"ventana abierta"
REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SAN MARCOS,
EVANGELISTA
A sus discípulos (sí, a ti y a mí) Jesús nos
encargó continuar su misión en el mundo y en la historia, hasta que vuelva.
Hoy hacemos un paréntesis en la liturgia
Pascual para celebrar la Fiesta de san Marcos, evangelista. Marcos no fue uno
de “los doce”. Según Papías de Hierápolis fue hermeneguo, es decir amanuense o intérprete de Pedro.
Escribió su relato evangélico entre los años 65-70, siendo el primero en
escribirse, cronológicamente. Marcos escribe para los paganos de la región
itálica, con el objetivo de demostrarles que Jesús es Dios.
Para esta Fiesta la liturgia nos presenta parte
de la conclusión de su relato evangélico (Mc 16,15-20), que algunos estudiosos
sostienen fue añadida posteriormente, ya que parece ser un conjunto de
episodios extraídos de los relatos pascuales de otros evangelios escritos
posteriormente (la parte que se piensa fue añadida comprende los vv. 9-20).
El pasaje incluye dos “tiempos” distintos,
separados por el fenómeno de la Ascensión, que aunque no se describe, se
afirma: “Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la
derecha de Dios”. En la primera parte del pasaje, cuando encomienda a “los Once”
la misión de ir al mundo entero y proclamar el Evangelio a toda la creación, el
evangelista se refiere a Él como “Jesús”. En el momento justo antes de “subir
al cielo” y sentarse a la derecha del Padre (signo de igualdad), se refiere a
Él como “Señor Jesús”. Con esa fórmula se confiesa la fe apostólica recogida en
el Credo: que Jesús (el nacido de Santa María Virgen, que padeció bajo el poder
de Poncio Pilato) es el Señor resucitado que ha sido glorificado. Y que ese
Jesús es Dios, igual al Padre.
Otra cosa surge claramente de este pasaje: que
los discípulos de Jesús hemos de continuar la misión de Jesús, es decir,
proclamar a todos la Buena Noticia (“Evangelio”) del Reino y seguir sus pasos.
Hay una parte de este relato que siempre me ha
llamado la atención, sobre todo porque algunas sectas fundamentalistas la
interpretan literalmente (lo que, por cierto, ha causado un número considerable
de muertes). Me refiero a la parte en que Jesús dice a los apóstoles: “A los
que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre,
hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno
mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán
sanos”.
No hay duda, a los creyentes nos acompañarán
esos signos. Expulsaremos demonios, es decir, la fe en Jesús nos ayudará
erradicar el mal del mundo en Su nombre. Hablaremos nuevas lenguas, o sea, un
nuevo lenguaje de amor, fraternidad, paz y comunicación entre los hombres.
Cogeremos serpientes con las manos, es decir, cogeremos y expulsaremos toda
clase de males como el discrimen, la corrupción, las cosas repugnantes y
malignas que dañan al hombre. Tampoco habrá “venenos” que puedan dañarnos, pues
aún aquellos que logren calumniarnos con el veneno de sus mentiras no podrán dañarnos,
porque todo ello se convierte en bien para los que aman al Señor. Finalmente,
la Buena Noticia del Reino se convierte en fuente de alivio para los pobres y
enfermos.
Jesús “subió al cielo y se sentó a la derecha
del Padre”, pero a sus discípulos (sí, a ti y a mí) nos encargó continuar su
misión en el mundo y en la historia, hasta que vuelva. Así que: ¡manos a la
obra!
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