"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA
La primera lectura (Hc 5,12-16) nos narra la actividad de los apóstoles,
quienes continúan la obra de Jesús en Jerusalén (lugar donde se desarrollan los
primeros siete capítulos de los Hechos de los apóstoles), en un despliegue de
misericordia, curando “enfermos y poseídos”.
La lectura evangélica (Jn 20,19-31) nos presenta las primeras dos
apariciones de Jesús a sus discípulos. La primera el mismo día de la
Resurrección, encontrándose encerrados en la estancia superior, por temor a las
autoridades judías, luego de que Pedro y Juan encontraran la tumba vacía. La
segunda tiene lugar una semana después, pero esta vez los discípulos estaban
fortalecidos por la presencia del Resucitado. Ahora la controversia giraba en
torno a la incredulidad de Tomás.
Este pasaje, que es la conclusión del evangelio según san Juan, es
sumamente denso y lleno de símbolos. Nos limitaremos a dos, comenzando con el
segundo: la incredulidad de Tomás.
La pregunta obligada es: ¿Dónde estaba Tomás cuando el Señor se apareció a
los discípulos por primera vez? De seguro estaba vagando, triste y
desilusionado porque Jesús había muerto; había visto tronchados todos sus
sueños. Se había separado del grupo. Por eso no tuvo la experiencia de Jesús
resucitado; como nos pasa a nosotros cuando nos alejamos de la Iglesia. Cuando
regresó se negaba a creer porque no le había visto. Pero esta vez no se alejó,
se mantuvo en comunión con sus hermanos, se congregó, y entonces tuvo el
encuentro con Jesús resucitado. Igual nos pasa a nosotros cuando regresamos a
la Iglesia y nos congregamos para la celebración eucarística; los ojos de la fe
nos permiten tener un encuentro con Jesús resucitado. Por eso en el rito de la
consagración decimos, al igual que Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús concluye el pasaje diciendo: “Dichosos los que crean sin haber
visto”. Los discípulos tuvieron la dicha de ver a Jesús resucitado. Nosotros
por fe creemos que Él se hace presente con todo su cuerpo, sangre, alma y
divinidad, en las especies de pan y vino durante la celebración eucarística;
presencia tan real como lo fue la aparición a los discípulos en aquél primer
domingo de Resurrección. ¡Y por ello Jesús nos llama dichosos, bienaventurados!
El otro aspecto que hay que resaltar es la institución del Sacramento de
la Reconciliación. Jesús conoce nuestra naturaleza pecadora y no quiso dejarnos
huérfanos: “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu
Santo; a quienes les perdonéis los pecados, quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos’”. Es el “Tribunal de la Divina Misericordia”,
la manifestación más patente de la Misericordia Divina; llamado así
porque es el único Tribunal en el cual uno, al declararse culpable, es
absuelto.
Durante la Cuaresma y Semana Santa la Iglesia nos hizo un llamado a reconciliarnos. Si no lo hiciste entonces, recuerda que HOY es el domingo de la Divina Misericordia. ¡Anda, declárate culpable; te garantizo que saldrás absuelto!
Fiesta de la Divina Misericordia
Romualdo Olazábal
Como parte de las
revelaciones de Jesús a la Santa Faustina sobre la Divina Misericordia, Jesús
le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta en honor a la Divina
Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua.
Jesús habló por primera vez de instituir esta fiesta en 1931
en Plock, cuando comunicaba a Santa María Faustina su deseo de que pintara la
imagen, “Yo deseo que haya una
fiesta de la Misericordia. Quiero que la imagen que pintarás con el pincel sea
solemnemente bendecida el primer domingo después de Pascua; ese domingo debe
ser la fiesta de la Misericordia”.
En los años
siguientes, Jesús repitió este deseo en 14 ocasiones, definiendo precisamente
la posición de esta fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, el motivo
y el objetivo de instituirla, el modo de preparar y celebrarla, así como las
gracias con ella vinculadas.
La elección del primer domingo después de Pascua tiene su
profundo sentido teológico pues indica la estrecha unión entre el misterio
pascual de Redención y la fiesta de la Misericordia. Los textos litúrgicos de
ese día, del segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del
Sacramento de Penitencia, el Tribunal de la Divina Misericordia, de manera que
van perfectamente con las peticiones de nuestro Señor.
En el santuario de Cracovia-Lagiewniki, se veneraba la Divina
Misericordia los primeros domingos después de Pascua ya desde 1944. A los
oficios asistía tanta gente que en 1951, por iniciativa de la congregación, el
cardenal Adam Sapieha concedió la indulgencia plenaria por el período de 7
años. Del Diario sabemos que la primera en celebrar esta fiesta (con aprobación
del confesor) fue Santa María Faustina.
Esta fiesta ya ha sido otorgada a la nación de Polonia, al
igual que es celebrada en la Ciudad del Vaticano. La canonización de la hermana
Faustina el 30 de abril 2000 representa el respaldo más grande que la Iglesia
le puede dar a una revelación privada, un acto de infalibilidad Papal
proclamando la segura santidad de la mística. De hecho el día de la
canonización de Sor Faustina esta fiesta se extendió a lo largo de la Iglesia
universal.
Algunas de las revelaciones de Jesús sobre esta fiesta son:
“Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario 300).
“Quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo
después de Pascua y que se le venere públicamente para que cada alma pueda
saber de ella” (Diario 341).
“Esta fiesta ha salido
de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis
gracias” (Diario 420).
Una vez, oí estas palabras, dijo Sor Faustina: “Hija Mía, habla al mundo entero de la
inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea
refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres
pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo
un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mí
misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el
perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las
compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma
tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es
tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni
angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada
alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia.
La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre
solamente el primer domingo después de la Pascua. La humanidad no conocerá paz
hasta que se dirija a la Fuente de Mi misericordia” (Diario 699).
“Sí, el primer domingo
después de la Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar
presente la acción y pido se rinda culto a Mi Misericordia con la solemne
celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada” (Diario
742).
“Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia” (Diario 1109).
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