"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
CRISIS ECONÓMICA Y DISFRUTE DE LA RIQUEZA
Fe adulta
José Luis Sicre
Domingo 18 del Tiempo Ordinario. Ciclo C
En un momento de grave crisis económica,
cuando muchas familias no saben cómo llegarán al fin de mes, resulta irónico
que el evangelio nos ponga en guardia contra el deseo de disfrutar de nuestra
riqueza. Sin embargo, Lucas no escribía para millonarios, y algún provecho
podían sacar de la enseñanza de Jesús incluso los miembros más pobres de su
comunidad. Las dos lecturas de hoy coinciden en denunciar el carácter engañoso
de la riqueza, pero Jesús añade una enseñanza válida para todos.
Una elección curiosa: la primera lectura
En el Antiguo Testamento, la riqueza se ve
a veces como signo de la bendición divina (casos de Abrahán y Salomón); otras,
como un peligro, porque hace olvidarse de Dios y lleva al orgullo; los profetas
la consideran a menudo fruto de la opresión y explotación; los sabios denuncian
su carácter engañoso y traicionero. En esta última línea se inserta la primera
lectura de hoy, que recoge dos reflexiones de Qohélet, el famoso autor del
“Vanidad de vanidades, todo vanidad”.
La primera reflexión afirma que todo lo
conseguido en la vida, incluso de la manera más justa y adecuada, termina, a la
hora de la muerte, en manos de otro que no ha trabajado (probablemente piensa
en los hijos).
La segunda se refiere a la vanidad del
esfuerzo humano. Sintetizando la vida en los dos tiempos fundamentales, día y
noche, todo lo ve mal: De día su tarea es sufrir y penar, de noche no
descansa su mente.
Ambos temas (lo conseguido en la vida y la
vanidad del esfuerzo humano) aparecen en la descripción del protagonista de la
parábola del evangelio.
Petición, parábola y enseñanza (Lc
12,31-21)
En el evangelio de hoy podemos distinguir
tres partes: el punto de partida, la parábola, y la enseñanza final.
El punto de partida es la petición de uno: Maestro,
di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Si esa misma
propuesta se la hubieran hecho a un obispo o a un sacerdote, inmediatamente se
habría sentido con derecho a intervenir, aconsejando compartir la herencia y
encontrando numerosos motivos para ello. Jesús no se considera revestido de tal
autoridad. Pero aprovecha para advertir del peligro de codicia, como si la
abundancia de bienes garantizara la vida. Esta enseñanza la justifica, como es
frecuente en él, con una parábola.
La parábola. A diferencia de Qohélet, Jesús no presenta
al rico sufriendo, penando y sin lograr dormir, sino como una persona que ha
conseguido enriquecerse sin esfuerzo; y su ilusión para el futuro no es
aumentar su capital de forma angustiosa sino descansar, comer, beber y
banquetear.
Pero el rico de la parábola coincide con
el de Qohélet en que, a la larga, ninguno de los dos podrá conservar su
riqueza. La muerte hará que pase a los descendientes o a otra persona.
La enseñanza final. Si todo terminara aquí, podríamos leer los
dos textos de este domingo como un debate entre sabios.
Qohélet, aparentemente pesimista (todo lo
obtenido es fruto de un duro esfuerzo y un día será de otros) resulta en
realidad optimista, porque piensa que su discípulo dispondrá de años para gozar
de sus bienes.
Jesús, aparentemente optimista (el rico se
enriquece sin mayor esfuerzo), enfoca la cuestión con un escepticismo cruel,
porque la muerte pone fin a todos los proyectos.
Pero la mayor diferencia entre Jesús y
Qohélet la encontramos en la última frase.
Así es el que atesora riquezas para sí, y
no se enriquece en orden a Dios. Frente
al mero disfrute pasivo de los propios bienes (Qohélet), Jesús aconseja una
actitud práctica y positiva: enriquecerse a los ojos de Dios.
Jesús y el Banco Central Europeo
El BCE, en su intento de frenar la inflación, ha decidido subir los tipos de interés para que no invirtamos ni gastemos más de lo preciso. Jesús, en cambio, nos invita a invertir, pero de forma muy distinta, enriqueciéndonos a los ojos de Dios. Las posibilidades son múltiples, recuerdo una sola. Las ONG que trabajan en África y otros países del Tercer Mundo recuerdan a menudo lo mucho que se puede hacer a nivel alimenticio, sanitario, educativo, con muy pocos euros. Quienes no corren peligro, como el protagonista de la parábola, de disfrutar de enormes riquezas, pueden aprovechar lo que tienen, incluso poco, para hacer el bien y enriquecerse a los ojos de Dios.
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