"Ventana abierta"
La silla
vacía: cómo afrontar las ausencias en Navidad
Aleteia
La ausencia de seres
queridos puede marcar la celebración de las fiestas navideñas. ¿Cómo podemos
gestionar este dolor?
La Navidad está
llena de celebraciones estos días.
Villancicos, reuniones
familiares, la cena de Nochebuena… El sonido y el
movimiento se intensifican, hay luces y brillos por todas partes.
Sin embargo, para
muchas personas se intensifica el dolor
por la ausencia de un ser querido. Este año no se sentará a la mesa aquella
persona tan amada, que ha fallecido o que por diversas circunstancias está
lejos: ha migrado, se ha separado, ha roto los lazos familiares…
Es dura la situación
de las familias en las que falta un miembro a la hora de la celebración
navideña.
En el caso de los migrantes, la separación física es posible que
se vea compensada con una videollamada.
Una ausencia
irremediable
Pero, ¿qué hacer cuando la
ausencia es irremediable?
Parece que es difícil sonreír y
participar de la fiesta cuando echamos
de menos a alguien con toda el alma. Nuestro corazón está resquebrajado por
la pérdida de un hijo, del abuelo… de alguien con quien no vamos a compartir
más risas ni comentarios.
Sentimos entonces qué importante es estar
juntos. Y precisamente aquello tan sencillo que consiste en “estar juntos”
es lo que ya no podemos hacer.
El dolor por
la ausencia es
patente en muchas familias y los psicólogos lo denominan “síndrome
de la silla vacía”. Es
ese espacio físico que nadie puede sustituir.
Si sentimos que estamos
pasando por el “síndrome de la silla vacía” es que nuestro duelo existe.
Entonces, ¿cómo gestionar un dolor que es real y
que en Navidad se pone más de manifiesto?
Recomendaciones
Para que uno pueda
gestionar el “síndrome de la silla vacía”, pueden ayudar algunas
recomendaciones:
No trates de tapar el dolor por la ausencia como si no pasara
nada. Compartir el duelo y hablar de lo que
sentimos por dentro nos aliviará, porque nos sabremos comprendidos.
Apóyate en la familia para superarlo. La soledad no es buena
compañera cuando nos lleva a la desesperanza. No te cierres ante los que están
a tu alrededor.
No te quedes solo en Navidad. Haz un esfuerzo y
busca compartir tu tiempo con la familia, aunque estés bajo de ánimo.
Reza por los que ya no están. La oración pone en manos de Dios nuestras vidas y
eso nos da otra perspectiva. Dios
cura las heridas. Es quien mejor nos conoce y quien más nos ama, y
promete consuelo a los que sufren tribulación. Rezar por los que murieron nos recuerda
que estamos a una vida que no acaba con la muerte física.
Rezar por los que fallecieron y ya no nos
acompañan nos ayuda a tenerlos presentes y vivir el duelo con esperanza.
Haz una visita al cementerio. Llevar unas flores a la
tumba de un ser querido y rezar unos momentos allí es una forma de rendirle
homenaje, de probar que no lo olvidamos y que deseamos su felicidad en el
cielo.
A la hora del brindis, nombren a los que ya no
están.
Siguen vivos en nuestra
memoria y nos acompañan desde el cielo. Al honrarlos, hacemos que
sigan en la historia familiar, también entre los que amplían la familia. Los nuevos miembros se integran más
al conocer también a los que echamos de menos.
Manifiesta de forma física la unión y el amor. Según cada
cultura y cada familia, los abrazos y los besos son más o menos expresivos. En
cualquier caso, el contacto físico siempre nos hace sentir que formamos parte
de la familia, donde se nos quiere y se nos da apoyo en los peores momentos
Subraya lo positivo: reunirnos
juntos, hacer planes juntos en los días de Navidad, contar recuerdos agradables
de la persona difunta hacen que su memoria quede integrada en la celebración.
El dolor, así, no estará reñido con la alegría navideña.
Piensa en los más pequeños. Para los niños, las fiestas de Navidad son muy
especiales. A la hora de plantear tu actitud, piensa en lo que va a ser mejor
para ellos. Esto te moverá a pasar por alto el disgusto y avanzar.
Procura que los niños puedan vivir la Navidad
con alegría y con ilusión.
Cuando te incomode
disfrutar, reír y pasarlo bien, piensa
qué es lo que le gustaría que hicieras a la persona que falleció. Eso te
dará fuerzas.
Vuélcate en los demás: muévete para hacer que los otros
estén bien. Tu familia, en primer lugar, pero también personas para las que la
Navidad sea difícil: es momento para ayudar en una oenegé, visitar una
residencia de ancianos o hacer una tarea solidaria. Olvidarse de uno mismo y
ser generoso nos hace mejores personas, y eso es un buen modo de honrar a los
ausentes y a sanar nuestro corazón.
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