"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
ESPERAD
AL HIJO DEL HOMBRE, PORQUE LLEGA
37 «
Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
38 Porque como en los días
que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el
día en que entró Noé en el arca,
39 y no se dieron cuenta hasta que vino
el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del
hombre.
40 Entonces, estarán dos en el
campo: uno es tomado, el otro dejado;
41 dos mujeres moliendo en el molino:
una es tomada, la otra dejada.
42 « Velad, pues, porque no sabéis
qué día vendrá vuestro Señor.
43 Entendedlo bien: si el dueño de casa
supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no
permitiría que le horadasen su casa.
44 Por eso, también vosotros
estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del
hombre. (Mt. 24, 37-44).
Hoy comenzamos el tiempo litúrgico de un
nuevo año con el Adviento. Cuatro domingos y semanas previas a la Navidad. Es
un tiempo fuerte de preparación porque el Señor llega a nosotros. Conmemoramos
su Primera Venida haciéndose hombre verdadero y pasando por todas las
etapas de niño, adolescente y hombre maduro: “como uno de tantos”. De
forma que, en Nazaret, donde creció, nadie sospechó que en ese
niño y joven estaba todo Dios actuando entre nosotros.
Así, esta Primera Venida, fue “en la humildad de
nuestra carne”. Sólo, María y José, sabían todo el
imponente Misterio que rodeaba la vida oculta de Jesús, su Hijo.
Pero
este acontecimiento, lo celebraremos conmemorando su Nacimiento
dentro de cuatro semanas. Lo que ahora nos trae la liturgia a nuestra oración y
consideración, es su Segunda Venida que todavía está por venir.
Pero, así como en su Primera, muy pocos se enteraron de que
Dios se había hecho Hombre, cuando aparezca en gloria y poder, nadie
estará preparado para tan grandioso y único acontecimiento. Y cita
Jesús, que, así sucedió en tiempos de Noé: “cada uno estaba muy
entretenido en sus negocios “muy importantes” y la vida seguía con
normalidad para todos: comían, bebían, se
casaban, viajaban” y nadie quiso darse cuenta del hecho de que, un
hombre, por mandato de Dios, estaba construyendo una enorme
arca. Allí, les dijo el Señor que se salvarían de una
catástrofe inminente. Pero nadie hizo caso del aviso de Dios y llegó
el diluvio y todos perecieron ahogados en “sus cosas”.
Efectivamente,
la Salvación no viene de nosotros mismos, sino que se nos ofrece de
fuera. Y hemos de ser humildes para negarnos a nosotros mismos y abrir el
corazón a la Venida de Jesús Nuestro Señor, que Ése sí que es
el Salvador de todos los hombres. Así, la vigilancia y el
estar preparados y alertas pues “no sabemos la hora en que viene
el Hijo del Hombre”. Y esta vigilia, se refiere al corazón. Éste, sí
que tiene que estar en vela por un amor que no dice: “¡basta!”, sino que
cada día ama más que ayer y menos que mañana. “El que me ama guardará
mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos
morada en él”. El amor, es la lámpara que ha de estar encendida siempre: amor
a Dios y desde Él, y con su gracia, amor al hermano, a
ejemplo de Jesús. ¡Qué ese momento, nos pille sólo amando!
Sería
muy bueno que, con frecuencia, nos
preguntáramos:“¿qué me entretiene ahora?” “¿es el amor?”. ¿Vigilo lo
suficiente para que no me sorprenda la pregunta: “¿dónde está tu hermano?”. Que
salgamos presurosos y alegres a su encuentro
y digamos: “¡Señor, mi hermano está aquí, en mis manos y en
mi corazón!”... ¡Entonces, oiremos a Jesús que nos dice: “pasa al
banquete de tu Señor Jesús, ven a mi intimidad, al
abrazo eterno!
¡Que así sea!¡Amén! ¡Amén!
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