"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Jornada Mundial de los Abuelos
Carta pastoral del arzobispo
La Iglesia Católica
celebra el próximo día 26 de julio la festividad de Santa Ana y San Joaquín,
padres de la Virgen María y patronos de los abuelos. El domingo 24 celebramos
la II Jornada Mundial de los Abuelos, siguiendo la iniciativa del Papa Francisco.
El lema de este año es: “En la vejez seguirán dando fruto”. Se inspira en
el Salmo 92, versículo 15. El Papa nos ha obsequiado con un precioso mensaje en
el que resalta que esta idea va a contracorriente respecto a lo que el mundo
piensa sobre esta etapa de la vida, y también respecto a la actitud de no pocas
personas mayores que afrontan el futuro desde la pura resignación, con poca o
ninguna esperanza.
La ancianidad, ciertamente, no es una etapa fácil de comprender, porque a
pesar de que llega después de un largo camino, nadie está del todo preparado
para afrontarla. El final de la actividad laboral, la pérdida de energías
físicas y mentales, el hecho de que los hijos ya han formado sus propias
familias, etc., van apagando las motivaciones que sostenían los proyectos en
los que se han gastado muchas energías. La conciencia de que las fuerzas
declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras
seguridades y certezas. El ritmo de vida tan acelerado y los cambios continuos
en nuestra sociedad pueden llevar a que la persona se encoja, se repliegue en
sí misma, a que se sienta abandonada. Es lo que lleva al salmista a exclamar:
“En la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío” (71,18).
La confianza en el Señor y en las personas con las que compartimos el
camino nos dan la fuerza para descubrir que el hecho de envejecer, más allá del
deterioro natural del cuerpo y la pérdida progresiva de energías, significa
también el don de una larga vida, una vida que sigue siendo fructífera.
Recuerdo una conversación con mi madre ya anciana, en la que me dijo: “Hijo
mío, ya no puedo ayudarte, ya sólo puedo rezar por ti y por tus trabajos”. Yo
le contesté: “Mamá, tú sabes bien que lo más importante es la oración. Así que
ahora te podrás concentrar en lo más esencial: rezar por mi ministerio, por la
Iglesia y por el mundo”. Ella lo entendió perfectamente porque era una mujer de
oración. A partir de aquel momento todas sus oraciones y también sus dolencias
eran ofrecidas por el Papa, los obispos, los sacerdotes, la Iglesia y el mundo
entero.
La ancianidad no es un tiempo estéril en el que las personas pasan a ser
únicamente objeto de cuidados y atenciones por parte de la familia o los
profesionales de la salud, hasta que se apaguen del todo. La ancianidad no es
una carga inútil, deprimente, como un lastre existencial que se debe evitar a
toda costa, o como mucho, soportar con resignación. Al contrario, se puede
convertir en colaboración eficaz en la obra de la salvación si se unen las
dolencias y sufrimientos a los padecimientos de Cristo, a su cruz. Del mismo
modo, si se dedica buena parte del tiempo a la oración, que es la fuerza
principal de la vida de la Iglesia. En consecuencia, se convierte en fuente de
salvación, en fuente de santificación personal, y en fuente de una esperanza
que nada ni nadie es capaz de arrebatar.
La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una ocasión para
celebrar que el Señor les ha concedido llegar a “una edad avanzada”. La hemos
de celebrar en las familias y comunidades, y cuidar también la atención de los
que están más solos, conscientes de que la visita a los ancianos que están
solos es una obra de misericordia muy propia de nuestro tiempo. María, Madre de
Misericordia, nos enseñe a llevar a cabo esta tarea de amor y de ternura.
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