"Ventana abierta"
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 DE NOVIEMBRE) Y LOS FIELES DIFUNTOS (2 DE NOVIEMBRE)
Web católico de Javier Olivares
Para comprender el
significado de la solemnidad de todos los santos y la conmemoración de los
difuntos hay que saber que existen tres estados en la Iglesia:
1- La iglesia peregrina en la tierra. En ella estamos nosotros hasta el día de
nuestra muerte.
2- La iglesia purgante (en el purgatorio),
la componen los difuntos que necesitan aún purificación antes de entrar en el
Cielo. Por ellos oramos el día de los difuntos, el 2 de Noviembre, para que
pronto vayan al cielo. (No rezamos por los que están en el infierno porque su
condena es irreversible)
3- La iglesia triunfante, ya glorificada en el cielo. A ellos, los santos, les
honramos el 1 de Noviembre.
MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE
Imagínate ahora como
si estuvieses en el lecho, a punto de morir y de dejar todas las cosas de este
mundo...
Oh Dios mío, dadme una
buena y santa muerte, y después la gloria eterna del Cielo...
1.- Soy joven, tengo
salud y fuerzas; y casi parece que me he hecho la ilusión de que yo no he de
morir. Y sin embargo mi vida pasa. ¡Cuántas veces he visto las aguas de un río,
cómo van bajando, bajando hacia el mar! Así mi vida va caminando, caminando
hacia el sepulcro. Cada día que pasa estoy un día más cerca de la muerte. Al
viajar en ferrocarril, ¿no he visto cómo unos bajan en una estación, otros en
otra, hasta que no queda nadie en el tren? Así en esta vida, unos acaban su
viaje en la infancia, cuando son aún pequeñitos; otros, en plena juventud. ¿No
he visto morir a algunos jóvenes, que quizá eran amigos o conocidos míos?
¿Llegará un día para mí la muerte? Ciertamente que sí. ¿Cuándo será? No lo sé.
¿En dónde moriré? No lo sé. ¿Cómo moriré? No lo sé, no lo sé. Piénsalo
unos momentos.
2 ¿Qué es morir? Es separarse el alma del cuerpo.
Han vivido siempre juntos, y es necesario separarse. El cuerpo, cada día lo
vemos, es llevado al cementerio, en donde se deshace y se pudre. Pero el alma,
¿a dónde va? Este alma que tengo, que me hace conocer, recordar, querer, ¿dónde
va? Ella no va al cementerio, sino que en el mismo instante en que se separa
del cuerpo, se presenta ante el tribunal de Dios, el cual le pide cuenta de
todo lo que ha pensado, dicho y hecho en toda su vida. Si ahora mismo tuvieras
que presentarte delante de Dios, ¿estaría tranquila tu conciencia? Piénsalo
bien.
3.- ¡Qué terrible ha
de ser presentarse delante de Dios en pecado mortal y oír la sentencia de
condenación eternal Ya no se puede volver atrás; el mundo ha pasado para
siempre y la sentencia de Dios se cumplirá, sin que valgan súplicas ni excusas
de ninguna clase. ¡Qué dulce y delicioso debe ser presentarse el alma en gracia
de Dios, es decir, sin pecado mortal algunol ¡Qué alegría al ver que se le
abren las puertas del Cielo, y que allí vivirá eternamente. Piénsalo
bien.
4- ¿Qué prefieres?
¿Qué desearías haber hecho en la hora de tu muerte? Hazlo ahora, porque después
quizá sería ya tarde. Forma el propósito de portarte bien, de cumplir los
mandamientos de la Ley de Dios, de huir del pecado y de frecuentar devotamente
los santos Sacramentos. No te dejes engañar de las vanidades del mundo, que a
tantos condenan y que pronto han de acabar; trabaja por salvar tu alma, que no
morirá nunca. Mira cómo te has portado hasta ahora; y si ves que no vas por el
camino del Cielo, procura enmendarte y cambiar de vida. Piénsalo bien.
P. Luis Rivera
Solemnidad de Todos
los Santos (1-11) y los fieles difuntos (2-11)
La solemnidad de
Todos los Santos como la conmemoración de los Difuntos, son dos celebraciones
que recogen en sí, de un modo especial, la fe en la la vida eterna. Y aunque
estos dos días nos ponen delante de los ojos lo ineludible de la muerte, dan,
al mismo tiempo, un testimonio de la vida.
El hombre, que según la ley de la naturaleza está
"condenado a la muerte", que vive con la perspectiva de la
destrucción de su cuerpo, vive, al mismo tiempo, con la mirada puesta en la
vida futura y como llamado a la gloria.
La solemnidad de Todos los Santos pone ante los ojos de
nuestra fe a todos aquellos que han alcanzado la plenitud de su llamada a la
unión con Dios. El día que conmemora los Difuntos hace converger nuestros
pensamientos hacia aquellos que, dejado este mundo, esperan alcanzar en la
expiación la plenitud de amor que pide la unión con Dios.
Se trata de dos días grandes para la Iglesia que, de algún
modo, "prolonga su vida" en sus santos y también en todos aquellos
que por medio del servicio a la verdad y el amor se están preparando a esta
vida.
Por esto la Iglesia, en los primeros días de noviembre, se
une de modo particular a su Redentor que, por medio de su muerte y
resurrección, nos ha introducido en la realidad misma de esta vida.
Juan Pablo II
Por los que amamos...
No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que
es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de
ellos... Si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual
las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y
conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... Ese
día volverás a verme... Sentirás que te sigo amando, que te amé y encontrarás
mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en
transfiguración, en éxtasis, feliz... Ya no esperando la muerte, sino avanzando
contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida.
Enjuga tu llanto y no llores si me Amas.
Texto de San Agustín
Oración del Papa Francisco por los difuntos
Dios de infinita misericordia,
confiamos a tu inmensa bondad
a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,
donde tú esperas a toda la humanidad,
redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,
muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor,
tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
con las que nos presentaremos ante el tribunal
para ser juzgados para la felicidad o la condena.
Míranos con la mirada piadosa
que nace de la ternura de tu corazón,
y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,
donde ya no puede haber arrepentimiento.
Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,
y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental
o no han tenido manera de arrepentirse
ni siquiera al final de su vida.
Que nadie tenga el temor de encontrarte
después de la peregrinación terrenal,
en la esperanza de ser acogidos
en los brazos de la infinita misericordia.
La hermana muerte corporal
nos encuentre vigilantes en la oración
y llenos de todo bien,
recogido en nuestra breve o larga existencia.
Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,
sino que en todo nos sostengas
en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.
Amén.
Frase de San Agustín
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