"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
“Aunque no lo menciona por su nombre, presumimos que fue quien lo llevó a circuncidar a los ocho días”.
Hoy hacemos un
paréntesis en liturgia cuaresmal, en que la Iglesia celebra la solemnidad de
San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal. Ya
anteriormente hemos reflexionado sobre las lecturas que nos brinda la liturgia
para este día. (Les invitamos a leer esa reflexión al final, más abajo).
Es muy poco lo que se sabe sobre este santo
varón a quien Dios encomendó la tarea de darle estatus de legalidad a su Hijo,
aceptándolo y reconociéndolo como suyo propio, criarlo, cuidar de Él y proveer
para su sustento y el de su Madre. Por eso la Iglesia lo venera como santo.
Sin embargo, al leer el Nuevo Testamento
encontramos que es muy poco lo que se nos dice de San José. Así, por ejemplo,
Marcos, que es el primero de los evangelistas en escribir su relato (entre los
años 69-70), ni tan siquiera lo menciona. Tampoco lo hace Juan, el último en
escribir (entre los años 95-100).
Mateo (alrededor del año 80), el primero en
mencionarlo, nos dice que José era descendiente de David, (1,16) cumpliéndose
así las profecías mesiánicas, y que tenía el oficio de artesano –tékton-(13,55a); que el ángel del
Señor le dijo que no temiera aceptar a María como esposa, pues el hijo que
llevaba en sus entrañas era hijo de Dios (1,20-21); que luego del Niño nacer en
Belén (2,1), el ángel del Señor le instruyó que huyeran a Egipto (2,13); y más
adelante que regresara a Nazaret (2,20). Luego de eso… ¡silencio total! De
paso, hay que señalar que en los evangelios
no encontramos ni una sola palabra pronunciada por José. De ahí que se le haya
llamado “varón de silencios”.
Lucas (entre los años 80-90), por su parte,
lo coloca llevando a su esposa a Belén para empadronarse en un censo, lo que
explica por qué el Niño nació allí (2,1-7), y, aunque no lo menciona por su
nombre, presumimos que fue quien lo llevó a circuncidar a los ocho días (2,21),
y estuvo presente en la purificación de su esposa y presentación del Niño en el
Templo (2,22-24). Finalmente lo menciona en el episodio del Niño perdido y
hallado en el Templo (2,41-52), de nuevo sin mencionar su nombre y sin que
pronuncie palabra (es su madre maría quien increpa al niño). Y otra vez,
¡silencio total!
De hecho, la mayoría de los detalles sobre el
origen y la vida de José los recibimos de la Santa Tradición, recogida en parte
en los Evangelios
Apócrifos, especialmente el Evangelio
del Pseudo Mateo, el Libro
sobre la Natividad de María, y la Historia
de José el Carpintero (a este último se debe que a pesar de
que en el original griego Mateo se limita a decir que era “artesano”, la
tradición y traducciones posteriores lo traduzcan como “carpintero”).
De estos escritos surge, por ejemplo, las
circunstancias en que José advino esposo de la Virgen María, su edad avanzada,
que era viudo y que tenía otros hijos, la vara de san José que florece frente a
los demás pretendientes (por eso las imágenes lo muestran con su vara
florecida), y que José falleció cuando Jesús tenía dieciocho años (a José se le
conoce también como el santo del “buen morir”, pues se presume que murió en
compañía de Jesús y María).
Lo cierto es que el Señor vio en Él unas
cualidades que le hicieron digno de encomendarle la delicada tarea de ser el
padre adoptivo del Verbo Encarnado. Por eso hoy veneramos su memoria.
Felicidades a todos los José, Josefa y Josefina (incluyendo
a mi adorada esposa), en el día de su santo patrono.
REFLEXIÓN
PARA LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN
Hoy la Iglesia
celebra la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María. Esta solemnidad
se celebra el día 19 de marzo, pero como en este año coincidió
con domingo, las reglas litúrgicas disponen que se traslade para hoy.
Todas las lecturas del día giran en torno al linaje real, la estirpe de
David, de la cual nacería el Mesías esperado.
La primera lectura, tomada del segundo libro de Samuel (7,4-5a.13-14a.16),
establece la promesa de Yahvé Dios a David, de que de su descendencia saldrá
aquél que “construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su
realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y
tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por
siempre”. De ahí que en el anuncio del ángel a María de Nazaret, este le dice:
“El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.
El Salmo (88), uno de los llamados salmos proféticos o mesiánicos, cita el
libro de Samuel y, refiriéndose al futuro Mesías, afirma: “Él me invocará: ‘Tú
eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora’. Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable”.
La segunda lectura, tomada de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
(4,13.16-18), nos remonta a la Alianza de Yahvé con Abraham, quien “creyó
contra toda esperanza”, gracias a lo cual obtuvo para sí y su descendencia la
promesa de heredar el mundo. “Por eso, como todo depende de la fe, todo es
gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente
para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán,
que es padre de todos nosotros”. Por eso a Abraham se le conoce como el “padre
de todos los creyentes” y “padre de la fe”.
La lectura evangélica, tomada de san Mateo (1,16.18-21.24a), nos remite a
la profecía de la primera lectura, al relatarnos que “Jacob engendró a José, el
esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”. Este pasaje es la
culminación de la Genealogía de Jesús que abarca los versículos 1 al 17 del
primer capítulo de Mateo. La genealogía abarca cuarenta y dos generaciones
(múltiplo de 7) desde Abraham hasta Jesús (v. 17), pasando por el rey David, de
cuya descendencia nacería el Mesías esperado.
Debemos recordar que Mateo escribe su relato evangélico hacia el año 80 en
Jerusalén para los judíos de Palestina convertidos al cristianismo, con el
objetivo de probar que Jesús es el Mesías prometido. Por eso pasa el trabajo de
establecer, de entrada, su nacimiento dentro de la estirpe de David. Esto se
refleja también en el uso continuo de la frase “para que se cumpliese…”, a lo
largo de todo su relato (en los primeros tres capítulos se repite seis veces).
Es decir, su tesis es que en Jesús se cumplen todas las profecías del Antiguo
Testamento relativas al futuro Mesías.
Culmina el relato con el anuncio del ángel a José, llamándole “hijo de
David” y advirtiéndole que: “la criatura que hay en ella viene del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará
a su pueblo de los pecados”.
Felicidades a todos los José, Josefa y Josefina (incluyendo a mi adorada esposa), en el día de su santo patrono.
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