"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA TERCERA
SEMANA DE CUARESMA
“El que no está conmigo está contra mí”.
La primera lectura que contemplamos en la
liturgia de hoy (Jr 7,23-28) nos presenta a un Dios desilusionado y amargado
con su pueblo, porque le ha dado la espalda: “Ésta fue la orden que di a mi
pueblo: ‘Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien’. Pero no escucharon ni
prestaron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su
obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara. Desde que salieron
vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un
día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso: Al contrario, endurecieron
la cerviz y fueron peores que sus padres”.
Estamos ante un pueblo que le da la espalda al
Dios de la Alianza. Alianza que está recogida en la frase “Yo seré vuestro
Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Cfr.
Lv 26,12). Jeremías profetizó en el reino del sur (Judá), alertando al pueblo
que si continuaban dando la espalda a Yahvé y apartándose de la Alianza les
sobrevendría un castigo en la forma de la deportación a Babilonia. Pero el
pueblo no le escuchó, no escuchó la Palabra de Dios pronunciada por boca del
profeta.
Dios se queja del que el pueblo no le ha
querido escuchar: “no me escucharon ni prestaron oído”. Y advierte al profeta
que a él tampoco le escucharán: “Ya puedes repetirles este discurso, que no te
escucharán; ya puedes gritarles, que no te responderán”. “Ojalá escuchéis hoy
su voz, no endurezcáis vuestro corazón”, nos dice el Salmo responsorial (94).
El relato evangélico (Lc 11,14-23) nos muestra
a Jesús curando a un mudo (“echando un demonio que era mudo”), y apenas salió
el demonio, el mudo habló. Algunos de los presentes le acusaron de echar
demonios por arte del príncipe de los demonios, mientras otros pedían un signo
en el cielo. Resultaba más “cómodo” para ellos creer que Jesús actuaba por el
poder del demonio, que aceptar que el Reino había llegado, para no tener que
asumir las responsabilidades que ello implicaba. Tenían un signo enfrente de
sí, tenían la Palabra encarnada y, al igual que los del tiempo de Jeremías, le
dieron la espalda, se negaron a escucharle, tenían el corazón endurecido. La
sentencia de Jesús no se hace esperar: “El que no está conmigo está contra mí”.
Miramos a nuestro alrededor. Vemos a nuestro
pueblo, y tenemos que preguntarnos: ¿qué diferencia hay entre nuestro pueblo
hoy, y el pueblo de Israel en tiempos de Jeremías, o en tiempos de Jesús? Vemos
que nuestro pueblo, incluyendo muchos de nuestros gobernantes, al igual que
aquellos, le han dado la espalda a Dios, se niegan a escuchar su voz, tienen el
corazón endurecido.
Esa voz nos habla con mayor intensidad durante
este tiempo de Cuaresma. Nosotros, los bautizados, ¿también nos negamos a
escuchar lo que se nos está diciendo durante esta Cuaresma? ¿O estamos
prestando atención al llamado a la conversión que se nos hace durante este
tiempo?
Pensemos por un momento: ¿estoy con Jesús, o
contra Él? El seguimiento de Jesús no puede ser a medias, tiene que ser radical
(Cfr. Lc 9,62; Ap 3,15-16).
Todavía estamos a tiempo.
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