¿Por qué me ha ocurrido esto?
¿Qué sentido tiene lo que me pasa?
¡Me has abandonado...!
Y, sin embargo, cuando vamos a la Biblia buscando respuestas, nos encontramos que el Dios de la Biblia, es un poco gallego
-comenta el fraile dominico Fco J. Podríguez Fassio- porque responde haciéndonos preguntas.
¿no es el que lo sabe todo?,
¿no dice que conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón, Aquel en quien delante de Él no tenemos ningún secreto, que la historia está abierta como un libro?
¿Por qué tiene que hacer preguntas?
¿Por qué Jesús de Nazaret cuando alguien se le acerca para pedirle un favor, un milagro o una curación empieza preguntando algo tan obvio como:
"¿Qué puedo hacer por ti?".
¡Hombre!, si le pidieran que les curase un cáncer de hígado, sería lógico porque no se ve aparentemente, aunque si Cristo era Dios a lo mejor podía verlo; pero si es un ciego, si es un mudo, está patente lo que necesita esa persona y lo que pide y, sin embargo, las preguntas que nos hace Dios en la Biblia y Jesús en el Evangelio, y que nos tenemos que hacer cada día nosotros, realmente son muy importantes, porque la pregunta que nos hace Dios, sirve, no para que Él se entere de cosas, sino para que nos enteremos nosotros.
Cuando el Señor te pregunta:
"¿Qué quieres que haga por ti?"
En realidad lo que nos está incitando es a plantearnos:
¿Qué quiero yo de la vida?
¿qué quiero yo de mí mismo?
¿A qué llamo felicidad?
¿Cómo la quiero conseguir?
¿Qué es lo que verdaderamente le pido al Señor, simplemente que intervenga en este caso conflictivo de mi vida, en este problema; o verdaderamente sea Compañero durante toda la vida, que mi vida se transforme en una convivencia con Él, que me saque de mis casillas para trabajar a favor de los demás?
¿O por ejemplo cuando Jesús nos pregunta como a María Magdalena:
¿Por qué lloras?
Y es que lo que nos hace sufrir, lo que nos hace llorar, aunque sea hacia dentro, lo que nos hiere, revela mucho de nosotros mismos.
Cuando han pasado los años y miramos hacia atrás, a veces decimos como Séneca:
"¡Con cuántas cosas he sufrido que después no han ocurrido!
O ¡con cuántas cosas he sufrido demasiado, porque tampoco merecían la pena!
¡Cuánto sufrimiento inútil y, sin embargo, cuánta insensibilidad ante otras cosas que tenía que haber hecho, de las que tenía que haberme preocupado, y porque no me dolieron en ese momento no fui capaz, no supe pedir perdón, ayudar, comprender...
Sí, por eso está bien que el Señor nos pregunte:
" Y tú, ¿por qué lloras?
Qué es lo que te hace sufrir?
¿Qué es lo que te hunde?
¿Qué es lo que te deprime?
¿Qué es lo que notas en falta?
¿Qué es de lo que tienes hambre?
Porque nos revela también a nosotros mismos, y por lo tanto, la solución que podemos pedirle a Él.
También esas preguntas de Jesús, por ejemplo, de:
¿Dónde estás?,
que también habla el Señor en el primer capítulo del Génesis, diciéndole a Adán:
¿Dónde estás?
¡Pues no eres Tú Dios, pues lo tienes que ver!
Si se ha escondido, pues detrás de la mata estará, ¿dónde va a estar si no!
Y sin embargo, la respuesta tiene que dársela también Adán, y nos la tenemos que dar nosotros:
¿Yo, dónde estoy en la vida?
¿De qué voy por la vida?
¿Cuál es mi situación vital?
¿Cómo me lo planteo?
¿Estoy o me lo ahorro?
¿Estoy o huyo?
¿Estoy o vuelvo la espalda?
¿Cómo estoy?
¿Dónde estoy en mis relaciones, en mi fe, estoy entero o solamente cuarto y mitad?
¿Estoy solamente cuando las cosas van bien, y no cuando las cosas están mal?
¿Estoy escuchando cuando estoy oyendo a una persona?
Por eso ¿dónde estoy?
Y otra pregunta también del Antiguo Testamento que le dirige Dios a Caín:
¿Dónde está tu hermano?
¡No eres Tú el Padre de los dos, pue cuídalo Tú, que bastante tengo yo conmigo mismo!
Sin embargo, como en la parábola del "Hijo pródigo" , no se puede ser hijo, si no tiene uno preocupación activa y cuidado concreto por cualquier persona, porque somos hermanos. Por eso, nosotros que somos tan... -cómo diría yo, continúa explicando el Padre Rodríguez Fassio- a veces impertinente para decir a Dios:
¿Por qué, por qué, por qué...?, sin plantearnos nada más.
Sería bueno que nos dedicásemos mucho tiempo -porque nos es necesario- a responder.
Al fin y al cabo, ¿qué significa que el hombre tenga responsabilidad?
Pues como no tiene la vida hecha, tiene que responder de lo que hace ante sí mismo.
¿Me estoy haciendo o destruyendo ante Dios, ante los demás, ante la vida, ante la naturaleza...?
Por eso, las respuestas son muy importantes: nos aclaran, nos definen, nos abren nuevos proyectos, nos desmontan, nos construyen.
Por eso, las preguntas decisivas quizás no sean lo que uno hace, sino las que uno se hace, porque al fin y al cabo la respuesta no está fuera de nosotros, es que nosotros mismos somos la respuesta.
Gloria Fuertes, aquella gran poetisa, que decía las cosas más profundas con un lenguaje que parecía infantil, y era falsamente simple aunque muy sencillo, nos habla de esa capacidad de lo que hay detrás de esas preguntas, de esas respuestas que tenemos que dar y que somos; esos interrogantes que parecen ingenuos, pero que tienen mucha miga, en una poesía que ella llama: "Vamos a ver".
VAMOS A VER SI ...
Vamos a ver si es cierto que le llamamos.
Vamos a ver si es cierto que le amamos.
encima de la cómoda,
de los tontos, de los sencillos,
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