"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
SORDERA DE LOS DISCÍPULOS Y PELEA POR EL PRIMER PUESTO
17 Cuando iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino:
18 « Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte
19 y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo.
21 El le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.»
22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.»
23 Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre.
24 Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos.
25 Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder.
26 No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor,
27 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo;
28 de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt. 20, 17-28)
En verdad, la madre de Santiago y Juan y ellos mismos, no sabían lo que pedían cuando le exigen a Jesús los primeros puestos en su Reino: ellos le hablaban de un reino, como los de la tierra, donde el poder no es servicio sino tiranía y opresión. Esta posesión sólo hace que volverlos egoístas y dominadores sobre los demás...
Antes de esta insolente petición, Jesús les habla de su sacrificio por amor, de su silencio ante las humillaciones de los poderosos religiosos de su tiempo y los poderes civiles opresores. Éstos no tienen más que miras egoístas y malvadas y éstas le llevarán a las burlas, a los azotes y por fin a la crucifixión... Y al tercer día de muerto, resucitará...
Los apóstoles sabían muy bien lo que era la crucifixión. A todos les horrorizaba este suplicio, y las burlas y humillaciones, sabían también muy bien lo que suponía para un hombre. Por esto, porque preferían no pensar en ello, aunque el Maestro les hablaba de algo que le había de suceder, apartaron sus oídos de las Palabras de Jesús, se hicieron sordos a este mensaje y en su frivolidad, se entretenían en pretensiones muy humanas y nada divinas...
La paciencia de Jesús ante su insensibilidad es maravillosa. Como si les cogiera de la mano para conducirlos a ser sus discípulos, sus seguidores: y esto hasta beber el mismo cáliz que Él iba a beber: “¿Sois capaces de beberlo?... “¡Sí, lo somos!”... Con la boca confiesan a Jesús, pero su voluntad está todavía muy lejos de entregarle toda su vida por amor. Y poco a poco, les va explicando en qué consiste su seguimiento: han de servirse unos a otros, hasta hacerse un esclavo, como Jesús: “Aceptó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos, como uno cualquiera”. Y si así lo dispone el Padre, habrán de dar la vida por los hermanos: ¡esto, es ser cristiano!...
Así lo entendieron muy bien los apóstoles después que Jesús resucitó y el Espíritu Santo les abrió brecha en el entendimiento y más en el corazón. Y así lo han practicado, después de ellos, los santos que nos ayudan con su vida y ejemplo a seguir los pasos de Jesús…
¡Nosotros, Señor, somos débiles y a veces muy humanos, pero Tú puedes convertir nuestras miras terrenas en deseos de entrega y servicio por amor! ¡Tú lo puedes todo, lo que para el hombre con sus fuerzas es imposible, tú gracia nos cambia el corazón hasta decir: “¡Lo que Tú quieras, Jesús!, ¡Cómo Tú quieras! ¡Y cuándo Tú quieras, con tu poder y tú misericordia!”...
¡Que así sea, mi Señor Jesús y mi Amor!…
No hay comentarios:
Publicar un comentario