"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (c)
“En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu
Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando
por el desierto, mientras era tentado por el diablo”.
Hoy es el primer domingo de Cuaresma, ese
tiempo especial durante el año en que la Iglesia nos invita a nosotros, los
pecadores, a reconciliarnos con Él. Nuestra débil naturaleza humana, esa
inclinación al pecado que llaman concupiscencia, nos hace sucumbir ante la
tentación. Jesús experimentó en carne propia la tentación. Ni Él, que es Dios,
se vio libre de ella; su naturaleza humana sintió el aguijón de la tentación.
Pero logró vencerla. Y nos mostró la forma de hacerlo: la oración y el ayuno.
De paso, en un acto de misericordia, nos dejó el sacramento de la
reconciliación para darnos una y otra oportunidad de estar en comunión plena
con el Dios uno y trino.
La lectura evangélica de hoy (Lc 4,1-13) nos
presenta la versión de Lucas de las tentaciones en el desierto. En el lenguaje
bíblico el desierto es lugar de tentación, y el número cuarenta es también
simbólico, un tiempo largo e indeterminado, tiempo de purificación; “cuaresma”.
Así, vemos en la Cuaresma el tiempo de liberación del “desierto” de nuestras
vidas, hacia la libertad que solo puede brindarnos el amor incondicional de
Jesús, que quedará manifestado al final de la Cuaresma con su muerte y
resurrección.
La lectura nos presenta al demonio tentando a
Jesús durante todo el tiempo que estuvo en el desierto. Hacia el final, Jesús
sintió hambre, es entonces cuando el diablo redobla su tentación (siempre actúa
así). Aprovechándose de esa necesidad básica del hombre: el hambre, y
reconociendo que Jesús es Dios y tiene el poder, le propone convertir una
piedra en pan para calmar el hambre física. Creyó que lo tenía “arrinconado”.
Pero Jesús, fortalecido por cuarenta días de oración y ayuno, venció la
tentación.
Del mismo modo Jesús vence las otras dos
tentaciones: poder y gloria terrenal a cambio de postrarse ante Satanás, y
tentándolo a Él para que haga alarde de su divinidad saltando al vacío sin que
su cuerpo sufra daño alguno.
Finalmente, el demonio se retiró sin lograr que
Jesús cayera en la tentación, pero no se dio por vencido; se marchó “hasta otra
ocasión”. Así mismo se comporta con nosotros. Nunca se da por vencido. No bien
hemos vencido la tentación, cuando ya el maligno está buscando la forma de
tentarnos nuevamente, buscando nuestro punto débil; como un león rugiente (Cfr. 1 Pe 5,8), pendiente al primer momento de
debilidad para atacar.
Tiempo de cuaresma, tiempo de penitencia,
tiempo de conversión, tiempo de volvernos arrepentidos hacía Dios y
experimentar su infinita misericordia. Es siempre un milagro el que la
misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros,
impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la
Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales”. En eso
consiste la verdadera conversión, el sacrificio que agrada al Señor (Cfr. Os 6,6).
En este tiempo de cuaresma, reconcíliate con
Dios, reconcíliate con tu hermano…
Que pasen un hermoso fin de semana lleno de la
PAZ que solo el sabernos amados incondicionalmente por Dios puede brindarnos.
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