"Ventana abierta"
DESDE LA ESCUELA
P. Horacio Solís Iglesias. S.S.P.
Aquí estoy
He pensado en ti y en aquellos momentos que te apetece compartir. Aquí me tienes.
Aún me recuerdo, y creo que nunca lo olvidaré, cuando era yo un crío e iba a la escuela. En el invierno solíamos llevar una lata con unas brasas cubiertas con la ceniza para calentarnos. Así era la estufa de entonces.
Hacia las 11,30 h. salíamos a recreo y nos acercábamos a casa por un poco de pan. Al llegar a casa solía decir a mi madre, que siempre estaba muy afanosa: “Tengo un hambre…” y mi madre sonriendo me respondía: “Bueno, si es una solo…” Pero yo no me desanimaba porque sabía que al final algo para llevar a la boca, caía.
En seguida volvía camino de la escuela con el trocito de pan que me costaba empezar a comer, pensaba yo que “así me duraría más”. Solamente el olorcillo ya me daba ciertos ánimos.
Entonces no sólo pensé, ni me pasó por la mente pero hoy, estoy convencido de que los problemas, dificultades, crisis… en fin, toda dificultad hay que superar para luego seguir adelante. Siempre caminando porque en el fondo todos los acontecimientos de la vida son un aprendizaje.
¡Cuántas cosas aprendí, a parte de las lecciones, en la escuela! De aquí que debemos tener nuestra mirada puesta en el futuro. Hoy soy perfectamente consciente de que yo confiaba totalmente y quería a mi madre. ¿Por qué digo esto? Porque el amor da sentido a nuestra vida y nos ayuda a superar todos los problemas.
El amor es ese misterio que nos arrastra, que nos dice tantas cosas desde el silencio.
Hoy ya tengo recorrido bastante camino y he leído algunos libros. Y ya que viene al tema, entre ellos el de Erich Fromm “El arte de amar”. Mi madre estoy seguro que no lo leyó pero, qué arte tenía amando. Cuantas lecciones dio a sus hijos e hijas.
Cuando voy al pueblo y recorro el camino hacia la escuela (porque el edificio sigue y se usa para otras actividades culturales) me vienen a la mente aquellos momentos vividos ya tan lejanos. Y me doy cuenta de que en la vida nada nos debe ser indiferente, todo tiene su sentido. Lo importante es vivenciar el momento de cada instante. Y es que el amor es dinámico, no caduca con el paso de los años.
Por eso hoy sigo recordando aquellos años que iba a la escuela de mi pueblo y, sobre todo, aquellos encuentros, diálogos y vivencias con mi querida madre y mis compañeros y compañeras de la escuela.
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