"Ventana abierta"
ÁNGELUS
MARÍA, MADRE DE TODOS LOS REDIMIDOS
Una de las mayores riquezas de la Iglesia Católica es la presencia de la Virgen María Madre de Dios y Madre de la Iglesia en la vida cristiana.
Uno solo es el Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo.
Uno solo es el Redentor de la humanidad, Jesucristo.
Pero Jesús quiso venir al mundo a través de María y quiso que su Madre fuera la Madre de todos los redimidos. Por eso desde la Cruz nos la dejó como Madre a todos los cristianos representados por Juan el discípulo amado.
Si Dios quiso unir a Cristo con María, ¿por qué vamos a separarlos nosotros?
Hemos sabido descubrir el lugar que ocupa la Virgen como intercesora, como ejemplo, como obra maestra de Dios.
Es cierto, hay que decir la verdad:
Fijaos si en el calendario hay grandes Santos.
Fijaos si fue grande San Francisco de Asís, que se pareció a Cristo más que hombre alguno.
Fijaos si es magnífica Teresa de Ávila, que supo unir la mística y la sal castellana.
Fijaos si fue pura Santa Inés y valiente Santa Cecilia.
Fijaos si no estará el calendario lleno de figuras asombrosas.
Pero hay veces que hay que subir más alto.
Fijaos si serán poderosos los que han sido nombrados Patronos de una nación entera.
Fijaos si tendrá poder San Pedro que tiene nada menos que las llaves del Paraíso.
Hay veces en que estas amistades no son suficientes y hay que subir más alto para pedir ayuda.
¿Sabéis lo que hay que hacer entonces?
Hay que tener el valor de coger el coraje con las dos manos y dirigirse directamente a La que está por encima de todos.
Dirigirse directamente a la Virgen María, porque hay favores que solo Ella puede hacer, y puertas que Ella sola puede abrir.
Dirigirse audazmente:
A la que es infinitamente Pura, porque es también infinitamente Dulce.
A la que es infinitamente Rica, porque es infinitamente Pobre.
A la que es infinitamente Alta, porque supo Descender infinitamente.
A la que es infinitamente Grande, porque es también infinitamente Pequeña, infinitamente Humilde, una joven Madre.
A la que es infinitamente Alegre, porque es infinitamente Dolorosa.
A la que tiene toda la Gracia y toda la Fe, porque tiene toda la Caridad.
A la que tiene toda la Fe y toda la Caridad, porque tiene toda la Esperanza.
Por fortuna los Santos no tienen celos los unos de los otros y menos aún tienen celos de la Virgen María.
Porque todos ellos saben:
Que tanto como sobrepasa un niño en pureza a un hombre, tanto y setenta veces más, les sobrepasa a ellos la Virgen.
Que tanto como sobrepasa un niño a un hombre en juventud, tanto y setenta veces más, les sobrepasa a ellos la Virgen en juventud e infancia.
Por eso hay veces en que:
Después de haber acudido a San Francisco de Asís y a Santa Teresa de Jesús.
Después de haberle pedido pureza a Inés y Cecilia.
Después incluso de haberle pedido que intervenga al mismo San Pedro, hay que subir aún más.
De acudir:
A la que más Puede de todos, porque es la más Maternal.
A la que es la más Celeste, porque fue la más Terrestre.
A la que está infinitamente por Encima de nosotros porque está infinitamente en Medio de nosotros.
A la que es María, porque está Llena de Gracia.
A la que está Llena de Gracia, porque está con nosotros.
A la que está con nosotros, porque el Señor está con Ella.
A la que Intercede, porque es Bendita entre las mujeres. Y Bendito es el Fruto de su vientre, Jesús.
Hay que acudir:
A la que está infinitamente Lejos, porque está infinitamente Cerca.
A la que está más Cerca de Dios, porque es la que está más Cerca de los hombres.
A la que está infinitamente Salvada, porque Ella a su vez Salva infinitamente.
A la que está a nuestro Lado todos los días de la Vida, porque estará también a la hora de la Muerte.
Amén.
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