nos haga “tener”, pero eso
no nos da la felicidad. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad, está en conocer
a “aquel que me conforta” y sabernos amados por Él. Y Pablo lo entendió a
cabalidad.
Si tenemos la dicha de vivir en la abundancia,
seamos agradecidos y compartámoslo con el que no tiene, “para que, cuando [nos]
falte, [nos] reciban en las moradas eternas” (Lc 16,9). Porque sirviendo a
nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, servimos a Cristo (Mt
25,40). Si nos encontramos en necesidad, demos gracias a Dios por todas sus
bendiciones, pero sobre todo por su amor infinito y, con la confianza de un
hijo que se dirige a su padre, imploremos su ayuda y misericordia infinitas.
“Todo lo puedo en aquel que me conforta”…
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