"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
8 DE DICIEMBRE -
INMACULADA CONCEPCION DE MARIA
CICLO
A, B, C
Gen. 3, 9-15.20
9 Yahveh Dios llamó al hombre y le
dijo: « ¿Dónde estás? »
10 Este contestó: « Te oí andar por
el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí. »
11 El replicó: « ¿Quién te ha hecho
ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?
»
12 Dijo el hombre: « La mujer que me
diste por compañera me dio del árbol y comí. »
13 Dijo, pues, Yahveh Dios a la
mujer: « ¿Por qué lo has hecho? » Y contestó la mujer: « La serpiente me
sedujo, y comí. »
14 Entonces Yahveh Dios dijo a la
serpiente: « Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre
todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos
los días de tu vida.
15 Enemistad pondré entre ti y la
mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas
tú su calcañar. »
20 El hombre llamó a su mujer « Eva
», por ser ella la madre de todos los vivientes.
- Pertenecen estos versículos a
la Historia de la caída de Adán y Eva en el pecado. Este acto
se convierte en pecado merced al encuentro con Dios que
aparece inmediatamente.
(v. 9-10)
- El hombre no puede permanecer oculto ante Dios; reconoce
que fue el miedo lo que le impulsó a huir. Aparecer desnudo ante Dios era en el
Antiguo Testamento una abominación. En el culto se evitaba cualquier desnudez (Ex.
20, 26). Si la vergüenza es señal de una perturbación dentro de las relaciones
humanas, el miedo a Dios es signo de un trastorno en sus relaciones con su
creador. Miedo y vergüenza serán desde ahora
en adelante los estigmas incurables que el hombre lleva por su caída. Lo primero
de lo que el hombre habla es de impulsos preconscientes más allá de toda
reflexión racional.
(v. 11-13) - En la
segunda respuesta a Dios aparece la insolidaridad anímica que
el hombre usa para disculparse. Le reprocha a Dios: "la mujer que
pusiste conmigo”. Ve en esto la causa última de lo ocurrido y así se rompe
la comunión entre los seres humanos. No reconoce Adán que son solidarios
en el pecado, pues éste no une sino que separa los hombres ante Dios.
Pero es significativo que Dios no
interrogue a la serpiente.
(v. 14)
- El veredicto se produce ahora a la inversa del
interrogatorio. Por serpiente, no entiende el narrador sólo la
especie zoológica, sino una encarnación del mal que está presente en el mundo
de lo creado y acecha al hombre a vida o muerte, personifica más que otro
ningún animal propiedades inquietantes con las que supera al hombre. Este trabó
relaciones con el mal y desde entonces se verá expuesto al asalto de ese poder.
(v. 15)
- El verbo SUF significa “aplastar”
y también “atrapar”. La terrible maldición consiste en
la desesperanzada lucha donde ambas “semillas”, “descendencias”
se exterminan mutuamente. La exégesis antigua veía aquí una predicción
mesiánica, un indicio de la victoria definitiva de la descendencia de la mujer
(Protoevangelio)
(v.
20) - “Madre de
todos los vivientes” es un título honorífico. El narrador ha unido
estrechísimamente JAVÁ (Eva) con la
palabra HAY = HAYYA = vida, en esta nominación
hemos de ver un acto de fe, un aferrarse a la vida que es un gran misterio y un
gran milagro el de la maternidad que se mantiene por encima de las fatigas y de
la muerte. Los hombres se asen a esta vida que dan las madres a pesar de las
muertes individuales, ¡estas palabras encierran dolor, amor, empeño!
Ef. 1, 3-6.11-12
3 Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo;
4 por cuanto nos ha elegido en él
antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia,
en el amor;
5 eligiéndonos de antemano para ser
sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su
voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su
gracia con la que nos agració en el Amado.
11 A él, por quien entramos en
herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo
conforme a la decisión de su voluntad,
12 para ser nosotros alabanza de su
gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo.
(v.
3) - Después del
saludo comienza Pablo con un himno al plan divino de salvación:
María y Zacarías entonaron sus himnos de alabanza a Dios y tenían por qué, pero
aquí Pablo no tiene ningún pretexto aparente para ello. Todo lo contrario:
escribe en calidad de “prisionero”. Está encerrado entre cuatro paredes,
día tras día y año tras año, con el encargo divino en el corazón de llevar el
evangelio por todo el mundo, con la preocupación por todas las iglesias, con la
fuerza de Jesús en su interior, con privaciones exteriores y en medio de este
dolor se levanta un canto de alabanza y acción de gracias a Dios.
Le basta el recuerdo de una fe común para que su alma exulte. No alaba al Dios
creador sino al Dios de la Revelación. En el Antiguo Testamento era
el “Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob”, Dios cercano a los hombres y amigo de
alguno de ellos, siempre Dios compadeciéndose a pesar de nuestra infidelidad
constante. Y en este trasfondo nos habla del “Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo”: es la suma de todo el cristianismo: Jesucristo es nuestro
Señor y en Él podemos llamar “Padre nuestro” a Dios en un tono cálido y
aquí comienza a desplegar la causa de su acción de gracias:
(v. 3)
- Bendición
espiritual en Cristo”, es decir, actuación del Espíritu Santo. Tenemos en
este versículo una alusión trinitaria. “En los cielos” (2, 6) porque la
resurrección de Cristo es nuestra resurrección, cabeza y miembros unidos
indisolublemente para hacernos entrar en el Señorío de Cristo. La esperanza
cristiana para Pablo es ya posesión anticipada. Y el contenido de esta
bendición se expone en 1, 4-14.
(v. 4)
- Le estimula a Pablo
mucho este pensamiento “elección desde la eternidad” objeto de un amor divino,
sin mérito propio, por puro don y liberalidad divina y desde siempre, pasando por
Cristo esta elección. Y ésta por un fin próximo: “ser santos
e inmaculados en su presencia”, separados de lo profano y consagrados al
servicio de Dios. Santos porque nos hemos vestido de Cristo (I Cor. 1, 30) y
éste es el objeto de la complacencia divina que provoca en el hombre el AMOR,
como esencia de toda virtud, pues es amor derivado de aquel que es el AMOR.
(v. 5-6)
- Y Dios nos quiere poseer como
hijos, por Jesucristo (Gal. 3, 28): “hijos en el Hijo”,
según expresión de los Padres de la Iglesia y sólo Dios es la fuente de esta
predestinación (gratuidad). Pero Dios no es sólo la fuente primera de su
acción gratuita, sino también el fin último de este
obrar (v. 12.14): actúa para gloria suya, dando a conocer a sus
criaturas el esplendor de su gracia. En esto halla Dios su propia gloria, gloria
extrínseca porque la intrínseca no aumenta por ser
infinita. Aquí no hablamos en categorías humanas, pues Dios sería en este
lenguaje un egoísta. Pero Dios es el “completamente otro” y es en sí
solo, por eso el buscarse Dios como último fin es la esencia de su santidad.
Este es nuestro Dios inabarcable, que nos da su gracia, ello nos hace rebosar
de alegría profunda y gratitud. Y todo en el Amado (Jn. 3, 16) Dios nos ama con
el amor con que ama al Amado.
(v. 11-12) - Ahora
habla a los judeocristianos. Ellos son el pueblo elegido, pero tan solo conforme
a la decisión de su voluntad. Y repite Pablo que en Cristo fue
elegido Israel y hacia este Mediador estaba dirigida toda la esperanza con
el fin último de ser “alabanza de su gloria” (v. 5-6)
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