"Ventana abierta"
Novena de Navidad – Día 1 – 16 de Diciembre 2021
Por
Devociones
Meditaciones de san Alfonso María
de Ligorio para la Novena de Navidad
EL PADRE
NOS DA A SU HIJO
Te saqué a luz de las gentes, para que lleves
mi gracia hasta los confines de la tierra. (Is.49,6)
Consideremos cómo el Padre Eterno dijo al Niño
Jesús en el instante mismo de su concepción estas palabras: «Te he dado al
mundo, Hijo mío, para que seas luz y vida de las gentes y para que procures su
salvación, que yo estimo tanto como si fuera mía… Es necesario que te entregues
por completo a la salvación de los hombres. Es necesario que nazcas en suma
pobreza, para que el hombre se enriquezca con ella. Es preciso que seas vendido
como esclavo, para que el hombre recupere su libertad: como esclavo serás
azotado y crucificado para pagar a mi justicia las penas debidas por el hombre.
Es necesario que des tu sangre y tu vida para librar al hombre de la muerte
eterna.
Ya no eres tuyo, sino del hombre. «Nos ha
nacido un parvulito y se nos ha dado un Hijo». (Is.9,6)
De esta manera, Hijo mío, el hombre aceptará
amarme y ser todo mío al ver que te entrego todo a él, a Ti mi querido
Unigénito, y que no me queda más que darle.
Amor infinito de un Dios infinito! quien de tal
manera amó al mundo que llegó a darnos a su propio Hijo. (Juan 3,16)
Al oír esta proposición, el Niño Jesús lejos de
entristecerse, la acepta complacido y regocijado «Se alegró como gigante,
dispuesto a emprender el camino». (Sal. 18,6)
Desde el primer instante de su Encarnación se entrega
enteramente al hombre, se abraza con todos los dolores que deberá sufrir en la
tierra por amor de los mortales.
Estos fueron los montes y las colinas – exclama
San Bernardo – que con tanto esfuerzo debía atravesar Jesucristo para salvar a
los hombres. He aquí que llega atravesando montes y traspasando colinas»…
(Cantar 2,8).
Ponderemos aquí cómo el Padre Divino, al mandar
a su Hijo como Redentor que pusiera paz entre Él y nosotros, quedó en cierta
manera obligado a concedernos su perdón y su amor. La razón es el pacto que
hizo, de recibirnos en su gracia, ya que el Hijo satisfaría por nosotros a la
justicia.
A su vez, el Verbo Divino, aceptando la misión
que le da el Padre al enviarlo a redimirnos, se vió también obligado a amarnos.
No ciertamente por nuestros méritos, sino por cumplir la piadosa voluntad del
Padre Eterno.
ORACIÓN
Querido Jesús mío, si es cierto como dice la
Ley que el dominio se adquiere por donación, eres totalmente nuestro.
Por nosotros naciste y nos fuiste dado: «Un
parvulito nos ha nacido y un hijo se nos ha dado».
Con razón, puedo exclamar «Jesús mío y mi
todo».
Y el Apóstol nos asegura ; ¿Cómo no ha de
darnos con Él todas las cosas?». (Rom.8,32)
Nuestra es tu sangre, tus méritos, tu gracia,
tu cielo…
Y siendo nuestro «¿Quién podrá jamás separarnos
de Ti?» – como decía con alegría San Antonio Abad.
Eso mismo diremos nosotros. Sólo por nuestra
culpa podremos perderte. Si en lo pasado te perdimos y abandonamos, ahora nos
arrepentimos con toda el alma. Estamos resueltos a perder la vida y todo bien,
antes que a Ti, bien infinito.
Te agradecemos, Padre Eterno, el habernos dado
a tu Hijo. Ya que nos lo has dado por entero, nos damos del todo a Ti. Átanos
con estrechas cadenas de amor a nuestro Redentor, hasta el punto que podamos
exclamar con el Apóstol: «¿Quién me separará del amor de Cristo?». Qué bien del
mundo podrá separarnos de Jesucristo?
María, Madre nuestra, recíbenos bajo tu manto.
No queremos ya ser nuestros, sino del Señor. Cuídanos para que seamos
fieles.
En Ti confiamos.
San Alfonso María de Ligorio, Meditaciones
de Navidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario