"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
20 «
Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su
desolación.
21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en
medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren
en ella;
22 porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
23 ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto,
una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo;
24 y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y
Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los
gentiles.
25 « Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra,
angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán
sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y
gloria.
28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza
porque se acerca vuestra liberación.» (Lc. 21, 20-28)
Relata aquí Jesús a sus
discípulos, dos acontecimientos importantes. Quiere prevenirles para que estén
preparados y en vela pues les va mucho en ello. El primero, es la destrucción
de Jerusalén el año 70 a manos de los romanos y de Tito su emperador. El pueblo
de Israel, había colmado la copa de sus abominaciones e idolatrías y el Señor
lo abandonó a su suerte. Mucho les amonestó Jesús en vida para que se
convirtieran al Dios vivo, pero ellos, desoyeron sus palabras: “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como el ave a su nidada debajo de las alas y no
quisiste! ¡Se os dejará vuestra casa vacía!”. Y en otro momento, estando cerca
de Jerusalén, lloró sobre ella diciendo: ¡“Si al menos en este día conocieras
lo que hace a tu paz, pero ahora está oculto a tus ojos, ¡porque días vendrán
en que te cerquen de trincheras por todos lados y no dejarán piedra sobre
piedra!”.
Todas estas profecías,
se cumplieron a la letra. El asedio de la ciudad y la matanza de sus moradores,
fue un espectáculo horrendo. Y aún así, los judíos se resistían ante la
invasión romana y esto, acabó por colmar la crueldad y el odio del pueblo
invasor. Flavio Josefo, historiador de la época, relató fielmente los hechos y
uno al leerlos hoy día, no deja de sentir horror y espanto ante tales
espectáculos.
Jesús, no quiso que este evento acabara con sus fieles y les previno para que huyeran a los montes sin demora porque apremiaba el salvar la vida. ¡Parece ser que, la comunidad cristiana de Jerusalén subsistió a la catástrofe...! ¡Qué el Señor nos libre de no escuchar su Palabra, y nos dé espíritu de conversión para saber discernir “nuestro momento” en el que Dios nos va a visitar con amor!
Y en el segundo acontecimiento, nos está hablando Jesús de “Su Venida con poder y gloria” en su segunda aparición. Y tenemos que escuchar muy atentos, porque no habrá otra. ¡Esta, será la última! Pero entre tanto, tiene Jesús parciales venidas al corazón de cada hombre, siempre invitándole a la conversión, pues, no sabemos el día en que vendrá definitivamente a todo el mundo Nuestro Señor. Sí que relata una conmoción cósmica donde cielo y tierra serán volteados ante “la presencia del Hijo del Hombre con gran poder y majestad”. Todos, se sorprenderán y serán invadidos de la angustia y el miedo. Y el terror, los dejará sin aliento. Pero en este cataclismo, Jesús promete su asistencia amiga a sus fieles que creyeron en Él en vida. Y nos invita a “levantarnos y alzar la cabeza hacia Jesús”, el Señor del Mundo y de la Historia, que viene a liberarnos, a salvarnos de todo poder amenazante y sobre todo del pecado y de la muerte, que son nuestros continuos enemigos. ¡Si estos no tienen ya influencia ni poder sobre nosotros, podemos estar muy “alegres y levantar la cabeza” como hombres libres e íntimos de Dios! Si esta salvación se nos ofrece ya, cuando todavía es nuestro tiempo, seamos astutos y no dejemos pasar esta ocasión nuestra, ¡ensayando cada día “las pequeñas venidas amorosas” que Jesús nos hace! ¡Pidámoslo con fe! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!"
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