"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE LOS SANTOS SIMÓN Y JUDAS, APÓSTOLES
“Subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la
noche orando a Dios”.
Hoy la Iglesia Universal celebra la Fiesta de
los Santos Simón y Judas, apóstoles. Estos apóstoles tenían nombres en común
con otros de los “doce”. Por eso los evangelistas y los propios apóstoles se
referían a ellos como “Zelote” (o “Celotes”) y “Tadeo”, respectivamente para
diferenciarlos de Simón Pedro y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús.
Como primera lectura para esta celebración, la
liturgia nos ofrece el fragmento de la carta a los Efesios (2,19-22), en la que
san Pablo nos recuerda que somos “ciudadanos de los santos y miembros de la
familia de Dios”, que estamos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y
profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por eso decimos que
nuestra Iglesia es “apostólica”.
El relato evangélico que nos brinda la liturgia
de hoy (Lc 6,12-19) nos narra la elección de “los doce”. Este pasaje, que
comienza diciéndonos que “por aquellos días se fue él (Jesús) al monte a orar,
y se pasó la noche en la oración de Dios”, nos apunta a una característica de Jesús:
Él vivió toda su vida pública en un ambiente de oración; desde su bautismo (Lc
3,21), hasta su último aliento de vida (Lc 23,46). Son innumerables las
ocasiones en que Jesús “se retiraba a un lugar apartado a orar”. De hecho, el
evangelio según san Lucas nos presenta a Jesús orando en al menos once
ocasiones. Podemos decir que toda su misión, su actividad salvadora, se
alimentaba constantemente de ese diálogo silencioso y amoroso con su Padre
celestial.
La elección de los apóstoles no fue la
excepción. Por eso encontramos a Jesús en profunda oración previo a la elección
de los doce. No debemos olvidar que Jesús es Dios, pero aun así deseaba
“compartir” su decisión con el Padre y el Espíritu en ese misterio insondable
del Dios Uno y Trino. Vemos por otro lado que su oración no se limitó a una
“visita de cortesía”. No, pasó toda la noche en oración.
Jesús nos invita constantemente a seguirle. Y
el verdadero discípulo sigue los pasos del maestro, imita al maestro. Si
analizamos la vida de los grandes santos y santas de nuestra Iglesia
descubrimos un denominador común: Todos fueron hombres y mujeres de oración,
personas que “respiraban” oración; personas comunes como tú y como yo, que
forjaron su santidad a base de la oración. Discípulos que supieron seguir los
pasos del Maestro. Personas como Santo Domingo de Guzmán y tantos otros que
supieron pasar las noches en vela dialogando con el Padre, tal y como lo hacía
Jesús.
Hoy debemos preguntarnos, ¿cuándo fue la última
vez que yo pasé una noche, o una mañana, o una tarde entera teniendo una
conversación de amigos con Dios? Lo mejor que tiene ese amigo es que SIEMPRE
está disponible; no tenemos que “textearle” ni llamarlo para saber si está en
casa, o si puede recibirnos. Tan solo tenemos que pensarle.
Es cierto, no todos podemos dedicar una noche,
o un día completo a la oración, pero si sumamos las horas que pasamos
“descansando”, “chateando”, o viendo la tele, tendremos una medida de cuánto
tiempo podemos dedicar a la oración. Estoy seguro de que Simón y Judas lo
hicieron.
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