"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
“Si tuvierais fe como un granito de mostaza,
diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’. Y os
obedecería”.
La liturgia de hoy nos propone como lectura
evangélica un pasaje (Lc 17,1-6) que podríamos dividir en tres partes.
La primera se recoge en esta advertencia de
Jesús a sus discípulos: “Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que
los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le
encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar”. Esta
advertencia, dirigida a los discípulos (y a nosotros) nos impone la grave
obligación de “vivir” el Evangelio de Jesús, vivir de acuerdo a sus enseñanzas.
Jesús se muestra siempre bien estricto en lo que respecta a sus “pequeños”, a
los humildes, los pobres, los menos afortunados, los que nos miran como “ejemplo”,
los que están en nuestro entorno, en nuestras comunidades de fe. Él no quiere
que los escandalicemos con nuestra conducta. Por el contrario, nos exige una
conducta que sirva de ejemplo. En otras palabras, que si somos cristianos, ¡que
se nos note! No vaya a ser que el que nos vea diga como Ghandi: “Me gusta tu Cristo, no me gustan tus
cristianos. Tus cristianos son tan diferentes a tu Cristo” …
Pero Jesús sabe que somos imperfectos, una
Iglesia santa compuesta por pecadores. Sabe que podemos ofender y nos pueden
ofender. Por eso nos dice: “Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se
arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve
a decirte: ‘Lo siento’, lo perdonarás”… ¡Ahí es donde eso de ser cristiano se
pone difícil! Es el amor sin límites que nos impone el seguimiento de Jesús; el
mismo Amor que nos profesa el Padre del cielo, que no se cansa de perdonarnos
cada vez que le fallamos y regresamos arrepentidos. Eso solo se logra mediante
una adhesión incondicional a Jesús. Y esa adhesión incondicional solo es
posible mediante un acto de fe. Creer en Jesús y creerle a Jesús.
Los discípulos, al enfrentarse a las exigencias
de Jesús, están conscientes de que solos no pueden, y por eso le imploran:
“Auméntanos la fe”. Jesús, al contestarles, les establece la medida de fe que
espera de ellos (nosotros): “Si tuvierais fe como un granito de mostaza,
diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’. Y os
obedecería”. Con más razón necesitamos implorar al Señor que aumente nuestra
fe.
En la Primera Lectura de hoy Ti 1,1-19 San
Pablo hace énfasis en la conducta que se espera especialmente de nuestro clero,
en quienes está centrada la mirada, tanto de los que estamos en la Iglesia como
de los que nos miran de afuera, y cómo esa conducta no debe ser motivo de
escándalo.
Los escándalos que han sacudido a nuestra
Iglesia en tiempos recientes (que no tengo que repetir aquí, pues son harto
conocidos), indican que tal vez en el pasado la Iglesia no ha sido lo
suficiente cuidadosa al momento de escoger sus presbíteros y manejar aquellos
que han incurrido en conducta escandalosa.
El papa Francisco ha enfrentado con valentía la
situación y enfatizado en la necesidad de limpiar la casa para que la santidad
de la Iglesia pueda brillar por encima del pecado de los menos, y está tomando
medidas para que ello no se repita. Oremos con fe para que el Espíritu continúe
guiando a Francisco en su misión, sin incurrir en el fariseísmo de los que lo
critican dentro de la Iglesia, haciendo que los “pequeños” se escandalicen y
creando división. El que tenga oídos que oiga…
Que esa sea la intención de nuestras oraciones durante la semana que comienza.
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