"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
“¿Tenéis ahí algo de comer?”
El relato evangélico que nos brinda la liturgia
para hoy (Lc 24,35-48) es continuación del que leíamos ayer. Estaban los
discípulos a quienes Jesús se les apareció en el camino de Emaús contando a los
Once lo sucedido, “cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: ‘Paz
a vosotros’”.
Los presentes se quedaron atónitos y llenos de
miedo, pues “creían ver un fantasma”. Veían, pero sus cerebros se negaban a
aceptar lo que estaban viendo. ¡Cuántas veces nos sucede que, al presenciar un
milagro, comenzamos a buscar toda clase de explicación “lógica”, antes de
aceptar que ha sido obra de Dios! Vemos y no creemos, porque vemos con los ojos
del cuerpo y no con los ojos de la fe.
Resulta curioso que el relato no nos dice cómo
Jesús llegó a allí, cómo se “apareció” entre los discípulos. ¡Ese detalle no tiene
relevancia alguna ante el hecho trascendente de que Jesús está allí! Sí, el
Jesús de Nazaret que caminó junto a ellos, que compartió con ellos la mesa, que
les instruyó, es el mismo que el Resucitado.
Jesús percibe el miedo y el asombro de los
discípulos, y quiere animarlos para que no quede duda, para que puedan ser
testigos de su Resurrección. Por eso, después de mostrarle las heridas, “como
no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: ‘¿Tenéis ahí
algo de comer?’ Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y
comió delante de ellos”. El relato quiere enfatizar que el Resucitado es real,
que se trata de la misma persona que Jesús de Nazaret; que no se trata de un
invento ni un cuento de camino. Jesús de Nazaret ha resucitado y sus
discípulos, especialmente los Once, cuya presencia enfatiza el relato de Lucas,
son testigos de ello. Cómo Jesús, con su cuerpo glorificado es capaz de comer,
es un misterio que escapa a nuestro entendimiento humano, pero con ese gesto se
quiere establecer que Jesús está real y verdaderamente frente a sus discípulos.
Y al igual que lo hizo con los de Emaús, les
explica lo que sobre su persona dicen las Escrituras, desde Moisés hasta los
profetas, y cómo todo se cumplía en Él. Nos dice el pasaje que Jesús entonces
“les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”, añadiendo al
final: “Vosotros sois testigos de esto”. Una vez más Jesús enfatiza la relación
entre Él y las Escrituras, y el testimonio de los que creen en Él. Esta es la
última aparición de Jesús en el evangelio según san Lucas, que el autor coloca
justo antes de su Ascensión.
Antes de ascender, en el versículo que sigue al
pasaje de hoy, Jesús les reitera la promesa del Espíritu Santo que recibirán en
Pentecostés: “Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en
la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”.
Es el Espíritu quien les dará la fortaleza para
ser testigos: “Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre
ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta
los confines de la tierra” (Hc 1,8).
La misma promesa aplica a todos los que
profesamos nuestra fe en el Resucitado. ¡Atrévete!
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