"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (2)
“¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite.” Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.”
El texto que nos presenta la lectura evangélica
para hoy (Lc 16,1-8), es la primera parte de la llamada parábola del
“administrador astuto”, una de esas que nos deja confundidos, pues da la
impresión que está premiando la actuación de un administrador corrupto; que se
nos está poniendo como ejemplo a una persona inescrupulosa que es capaz de
cualquier trampa con tal de salir de un aprieto, al punto de que “el amo
felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido”.
¿Cómo podemos compaginar esto con el mensaje de Jesús?
Para ello, como en todo ejercicio serio de
exégesis bíblica, tenemos que remitirnos al idioma y entorno cultural de la
época que se desarrolla el relato. Veamos.
En aquellos tiempos, el administrador
usualmente era un empleado a quien el amo había escogido y adiestrado para
ejercer ese cargo. Ese administrador no recibía un salario propiamente, sino
una comisión, unos porcientos establecidos para cada renglón de lo
administrado. Por eso vemos cómo este administrador astuto altera los recibos
de forma distinta con los dos deudores. El amo iba a recibir su dinero íntegro,
pues lo que el administrador había “rebajado” a la deuda de cada uno de los
deudores era su comisión.
De ese modo, a cambio de renunciar a su
comisión, se ganó el favor de unos acreedores que podían contratarle ahora que
había quedado desempleado (recordemos que había sido despedido al comienzo del
relato). Por eso Jesús dice a sus discípulos: “Ciertamente, los hijos de este
mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.
Ahora comienza a hacer sentido el relato. No se
trata de ser “tramposo”; se trata de saber escoger y, más aún, saber renunciar
al dinero, a las riquezas, con tal de obtener un bien o beneficio mayor. ¿Y qué
beneficio mayor que el Reino de los Cielos? Este sentido se hace más claro aun
cuando examinamos la conclusión del pasaje en el texto que sigue al pasaje que
leemos hoy, en donde Jesús termina diciendo a sus discípulos: “Ningún siervo
puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o
bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios
y al dinero”.
La palabra utilizada en el texto original que
ha sido traducida como “dinero”, es mammón, palabra aramea de origen fenicio que se
refiere a aquella riqueza que ejerce tanta influencia sobre la persona al punto
que la envilece, la esclaviza, al punto de convertirse en un dios. Lo hemos
dicho en ocasiones anteriores. El dinero, la riqueza, producto de nuestro
trabajo y la bendición de Dios no son malos. Lo que no podemos permitir es que
el dinero, la riqueza, se conviertan en un “dios”, en un obstáculo para seguir
a Jesús (Cfr. Mt 19,16-22). “No
podéis servir a Dios y al dinero”.
El administrador astuto supo renunciar a su
dinero (su comisión) a cambio de ganar un beneficio mayor. Jesús nos propone al
administrador astuto como ejemplo para dejarnos saber que aún estamos a tiempo.
Si somos astutos, todavía podemos renunciar a lo que “nos toca” de este mundo
para obtener una mayor riqueza, que nos “reciban en las moradas eternas”.
Que disfruten de un hermoso fin de semana.
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