"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO
Este hombre, un pagano, oficial del ejército
opresor, odiado por todos, se encontraba en espera de Jesús. Tenía la certeza
de que Jesús habría de venir y podía curar a su criado.
Comenzamos la primera semana de Adviento con
una lectura de esperanza tomada del libro del profeta Isaías (2,1-5). Nos
refiere a ese momento en que todos los pueblos, judíos y gentiles, pondrán su
mirada en Jerusalén, en el monte Sión, que brillará como un faro en medio de la
oscuridad y los atraerá hacia ella, “porque de Sión saldrá la ley, de
Jerusalén, la palabra del Señor”. Y entonces reinará la paz: “De las espadas
forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra
pueblo, no se adiestrarán para la guerra”.
Y como todas las lecturas escatológicas, nos
remite al final de los tiempos y nos brinda un mensaje de esperanza. ¿Qué final
de los tiempos? ¿El “fin del mundo”, o el fin de la “antigua alianza”? Como
siempre, hay una “zona gris” en la cual ambos “finales” se confunden. Lo
importante es que, como quiera que lo consideremos, el mensaje es uno de
esperanza, de salvación, para aquellos que fijen su mirada en el Señor.
El Evangelio (Mt 8,5-11), por su parte, forma
parte de ese grupo de Evangelios, sacados de varios evangelistas, que han sido
escogidos para este tiempo porque nos pintan un cuadro de esa “espera” en la
que todos estamos inmersos, y que se percibe más marcada en este tiempo del
Adviento.
El pasaje que recoge el relato evangélico de
hoy es el de la curación del criado del centurión. Cabe resaltar que no fue
Jesús quien le llamó; fue él quien se le acercó tan pronto Jesús entró en
Cafarnaún, en donde Jesús vivió durante su vida pública. Resulta obvio que este
hombre, un pagano, oficial del ejército opresor, odiado por todos, se
encontraba en espera de Jesús. Tenía la certeza de que Jesús habría de venir y
podía curar a su criado. Más aún, tenía la certeza de que Jesús poseía el poder
de curarlo sin tener que estar a su lado, sin tener que verlo. Por eso le
esperaba, y lo hacía con esa “anticipación” del que espera algo maravilloso, lo
que lleva a Jesús a decirle: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en
nadie tanta fe”. El Adviento es un tiempo especial de gracia para todos. Ya se
respira en el ambiente ese “algo” que no podemos describir y que llamamos con
varios nombres, y que no es otra cosa que un anuncio de esperanza, confianza y
fe en Dios; ese Dios que viene para todos, los de “cerca” y los de “lejos”, los
pobres y los ricos, los tristes y los alegres, para traernos su regalo de
salvación. Y la espera de ese evento nos causa excitación, nos llena de gozo.
En estos tiempos tan difíciles que estamos
viviendo hay mucha gente desorientada, deprimida, ansiosa, desesperanzada. Personas
que no han tenido la oportunidad de encontrarse con Jesús, pero que tienen
buenos sentimientos, como el centurión. Tan solo hay que esperar; esperar con
fe.
En este tiempo de Adviento, roguemos al Señor
que nos conceda el espíritu de espera y la fe del centurión, para reconocerle y
recibirle en nuestros corazones. Pidamos también ese don de manera especial
para aquellos que se encuentran alejados, de manera que cuando se cante el
Gloria en la Misa de Gallo, todos podamos decir al unísono: “¡Es Navidad!”
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