"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA. (C)
“Señor, déjala todavía este año; yo cavaré
alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento
a la ira y rico en clemencia; como se levanta el cielo sobre la tierra, se
levanta su bondad sobre sus fieles”. Así finaliza el salmo responsorial de la
liturgia para hoy (Sal 102).
La lectura evangélica de hoy nos presenta un
pasaje compuesto de dos partes. La primera contiene una catequesis de Jesús
sobre las desgracias que ocurren a diario en las que perecen varias personas y
su relación con la retribución, y la segunda parte nos brinda la parábola de la
higuera (Lc 13,1-9): “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar
fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya ves: tres años
llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a ocupar terreno en balde?’ Pero el viñador contestó: ‘Señor,
déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto. Si no, la cortas’”.
En la primera parte Jesús hace ver que,
contrario a la creencia de su época que toda desgracia era producto del pecado,
todos estamos sujetos a morir repentinamente. Dios no puede desearnos mal, por
eso Jesús deja claro que las muertes que se reseñan no son “castigo de Dios”.
Pero termina con un llamado a la conversión y una advertencia: “Si no os convertís,
todos pereceréis de la misma manera”.
La parábola nos presenta la misericordia divina
(representada en la persona del viñador), y la urgencia de escuchar el llamado
a la conversión. La parábola nos recuerda que esas muertes repentinas que vemos
a nuestro alrededor deben provocar un proceso de introspección en nosotros. No
sabemos el día ni la hora. Nuestro tiempo es finito y debemos aprovecharlo.
El día de nuestro bautismo el Espíritu Santo
plantó en nosotros tres semillas: la fe, la esperanza y la caridad. Y desde ese
momento el Señor está esperando que den fruto. Dios se nos presenta como el
Dios de la paciencia. Él no castiga; Él espera, como el viñador (“déjala
todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto”). Nos allana el camino a la conversión y nos invita a seguirle. Pero no
sabemos cuándo llegará nuestra hora. Y si para entonces no hemos dado fruto…
Dios es un Dios de amor y misericordia; es
infinitamente paciente, nos da una y otra, y otra oportunidad (conoce nuestra
débil naturaleza y nuestra inclinación al pecado). Pero también es un Dios
justo.
Esta Cuaresma nos ofrece “otra oportunidad” de
conversión (Él no se cansa). No sabemos si el Viñador ya le dijo al Dueño:
“Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a
ver si da fruto. Si no, la cortas”.
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