Érase una vez un rey
Nos puede ayudar hoy a reflexionar el relato de un cuento: Érase una vez que había un rey que vivía bien su fe cristiana y que no tenía hijos. Por ello, envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos diciendo que cualquier joven que reuniera los requisitos para aspirar a ser el sucesor al trono, debería entrevistarse con el Rey. Pero debía cumplir dos requisitos: Amar a Dios y a su prójimo.
En una aldea lejana, un joven huérfano leyó el anuncio real. Su abuelo, que lo conocía bien, no dudó en animarlo a presentarse, pues sabía que cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y a todos en la aldea. Pero era tan pobre que no contaba ni con vestimentas dignas, ni con el dinero para las provisiones de tan largo viaje.
Su abuelo lo animó a trabajar y el joven así lo hizo. Ahorró al máximo sus gastos y cuando tuvo una cantidad suficiente, vendió todas sus escasas pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y emprendió el viaje.
En ese instante entró una criada y dos niños trayéndole agua, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue también mayúscula:
El Soberano sonriendo dijo:
El monarca contestó:
El Papa nos invita a "descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos". Cristo ya se ha dado generosamente por nosotros y espera que hagamos lo mismo con los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario