"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE CENIZA
“Conviértete y cree en el Evangelio”.
Hoy celebramos el miércoles de
ceniza. Comenzamos el tiempo
“fuerte” de Cuaresma. Durante este tiempo especial la Iglesia nos invita a
prepararnos para la celebración de la Pascua de Jesús.
La Cuaresma fue inicialmente creada como la
tercera y última etapa del catecumenado, justo antes de recibir los tres
sacramentos de iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía.
Durante ese tiempo, junto a los catecúmenos, la iglesia entera, los ya
bautizados, vivían como una renovación bautismal, un tiempo de conversión más
intensa.
Como parte de la preparación a la que la
Iglesia nos invita durante este tiempo, nos exhorta a practicar tres formas de
penitencia: el ayuno, la oración y la limosna. Estas tres formas de penitencia
expresan la conversión, con relación a nosotros mismos (el ayuno), con relación
a Dios (la oración), y a nuestro prójimo (limosna). Y las lecturas que nos
brinda la liturgia para este día, nos presentan la necesidad de esa “conversión
de corazón”, junto a las tres prácticas penitenciales mencionadas.
La primera lectura, tomada del profeta Joel
(2,12-18), nos llama a la conversión de corazón, a esa metanoia de que hablará Pablo más adelante; esa
que se da en lo más profundo de nuestro ser y que no es un mero cambio de
actitud, sino más bien una transformación total que afecta nuestra forma de
relacionarnos con Dios, con nuestro prójimo, y con nosotros mismos: “oráculo
del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos”.
En la misma línea de pensamiento encontramos a
Jesús en la lectura evangélica (Mt 6,1-6.16-18). En cuanto a la limosna nos
dice: “cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen
los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la
gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio,
cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así
tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
Respecto a la oración: “Cuando oréis, no seáis
como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las
esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya
han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto,
cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve
en lo secreto, te lo recompensará”.
Y sobre el ayuno nos dice: “Cuando ayunéis, no
pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer
ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu
ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.
Al igual que la conversión, las prácticas
penitenciales del ayuno, la oración y la limosna, han de ser de corazón, y que
solo Él se entere. Esa es la única penitencia que agrada al Señor. La
“penitencia” exterior, podrá agradar, y hasta impresionar a los demás, pero no
engaña al Padre, “que está en lo escondido” y ve nuestros corazones.
Al comenzar esta Cuaresma, pidamos al Señor que
nos permita experimentar la verdadera conversión de corazón, al punto que
podamos decir con san Pablo: “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gal
2,20).
Hoy te invito a acudir al Templo a recibir la
ceniza; no por costumbre o tradición ni como un rito exterior vacío, sino como
signo de conversión y penitencia interior.
Recuerda que hoy es día de ayuno y abstinencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario