"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
11 Jesús compareció ante el procurador, y el
procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»Respondió
Jesús: «Sí, tú lo dices.»
12 Y,
mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.
13 Entonces le
dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
14 Pero él
a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
15 Cada Fiesta,
el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que
quisieran.
16 Tenían a
la sazón un preso famoso, llamado Barrabás.
17 Y cuando
ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte,
a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?»,
18
pues sabía que le habían entregado por envidia.
19 Mientras él
estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te
metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
20 Pero los
sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la
libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
21 Y cuando
el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»,
respondieron: «¡A Barrabás!»
22
Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y
todos a una: «¡Sea crucificado!» -
23 «
Pero ¿qué mal ha hecho? », preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con
más fuerza: «¡Sea crucificado!»
24 Entonces Pilato,
viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y
se lavó las manos delante de la gente diciendo:
“Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»
25 Y todo
el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
26 Entonces,
les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que
fuera crucificado.
27 Entonces los
soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron
alrededor de él a toda la cohorte.
28 Le desnudaron
y le echaron encima un manto de púrpura;
29
y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su
mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla
diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»;
30
y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
31 Cuando se
hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron
a crucificarle.
32 Al salir,
encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su
cruz.
33 Llegados a
un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario»,
34
le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no
quiso beberlo.
35 Una vez
que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
36 Y se
quedaron sentados allí para custodiarle.
37 Sobre su
cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús,
el Rey de los judíos.»
38 Y al
mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a
la izquierda.
39 Los que
pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
40 «
Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti
mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz! »
41 Igualmente los
sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él
diciendo:
42 «
A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje
ahora de la cruz, y creeremos en él.
43 Ha puesto
su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que
dijo: "Soy Hijo de Dios."»
44 De la
misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.
45 Desde la
hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
46 Y alrededor
de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?»,
esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
47 Al oírlo
algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
48 Y enseguida
uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y,
sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
49 Pero los
otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
50 Pero Jesús,
dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
51 En esto,
el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las
rocas se hendieron.
52 Se abrieron
los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.
53 Y,
saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la
Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
54 Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (MT. 27, 11-42)
La
Pasión de Cristo, es tan rica que, nunca la mente
humana ni nuestras oraciones la pueden agotar y menos hacer envejecer. Cada Palabra revelada, nos
hace detenernos y esto, no para entender mejor, sino para ahondar en
nuestra adoración que, no está hecha de palabras sino de compasión amorosa
y de unión a Cristo en estos pasos de su Pasión. ¡Dios, nos tiene que
dar este espíritu de adoración, pues nosotros, sólo podemos poner el deseo de
amar a Jesús y esto, en gran pobreza, pero con deseo grande en la voluntad que,
éste, es el único sacrificio que Dios nos pide, agradable a sus ojos!
Con
silencio y amor, nos acercamos a las actitudes y a
las Palabras sagradas que, Jesús pronunció en esta hora
final de su vida. “Se ofreció a la muerte porque Él quiso”.
Y, le iba mucho en este sacrificio: lo primero, el amor a la voluntad
de su Padre-Dios que, siempre fue su alimento y en este
momento, más. Y después, el arrancar a los hombres del dominio
que ejercen sobre ellos las tinieblas. La Luz de Jesús, ahora brilla
con mayor esplendor y la oscuridad nunca pudo ahogarla.
Jesús, es
el Cordero inocente que describió Isaías: “No abría la boca, como
una oveja llevada al matadero”. Y, esto, no por la impotencia de Dios
ante los poderes de este mundo, sino por “un Amor
excesivo” hacia esta “oveja perdida” que, iba a ser pasto
de lobos rapaces: de “el Maligno que, ronda buscando a
quien devorar”. ¡Dios, tuvo compasión
de nosotros! Sí, no gusta al “yo” que nos
compadezcan. Parece que, con esto, nos rebajan. Pero, en
Dios, las cosas son al revés: ¡Jesús, con la misericordia, nos ensalza
hasta “hacernos hijos de Dios, ¡pues lo somos!”. Y es
que, la soberbia del hombre nunca será camino para que Dios nos salve. La
jactancia, la altivez, el orgullo, todo esto, viene
del Maligno que, sabe que, en la humildad, la
mansedumbre, la humillación y la dulzura, ha sido vencido
todo, en Dios, el Humilde.
La
Pasión de Cristo no sólo quiere despertar en nosotros sentimientos de
dolor y conmiseración, sino “una determinada
determinación”, con lágrimas de compunción, de no volver a
ofenderle, sino, “ofrecer nuestro cuerpo como hostia viva junto con
Jesús, la Hostia Sagrada del Padre”.
“¡No
queremos volver a crucificarte, Jesús amado! ¡Queremos devolver amor
por Amor!” Y en la oración, en esta Hora suprema, nos
preguntamos: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?: alzaré
la Copa de la salvación, invocando el Nombre del
Señor”. ¿Y de qué Copa se trata?: de la Copa amarga
que, bebió primero nuestro Redentor para quitarnos la aprensión al
sufrimiento y a la muerte. Porque, “nuestro vivir es Cristo y no se nos ha
dado sólo la gracia de creer en Él, sino también de sufrir
con Él” “En el bautismo, fuimos sepultados con Cristo en la
muerte para que, así, la Vida de Cristo, reine en nuestro
cuerpo mortal”. Allí, lo confesamos., Así lo creímos, pero
en nuestra “hora final”, lo llevamos a la consumación. La
muerte, nos produce temor. Pero, los que hemos creído en Cristo
esperamos una Resurrección como la suya.
¡No
estamos solos, ni en nuestro momento final: “Yo, ¡estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo”! Jesús lo ha prometido y su Palabra no
puede fallar!
Creo
Jesús, creo que Tú, siendo Dios y Hombre verdadero,
has resucitado con tu Cuerpo, Alma y Divinidad y
ahora, estás sentado a la derecha de Dios
-Padre, con tu Cuerpo glorificado.
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