"Ventana abierta"
Leonardo Molina García. S.J.
HOMENAJE A LOS APÓSTOLES ANÓNIMOS
José Luis Sicre
Fe adulta
Domingo 14 Tiempo Ordinario. Ciclo C
La liturgia ofrece la posibilidad de
elegir un texto largo u otro breve del evangelio. El motivo es que la segunda
parte del discurso de Jesús tiene palabras muy duras contra los pueblos que no
acojan a los discípulos; en nuestra época, tan políticamente correcta, pueden
escandalizar a algunas personas. Y las referencias finales a Satanás y a
pisotear serpientes y escorpiones resultan lejanas a nuestra cultura. Limito el
comentario a la primera parte.
Lectura breve políticamente correcta
(Lucas 10, 1-12)
Quien conoce el evangelio de Mateo sabe
que Jesús envió a los Doce con instrucciones muy parecidas. Pero Lucas no habla
de doce, sino de setenta y dos (6 x 12: otro número simbólico). En su
perspectiva, la misión no es obra de un pequeño grupo de selectos; si el
mensaje del evangelio se difundió por el imperio romano fue gracias a gran
número de personas anónimas, igual que ocurre en nuestros días.
Curiosamente, lo primero que deben hacer
los setenta y dos es rezar para que el Señor envíe operarios a su mies. El tema
empalma con el del domingo pasado, a propósito de los tres casos de vocación. Jesús
hablaba con tanta dureza que parecía no querer seguidores. Aquí queda claro que
son absolutamente necesarios y hay que pedir al dueño de la mies que los envíe.
El dueño de la mies no es Dios Padre, sino el mismo Jesús, que les ordena
ponerse en camino. Con una advertencia y unas órdenes.
La advertencia: la tarea no será fácil ni
agradable. Van como corderos en medio de lobos. Mateo, cuando copia esta frase,
añade otras palabras de Jesús: “Sed prudentes como serpientes y sencillos como
palomas”. Haced lo posible para que el lobo no os coma. Lucas ve otro tipo de
peligro en los lobos, y otra forma de afrontarlo. El peligro no es la
dentellada que provoca la muerte sino la que desprestigia y tira por tierra el
mensaje del evangelio. El imperio romano estaba repleto de grupos y
predicadores religiosos parecidos a muchos de los actuales que utilizan la
religión como forma de ganarse la vida. Por eso, la mejor forma de evitar las
dentelladas de los lobos es llevar una forma de vida pobre y austera: No
llevéis talega, ni alforja, ni sandalias. La talega hace referencia al
dinero, la alforja al alimento, las sandalias al vestido.
Luego añade Lucas unas palabras que sólo
se encuentran en su evangelio: y no os detengáis a saludar a nadie por
el camino. Eso mismo le dijo el profeta Eliseo a su criado Guejazí, un
día que lo envió a una misión urgente (curar al hijo de la sunamita). Lucas,
que conocía el Antiguo Testamento de memoria, pensó que este momento era el
adecuado para poner en boca de Jesús las mismas palabras. La misión de los
discípulos es urgente, no se puede perder el tiempo charlando a mitad de
camino.
¿Qué hacer cuando llegan a un pueblo o
aldea? Jesús concede una importancia capital al alojamiento, insistiendo en no
cambiar de casa. Probablemente refleja su experiencia personal; y Lucas, la de
los primeros misioneros. El cambiar de casa puede provocar muchos celos y
tensiones.
Las palabras siguientes resultan extrañas
en este sitio: Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que
os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros
el Reino de Dios". Los discípulos ya habían llegado a un pueblo y
habían sido bien acogidos por una familia, que les da de comer. Si Lucas
hubiera escrito con ordenador, quizá habría marcado bloque, cortado y pegado,
cambiando el orden de las frases. O quizá no, porque este orden ilógico deja
para el final, dándole mayor importancia, la misión de los discípulos: curar a
los enfermos y anunciar la cercanía del Reino de Dios.
Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c
El texto, muy poético, puede desconcertar
al lector moderno. Por eso comienzo con dos aclaraciones:
1) Para un judío, Jerusalén representa
infinitamente más que para un católico Roma o el Vaticano. Desde el siglo VI
a.C. hasta el tiempo de Jesús, que fueron los siglos más duros en la historia
de Judá (dominio sucesivo de babilonios, persas, griegos y romanos), la mayor
esperanza se centraba en la gloria y esplendor de Jerusalén. El tema aparece en
numerosos textos proféticos y Salmos.
2) Jerusalén es representada como ciudad y
como madre. Como ciudad, quedó destruida después de la conquista de los
babilonios en el año 586 a.C. Como madre, se vio desprovista de hijos, porque
fueron deportados. Y los hijos, a su vez, están desprovistos del alimento y el
cariño de su madre.
En este contexto, el profeta proclama su
mensaje utópico, centrado en la vuelta de los hijos a su madre: la mayor
alegría para Jerusalén y el mayor consuelo para los desterrados. También habla,
en el centro, de la paz y la riqueza que inundarán la ciudad. Un mundo
maravilloso de alegría, consuelo, paz y esplendor.
¿Cómo se consigue? ¿Qué deben hacer los
judíos? Según este poema, nada. Todo lo hace Dios. Es él quien hace derivar
hacia Jerusalén la paz y la riqueza de las naciones; es él quien consuela. Es
él quien manifiesta a sus siervos su poder (su mano), como dice la última frase
del poema.
Dos formas de utopía: el contraste entre
Isaías y el evangelio
El mundo utópico de Isaías se realiza sin
esfuerzo alguno, por pura obra de Dios. En cambio, el mundo utópico que
predican Jesús y los discípulos conlleva mucho sacrificio y esfuerzo. Además,
es un mensaje que puede ser rechazado, como le ocurrió al mismo Jesús en
Corazoin y Betsaida. Pero la última palabra es de victoria y esperanza:
Satanás, símbolo de la oposición al evangelio, cae del cielo como un rayo,
mientras que los discípulos triunfan sobre los espíritus inmundos y, sobre
todo, sus nombres están escritos en el cielo [en la versión larga del
evangelio].
Además, y esta es la gran aportación de
Lucas, esos discípulos enviados a la misión no son un grupo de superselectos.
Todos hemos conocido gente que nos ha hecho gran bien desde el punto de vista
humana y cristiano, que nos han anunciado el Reino de Dios. Y también nosotros
hemos llevado y debemos llevar adelante esa tarea, a veces dura, y a menudo con
sensación de fracaso. Pero esto no es motivo para dejar de esperar en el
triunfo de la utopía.
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