"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO
DE LA VIGÉSIMA SEXTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es
irrealizable para ti”.
La liturgia de hoy nos presenta la conclusión
del libro de Job (42,1-3.5-6.12-16). En la primera lectura de ayer (38,1.12-21;
40,3-5) veíamos cómo Dios le planteaba a Job, y este reconocía, la grandeza y
soberanía de Dios y lo insondable de sus misterios, y terminaba reconociendo su
pequeñez. La semilla de la fe.
Hoy vemos la respuesta de Job: “Reconozco que
lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti, yo, el que te empaño tus
designios con palabras sin sentido; hablé de grandezas que no entendía, de
maravillas que superan mi comprensión. Te conocía sólo de oídas, ahora te han
visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y
ceniza”. Job reconoce que tenía una idea errónea de Dios. Así, desde el
sufrimiento, aprende a conocerle; se consolida su fe.
En este pasaje encontramos también el diálogo
entre Dios y el hombre que constituye la verdadera oración; ese diálogo entre
Dios y el hombre motivado por la fe, y que a la vez sirve para fortalecer,
acrecentar esa fe. Dios nos habla; nosotros le escuchamos y le respondemos.
Como nos dice Nöel Quesson, “una de las mejores definiciones de la ‘oración’: dialogar con Dios.
Escuchar a Dios, hablar a Dios”. Es mediante la oración que conocemos mejor a
Dios; y mientras más le conocemos, más le amamos; y mientras más le amamos, más
queremos conocerle.
Y a pesar de que este libro de Job, junto a los
otros libros sapienciales, ya comienzan a apuntarnos al concepto de la
retribución, el “premio” en la vida eterna (contrario al concepto judío de que
el hombre “justo” recibía su “recompensa” en este mundo – algo similar a esas
sectas de hoy en día que predican la “prosperidad”), en Job encontramos que al
final, por haber perseverado en su fe a pesar de todas las calamidades que tuvo
que soportar, Dios le premia con una prosperidad superior a la anterior. Y el
autor, en un final más apetecible para el lector de la época, nos dice que Job
vivió una larga vida rodeado de sus hijos e hijas, nietos y biznietos. “Y Job
murió anciano y satisfecho”.
Con la llegada del Cristo y su misterio pascual
(su pasión, muerte, resurrección y glorificación), que nos abrió el camino a la
vida eterna, vemos en este “final feliz” de Job un tímido anticipo de la
verdadera felicidad que nos espera en la “Nueva Jerusalén”, cuando estemos
contemplando el rostro de Dios por toda la eternidad (Cfr. Ap 21,3-5).
Hoy, pidamos al Señor que, aunque a veces por
nuestra debilidad humana le reclamemos, y hasta le recriminemos en nuestros
momentos de prueba, nos brinde la fortaleza y la perseverancia en la fe que
mostró Job. Así nuestras tribulaciones se convertirán en experiencias de
purificación que, lejos de alejarnos, nos acercarán más a Él, asemejándonos a
su Hijo.
Que pasen todos un hermoso fin de semana lleno
de la PAZ que sólo Dios puede brindarnos. No olviden visitar su Casa; Él les
espera.
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