"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
YO SOY LA PUERTA DEL REBAÑO
1 « En verdad, en verdad os digo: el que no
entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado,
ése es un ladrón y un salteador;
2
pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
3
A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las
llama una por una y las saca fuera.
4
Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen,
porque conocen su voz.
5
Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños.»
6
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
7
Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la
puerta de las ovejas.
8
Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las
ovejas no les escucharon.
9
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y
encontrará pasto.
10
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia. (Jn. 10, 1-10).
Todo
rebaño, necesita entrar en el aprisco y salir de él en busca de pastos. Si las
ovejas, son obligadas a quedar encerradas en él, morirán y no tendrán vida,
para dar después, con su lana y su leche, la vida a otros seres que, se
alimentan de ellas. Así, Jesús, que, es el Pastor bueno de las ovejas, es
también la Puerta del aprisco. Nadie puede encontrar seguridad, si no es
conducida a través de la puerta del aprisco. Entrar por Jesús, es lo seguro
para poder tener vida, y no extraviarse por caminos extraños y campos estériles
que, no le dan pasto y alimento para su diario vivir.
Bien
claro expresa Jesús que: “sin mí no podéis hacer nada”. Pero el Señor, ha
escogido a su Iglesia donde los “celosos pastores”, alimentan a sus fieles con
la jugosa Palabra de Dios. El Señor, les ha prometido estar en sus labios y en
su corazón para que su palabra no sea algo extraño a las ovejas, sino alimento
ungido por el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo”.
Y, este “todo”, no es más que la Vida Eterna, el camino de la Salvación.
Jesús,
por ser el Pastor verdadero del rebaño, es reconocido por el guarda que, le
abre el redil para que recoja una por una a sus ovejas. Él, sabe el nombre de
cada una y las llama por su nombre y éstas le siguen, sin ninguna resistencia,
porque conocen la voz del pastor y saben que Él las ama y sabe lo que les hace
falta a cada una. Pero esta encomienda, no se la ha dado a Sí mismo Jesús, sino
que ha sido el Padre, el Guarda, el que le ha encomendado a cada uno de sus
hijos que creen en el Nombre de su Hijo Jesús.
Todo
lo que se respira en este Evangelio, no es una estampa bucólica, sino un clima
de amor y ternura que envuelve el diálogo del Padre con el Hijo y del Hijo con
el Padre; Y de Éstos, con sus hijos predilectos, aquellos quienes, a imitación
de Jesús, se han puesto incondicionalmente en las manos del Padre que son las
mismas de Jesús. Porque Él dice: “el Padre y Yo, somos Uno”.
¡Corramos, corramos a esta Puerta divina que es la Palabra, el Verbo, ¡y escuchémosle! ¡Muchos pastos jugosos quiere que comamos y bebamos, por eso, sólo necesitamos abrir la boca del deseo para ser llenados de su gracia y de su amor!”. “¡Llenémonos del torrente de sus delicias, porque en Él, ¡está la fuente viva y su luz nos hace ver la luz”! ¡Y pensar que ante esta “campiña divina”, muchas veces nuestra vida transcurre entre “las migajas” de las criaturas que, nunca podrán saciar nuestra hambre y nuestra sed!
¡Señor, míranos con infinita misericordia, como lo hace el pastor con "su ovejuela distraída y perdida"! Él no la trata con violencia, sino que la toma para Sí y la atrae a su Pecho, ¡Hasta que sienta el calor de su Corazón y repose entre sus brazos! ¡Hazlo Tú Jesús, nosotros no sabemos! ¡Que así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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