"Ventana abierta"
Domingo 4º de Pascua. Ciclo A.
P. Leonardo Molina García S.J.
CUATRO TÍTULOS DE JESÚS. SEÑOR, MESÍAS, MODELO, PUERTA DEL APRISCO.
José Luis Sicre
Fe adulta
Nota previa sobre las lecturas de los domingos 4º a 7º de Pascua
Las lecturas de estos cuatro domingos pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés tratando tres temas.
1. La iglesia (1ª lectura, de los
Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo),
la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y
cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia
del Espíritu en estas lecturas.
2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª
lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron
persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales.
La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar
(4º domingo); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la
actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).
3. Jesús (evangelio: Juan). Los
pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es
la puerta por la que todos debemos entrar (4º); camino, verdad y vida (5º); el
que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por
nosotros (7º).
Jesús, Señor y Mesías (Hechos 2,14a.36-41)
Esta lectura tiene interés especial desde
un punto de vista histórico y catequético. Según Lucas, el grupo de seguidores
de Jesús (120 personas) experimentó un notable aumento el día de Pentecostés.
Después de cincuenta días de miedo, silencio y oración, el Espíritu Santo
impulsa a Pedro a dirigirse a la gente presentando a ese Jesús al que habían
crucificado, constituido Señor y Mesías por Dios. El pueblo, conmovido,
pregunta qué debe hacer, y Pedro los anima a convertirse y bautizarse en nombre
de Jesucristo.
Pero Lucas añade otro argumento muy
distinto, que fue usado por los primeros misioneros cristianos: el miedo al
castigo inminente de Dios. De acuerdo con la mentalidad apocalíptica,
este mundo malo presente desaparecerá pronto para dar paso
al mundo bueno futuro. Eso ocurrirá cuando se manifieste la gran
cólera de Dios en un juicio que provocará salvación o condenación. Por eso
Pedro anima: «Escapad de esta generación perversa». ¿Cómo ponerse a salvo? Los
autores apocalípticos hacen que todo dependa de la conducta observada con Dios
y con los hombres. Para los misioneros cristianos, la salvación dependerá de
creer en Jesús. Pedro ya ha hablado del bautismo en nombre de Jesús.
Tenemos, pues, dos argumentos
aparentemente muy distintos: el primero se basa exclusivamente en lo que Dios
ha hecho por Jesús. El segundo parece menos cristiano, con su recurso al miedo,
pero también lo usó Pablo en Tesalónica: «Jesús nos libra de la condenación
futura». Con miedo o sin él, Jesús es siempre el centro de la catequesis
cristiana.
Jesús modelo (1 Pedro 2,20b-25)
En la segunda mitad del siglo I, los
cristianos eran a menudo insultados, difamados, perseguidos, se confiscaban a
veces sus bienes, se los animaba a apostatar… En este contexto, la 1ª carta de
Pedro los anima recordándoles que ese mismo fue el destino de Jesús, que aceptó
sin devolver insultos ni amenazas: «Cristo padeció su pasión por vosotros,
dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas». Al final de esta lectura
encontramos la imagen de Jesús como buen pastor («Andabais descarriados como
ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas»). Pero
este no es el tema principal del evangelio, que introduce un cambio
sorprendente.
Jesús, puerta del aprisco (Juan 10,1-10)
El autor del cuarto evangelio disfruta
tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil,
con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla
con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor
llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas,
ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.
Sin embargo, el evangelista comenta:
“ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán:
“Son tontos. Está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan.
Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy
el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior
(Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el
buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo
soy la puerta del redil”).
Con ese radicalismo típico del cuarto
evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar
por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y
bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.
Resuenan en estas duras palabras un eco de
lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en
vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su
enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas,
no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos
pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).
La consecuencia lógica sería presentar a
Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más
adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por
la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.
En este momento cabría esperar una
referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad
cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que
no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al
fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de
manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.
En realidad, esta parte del discurso
termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien
entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Ya que es frecuente echar la culpa a los
pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre
dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.
Reflexión
final
Los lecturas nos ofrecen cuatro título de
Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª
lectura); modelo a la hora de soportar el sufrimiento, la 1ª carta de Pedro (2ª
lectura); puerta del aprisco se lo aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de
Juan. En resumen, una catequesis sobre lo que Jesús significó para los primeros
cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.
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