"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES
SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
“Porque expuso su vida a la muerte y fue
contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los
pecadores”.
Hoy no se celebra la Santa Misa. En su lugar, a
la “hora nona” (las tres de la tarde), se celebra la Pasión del Señor con la
Liturgia de la Palabra y la Adoración de la Cruz. Luego de la Adoración de la
Santa Cruz, se distribuye la comunión con el pan consagrado el día anterior
durante la Misa de la Cena del Señor. Es día de ayuno y abstinencia. También en
este día se meditan las “siete palabras” de Jesús en la cruz. El propósito es
recordar la crucifixión de Jesús y acompañarlo en su sufrimiento.
La Liturgia de la Palabra para este día consta
de la lectura del cuarto “Cántico del Siervo de Yahvé” (Is 52,13-53,12) –
profecía del Mesías en su Misterio Pascual, el Salmo 30 (2.6.12-13.15-16.17.25)
– con la invocación de Jesús en la cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu”, el pasaje de la Carta a los Hebreos donde se proclama el sentido
sacerdotal de la vida de Jesús y especialmente en la Pasión (Hb 4,14-16;5,7-9)
y, finalmente, el relato de esta según san Juan (18,1–19,42).
La primera lectura, que a mí siempre me
conmueve, no solo profetiza, sino que explica el verdadero sentido de la Pasión
redentora de Jesús: “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro
castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos
como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no
abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su
destino?… El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación… Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de
ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el
pecado de muchos e intercedió por los pecadores”.
Y todo fue por amor…
El salmo nos presenta la última de las siete
palabras de Jesús en la cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. En
la sexta palabra Jesús anuncia al Padre que la misión que Él le había
encomendado estaba cumplida (Jn 19,30). Ahora reclina la cabeza sobre su pecho
y, estando ya próximo el sábado, llegó la hora de descansar, como lo hizo el
Padre al concluir la creación (Cfr.
Gn 1,31.2,2).
No sé exactamente qué pasaría por su mente en
esos momentos, pero prefiero creer que su último pensamiento humano fue para su
Madre bendita. Eso le hizo recordar aquellas palabras que había aprendido de
niño en el regazo de su Madre, las palabras con que todos los niños judíos
encomendaban su alma a Dios al acostarse: “Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu”.
Señor, ayúdame a comprender y apreciar el sacrificio supremo de la Cruz, ofrecido por Ti inmerecidamente para nuestra salvación. Amén.
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