"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DESPUÉS DE CENIZA
“El que quiera seguirme, que se niegue a sí
mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.
Acabamos de comenzar el “tiempo fuerte” de
Cuaresma, y la lectura evangélica que nos presenta la liturgia para este
“jueves después de ceniza” es la versión de Lucas del primer anuncio de la
Pasión (Lc 9,22-25). Siempre nos ha llamado la atención el hecho de que los
anuncios de la Pasión de Jesús van unidos al anuncio de su gloriosa
Resurrección. Así, dice a sus discípulos: “El Hijo del hombre tiene que padecer
mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser
ejecutado y resucitar al tercer día”.
Luego, dirigiéndose “a todos” (a ti y a mí) nos
invita a seguirle, señalándonos de paso el camino de la salvación: “El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo”. Vemos que la fórmula que Jesús nos propone está matizada por
tres verbos: “negarse”, “tomar” la cruz y “seguirle”. Examinemos brevemente el
significado y alcance de cada uno.
El “negarse a sí mismo” implica que el
verdadero discípulo de Jesús tiene que ser capaz de relegar a un segundo plano
su interés propio para atender las necesidades del prójimo; tiene que superar
la cultura del “yo”; tiene que “vaciarse”. Es decir, tiene que estar
completamente libre para “darse” a los demás tal como lo hizo Jesús. Esta
opción de vida generalmente implica privaciones, dolor y sufrimiento, que
asociamos también a “cargar con la cruz”.
El “tomar la cruz”, o cargar con la cruz, tiene
un significado más profundo de lo que aparenta a primera vista. Para
comprenderlo a plenitud tenemos que adentrarnos en el ambiente cultural de la
época de Jesús. “Cargar con la cruz” era el último acto del condenado a la
ignominiosa muerte de cruz; era recorrer el camino al lugar donde se iba a
efectuar la ejecución llevando a cuestas el madero (patibulum), mientras todos le abucheaban, le escupían y
se burlaban de él. Más terrible aún era tal vez el sentimiento de sentirse
despreciado por todos y expulsado de la sociedad, al punto que esa persona se
consideraba muerta para todos los fines legales, sin derechos ni defensa
alguna. De igual modo los que nos llamamos discípulos de Jesús tenemos que
estar prestos a cargar con nuestra “cruz de cada día” soportando la burla y el
desprecio, aún de los nuestros, pensando, no en el dolor ni en la humillación
del momento, sino en la resurrección del día final (Cfr. Jn 6,54).
El “seguirle”, como hemos visto, implica mucho
más que un mero seguimiento exterior, un dirigirse en la misma dirección. El
seguimiento de Jesús va mucho más allá. Se trata de un seguimiento interior,
una adhesión a Su proyecto de vida, una comunión de vida, un estar dispuesto a
compartir el destino del Maestro. Es el camino que vamos a recorrer durante
esta Cuaresma, durante la cual acompañaremos a Jesús camino a su Pasión y
muerte, pero con la mirada fija en la Gran Noche; la Vigilia Pascual, que es la
antesala de la culminación del Misterio Pascual de Jesús: su Resurrección
gloriosa. ¡Vivimos para esa Noche!
¡Esa es nuestra fe!
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