"Ventana abierta"
De la mano de María
Cuando la niña cumplió los tres años, Joaquín
hizo llamar a “las doncellas hebreas que estén sin mancilla” para que la
acompañaran al Templo en procesión…
Hoy celebramos la memoria obligatoria de la
Presentación de la Santísima Virgen María, celebración que fue instituida para
toda la Iglesia por el papa Sixto V en el siglo XIV. Esta antigua tradición,
como muchas relacionadas con Nuestra Señora la Virgen María, no surge de las
Sagradas Escrituras, sino de la Tradición, recogida en parte en los llamados
Evangelios Apócrifos. Esta en particular, surge del “Protoevangelio de
Santiago”, y del “Libro sobre la Natividad de María”, este último atribuido a
San Jerónimo.
Según dicha tradición, cuando la Virgen María
cumplió los tres años, San Joaquín y Santa Ana la llevaron al Templo en
cumplimiento de una promesa que Ana había hecho de consagrar al Templo el fruto
de su vientre si el Señor le concedía la gracia de concebir en su vientre
estéril: “lo llevaré como ofrenda al Señor y estará a su servicio todos los
días de su vida” (Protoevangelio de Santiago IV,1). Los nombres de los padres de la
Virgen, a quienes la Iglesia venera como santos, tampoco aparecen en el Nuevo
Testamento, sino que surgen de la Tradición recogida en los apócrifos.
Cuando la niña cumplió los tres años, Joaquín
hizo llamar a “las doncellas hebreas que estén sin mancilla” para que la
acompañaran al Templo en procesión, con “candelas encendidas”. Una imagen
hermosísima. Sigue contando la Tradición que al llegar al Templo, el Sacerdote
la recibió y, “después de haberla besado, la bendijo y exclamó: ‘el Señor ha
engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos
manifestará en ti su redención a los hijos de Israel’ (Cfr. Lc 1,48). Entonces la hizo sentar sobre la
tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó con
sus piececitos, haciéndose querer de toda la casa de Israel”. (Prot. Sant. VII,2-3).
Otras tradiciones relacionadas con la Virgen
María que no aparecen en las Sagradas Escrituras, pero surgen de, o se recogen
en, los evangelios apócrifos son: la Inmaculada Concepción, la fiesta de la
Natividad de María, las circunstancias en que José advino su esposo, la vara de
san José que floreció ante los otros pretendientes de María, el parto virginal
de María, el nacimiento de Jesús en una cueva, la mula y el buey, y la Asunción
de María.
Creemos prudente aclarar que los evangelios apócrifos no forman parte del canon o “índice” de los libros considerados como inspirados por Dios. Por ello no están incluidos en la Biblia. De ahí que no son considerados Palabra de Dios. No obstante, no están proscritos ni son considerados heréticos, por lo que los cristianos podemos leerlos, tomándolos por lo que son: historias piadosas que recogen la Tradición, unida a algunos relatos un tanto fantásticos. En otras palabras, no tenemos que creer todo lo que en ellos se relata. Para eso está el Magisterio de la Iglesia que nos guía y nos ayuda a discernir entre lo que es la Santa Tradición y lo que es fantasía.
En esta celebración de la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo, pidamos su intercesión para que nos haga dignos de ser presentados ante el Templo de la nueva Jerusalén, que son el Señor Dios y el Cordero (Ap 21,22).
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