"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN LUCAS, EVANGELISTA
Hoy celebramos la
Fiesta de san Lucas, evangelista, y el Evangelio de hoy (Lc 10,1-9) nos narra
una vez más el envío de los “setenta y dos” a los lugares que él pensaba
visitar; una especie de “avanzada” como las que usan los políticos de nuestro
tiempo, para ir preparando el camino para su llegada. Ese envío es precedido
por la famosa frase de Jesús: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies”.
Desde los inicios de su vida pública Jesús había dejado establecida su
misión: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino
de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lc 4,43). En el pasaje de hoy Jesús
continúa su “subida” final a la ciudad Santa de Jerusalén en donde culminará su
obra redentora. Tiene que adiestrar a los que va a dejar a cargo de anunciar la
Buena Noticia del Reino, y los envía en una misión “de prueba”, para que
experimenten la satisfacción y el rechazo, la alegría y la frustración; para
que se curtan. Más adelante les dirá: “Vayan por todo el mundo y anuncien la
Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16,15).
En la primera lectura (2 Tim 4,10-17) encontramos a Pablo, apóstol de los
gentiles, continuando la obra misionera de Jesús, y repartiendo a sus
discípulos y colaboradores. Solo Lucas permanece con él. La mies es abundante y
los obreros pocos, así que hay que maximizar el rendimiento de cada uno de los
“obreros”. Pablo sabe que los envía “como corderos en medio de lobos”, y les
advierte de los peligros. Pero los despide con un mensaje de esperanza: “…el
Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo
oyeran los gentiles”. Jesús lo había prometido antes de su partida: “Y yo estoy
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
Especialmente a partir del Concilio Vaticano II, esa misión evangelizadora
no está limitada al clero ni a los de vida consagrada; nos compete también a
todos los laicos. Lo bueno es que el mismo Jesús nos dejó las instrucciones y,
mejor aún, prometió acompañarnos. ¿Cómo podemos rechazar esa oferta? Con razón
san Pablo decía: “¡Ay de mi si no evangelizo!” (1 Cor 9,16). ¿Quieres gozar de
la compañía de Jesús? ¡Evangeliza!
El papa Francisco ha enfatizado el talante misionero de la Iglesia,
exhortándonos a salir del encierro de nuestras iglesias y comunidades de fe
hacia la calle: “Quiero agitación en las diócesis, quiero que la Iglesia salga
a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea clericalismo, de lo
que sea comodidad (…) Si no salen, las instituciones se convierten en ONG
(organizaciones no gubernamentales) y la Iglesia no puede ser una ONG”.
Tal como Jesús envió a los “setenta y dos” y Pablo a sus discípulos y colaboradores, hoy Francisco nos envía a todos a proclamar la Buena Noticia del Reino, y a continuar construyéndolo con nuestras obras, especialmente nuestro acercamiento a los marginados de la sociedad, para que ellos puedan experimentar el amor de Dios. Anda, ¡atrévete!
No hay comentarios:
Publicar un comentario