"Ventana abierta"
II Domingo de
Cuaresma – Ciclo C
Evangelio por
Odres Nuevos
"Escuchar a Jesús"
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En aquel tiempo, Jesús cogió a
Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y,
mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de
blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y
a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
- «Maestro, qué bien se está
aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al
entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
«Éste es mi Hijo, el escogido,
escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
"ESCUCHAR A JESÚS"
Los cristianos de
todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada
tradicionalmente «la transfiguración del Señor». Sin embargo, a los que
pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el
significado de un relato, redactado con imágenes y recursos literarios, propios
de una «teofanía» o revelación de Dios.
Sin
embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten
descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta
hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus
discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente «para orar», no
para contemplar una transfiguración.
Todo
sucede durante la oración de Jesús:
«Mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió».
Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su
Padre, y su rostro cambia.
Los discípulos perciben algo de su identidad más
profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada
día.
En la vida
de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría
y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos
que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la
identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es
posible obtener de los libros.
Lucas dice
que los discípulos apenas se enteran de nada, pues «se caían de sueño» y sólo
«al espabilarse», captaron algo. Pedro sólo sabe que allí se está muy bien y
que esa experiencia no debería terminar nunca.
Lucas dice que «no
sabía lo que decía».
Por eso,
la escena culmina con una voz y mandato solemne.
Los discípulos se ven
envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo,
de aquella nube sale una voz:
«Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle».
La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.
Los
cristianos de hoy necesitamos urgentemente «interiorizar» nuestra religión si
queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída,
rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha
inteligente preocupada sólo de entender.
Necesitamos
escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y
pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de
Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de
nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más
contagiosa.
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