"Ventana abierta"
A nuestros nietecitos Iván y Sergio.
Ayer soñé que a Dios veía
y que Dios me habló,
y soñé que me decía:
"¡Tendrás un nieto
más bello que el sol!"
Y al despertar yo creí
lo que Dios me reveló.
Nieto precioso y querido,
hermoso como el mismo sol,
ven pronto a nuestra vida
dueño mío y de mi amor.
¡Qué sonrisa manda el Cielo!
¡Cómo brillan las estrellas!,
ya faltan horas tan sólo
para tenerlo a mi vera.
Y va a nacer a la vida
más honda y emocionante,
y Dios les dice a mi hija:
"¡Es el momento! ¡Adelante!"
Y dentro de la estancia
ya están luchando los dos,
la madre y el hijo,
el tallo y la flor,
sufriendo en sus carnes
el duro milagro de la Creación.
Y allí estaba yo,
buscando entre sombras
la huella de Dios.
Son las 16,20
se paró el reloj,
un llanto que estalla
en la habitación,
le pone campanas
a mi corazón,
¡mi nieto ha nacido,
por fin habló Dios!
Y parió mi hija en el preciso momento,
desplegando su carne firmamentos,
sus senos de alegría crecen
para alimentar a mi nieto;
y al final quedarán
un padre, una madre y un hijo
gastados por los besos.
Los abuelos muy contentos
nos encontramos inquietos,
no vemos llegar el momento
de conocer a nuestro nieto.
Y los parecidos se comentan
como siempre en estos casos:
¿Se parecerá a mí?
¿Tal vez a mí acaso?
-comentamos los abuelos-
y así transcurren las horas
y no nos ponemos de acuerdo,
pero tenga el parecido que tenga
nosotros siempre lo querremos.
Ya vamos por el primero,
segundo,
tercero
cuarto,
y quinto,
es una cadena de amor,
otro nieto querido
y bendecido por Dios.
Su abuelo quiere disimular
el temblor de su barbilla,
y la lágrima le brota
recorriendo su mejilla,
que con su mano seca
de un manotazo retira.
Pero la lágrima traviesa
es como perla cristalina,
que cae, salta, rueda, resbala,
y jugando ha quedado
prendida en su corbata.
Llega la hora del regreso,
ya de la clínica vienen,
lo recibimos en nuestra casa
y le besamos las sienes.
Viene a iluminar nuestra vida
como catarata que ha pasado,
del diciembre al agosto
del invierno al verano.
Mi hija huele a fragancia
de un olor fino de nardos,
mi nieto la mira y mira,
mi hija lo está besando,
y en el aire conmovido,
alza mi nieto los brazos,
para alcanzar a su madre
y fundirse en un abrazo.
Ella lo acuesta en la cuna
reservada para mi niño,
con la sábana blanca
de mi cariño.
Alrededor de su cuna
mi hija vela,
y hasta el aire se calla
"pa" que se duerma.
Va ser como mis otros nietos,
criatura idolatrada,
le haré una alfombra de besos
en la alborada mañana.
Ángel se acerca a su hermano,
acariciándole con cuidado
entre alegre y emocionado.
Tan pequeño como es,
aún no puede comprender,
que su pequeño hermanito
pronto jugará con él.
Son las cinco flores más bellas
que reluce en mi jardín:
Ángel, Iván, Sergio,
Víctor, Aarón,
los llevo muy dentro de mí,
aunque nadie en el mundo sepa
lo que representan para mí.
Son nuestros nietos un tesoro,
son nuestros nietos un amor,
es todo lo que yo pedía
a mi Rey, mi Cristo, mi Dios.
Mil gracias por siempre te doy,
vivo otra nueva ilusión,
al concedernos hoy
tu don más grande, Señor,
pues Tú nos regalas Vida
que es el regalo mejor.
Los padres emocionados
te lo agradecen, Señor,
y los abuelos te piden
que lo críen con amor.
¡Y vengan niños al mundo
porque así lo quiere Dios,
que formen nueva tierra
y un paraíso de amor!
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