"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL T.O. (C)
“Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de
ellos será la mujer?”
El tema dominante de la liturgia de este
trigésimo segundo domingo del tiempo ordinario (Ciclo C) es la resurrección de
los muertos.
La primera lectura, tomada del segundo libro de
los Macabeos (7,1-2.914) nos narra la historia de siete hermanos que fueron
arrestados y hechos azotar junto a su madre por negarse a cumplir con el
mandato del rey Antíoco IV Epifanes que pretendía obligarles a comer carne de
cerdo prohibida por la Ley. Pero ellos se mantuvieron firmes en su fe. Uno de
ellos le dijo: “¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir
antes que quebrantar la ley de nuestros padres”. Mientras otro manifestaba su
confianza en la resurrección a la vida eterna: “Tú, malvado, nos arrancas la
vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos
resucitará para una vida eterna”.
En la lectura evangélica (Lc 20,27-38),
continuamos acompañando a Jesús en esa “última subida” que comenzó en Galilea y
culminará en Jerusalén, durante la cual Jesús ha estado instruyendo a sus
discípulos. Hoy se le acercan unos saduceos y le ponen a prueba con una de esas
preguntas cargadas que sus detractores suelen formularle. Los saduceos eran un
“partido religioso” de los tiempos de Jesús quienes no creían en la
resurrección, porque entendían que esa doctrina no formaba parte de la
revelación de Dios que habían recibido de Moisés. De hecho, la doctrina de la
resurrección aparece hacia el siglo VI antes de Cristo en una de las
revelaciones contenidas en el libro de Daniel (12,2): “Y muchos de los que
duermen en el suelo polvoriento se despertarán”.
Hoy los saduceos le plantean a Jesús el caso
hipotético de la mujer que enviuda del primero de siete hermanos sin tener
descendencia, se casa con el hermano de su esposo (Cfr. Dt 25,5-10), enviuda de este y así de con
todos los demás. Entonces le preguntan que al ésta morir, “cuando llegue la
resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado
casados con ella”.
La explicación de Jesús es sencilla: “En esta
vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida
futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no
pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la
resurrección”. En otras palabras, como no pueden morir, ya no tendrán necesidad
de multiplicarse, que es el fin primordial del matrimonio (Cfr. Gn 1,28).
Y como para rematar, dice a sus detractores: “Y
que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza,
cuando llama al Señor ‘Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob’. No es
Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos”. Podemos
afirmar que hay resurrección porque Dios nos creó para la vida, no para la
muerte, y la resurrección es la culminación de nuestra existencia (Cfr. Ap 7,9).
El “Dios de vivos” te espera en Su casa. No
desaproveches la invitación. Si no lo has hecho, todavía estás a tiempo.
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