"Ventana abierta"
¿Y si
después de todo, San José fuera sobrino de la Virgen María?
Por En cuerpo y alma
ReligionenLibertad
En un San José tan especial
que es festivo sólo en algunas regiones de España y en aquellas en las que lo
ha sido se ha trasladado al día de ayer, no parece mal día para formularse una
pregunta tan extraña como el festejo: “Y María y José ¿acaso
no podrían haber sido parientes entre sí?”.
Desde el punto de vista más prosaico, la
hipótesis se presenta como plausible, tanto si, según parece indicar Lucas, María y José fueran
nazaretanos, como si, según parece indicar Mateo, fueran
betlemitas, pues tanto Belén como sobre todo Nazaret eran pequeñas aldeas
que apenas superaban algún centenar de habitantes, con alto grado,
cabe presumir, de parentesco entre ellos.
Pero no sólo el sentido común permite tal
interpretación, sino que la hipótesis que da título a este artículo ha tenido a
lo largo de la historia importantes valedores.
Lo primero que ha de decirse al respecto es que
el casamiento entre parientes no está prohibido entre los judíos, sino sólo en
algunos casos. Las reglas judías de la consanguinidad matrimonial se recogen en
general en el Levítico, en su capítulo 18:
“No descubrirás la desnudez de tu padre ni la
desnudez de tu madre. Es tu madre; no descubrirás su desnudez.
No descubrirás la desnudez de la mujer de tu
padre: es la misma desnudez de tu padre.
No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija
de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o fuera de ella.
No descubrirás la desnudez de la hija de tu
hijo o de la hija de tu hija: es tu propia desnudez.
No descubrirás la desnudez de la hija de la
mujer de tu padre, engendrada por tu padre: es tu hermana.
No descubrirás la desnudez de la hermana de tu
padre: es carne de tu padre.
No descubrirás la desnudez de la hermana de tu
madre: es carne de tu madre.
No descubrirás la desnudez del hermano de tu
padre; no te acercarás a su mujer: es tu tía.
No descubrirás la desnudez de tu nuera: es la
mujer de tu hijo; no descubrirás su desnudez.
No descubrirás la desnudez de la mujer de tu
hermano: es la desnudez de tu hermano”. (Lv. 18, 616).
Reglas que planteadas, como se ve, desde el
punto de vista masculino, (aunque nada impida su aplicación a la mujer),
prohíben “descubrir la desnudez” de padre, de madre, de
madrastra, de hermanas o medio hermanos (nada dice de hermanastros), de nietos,
de tías paternos o maternos, de los cónyuges de éstos, de nueras y de
cuñadas... pero no de primos o parientes más lejanos.
La propia Biblia registra casos de parientes
casados, como es el caso de Najor y Milcá, a lo
que parece tío y sobrina:
“Éstos son los descendientes de Téraj: Téraj
engendró a Abrán, a Najor y a Harán. Harán engendró a Lot. Harán murió en vida
de su padre Téraj, en su país natal, Ur de los caldeos. Abrán y Najor se
casaron. La mujer de Abrán se llamaba Saray, y la mujer de Najor, Milcá, hija
de Harán” (Gn. 11, 27-29)
Entrando de lleno en el tema que nos ocupa, lo
que algunas fuentes apuntan en lo relativo a una hipotética consanguinidad
de José y María sólo permite especular
con un parentesco lejano.
Así lo hace, con toda claridad, la famosa “Leyenda
Dorada”, uno de los más afamados tratados hagiográficos medievales,
obra de Jacobo de la Vorágine (12281298), el cual, apelando
por cierto a la autoridad de San Juan Damasceno (675-749), escribe:
“En el capítulo primero de Mateo leemos: “José
hijo de David no temas tomar por esposa a María”. De esa misma casa de David
había de descender en su día Cristo Jesús. Quien quiera conocer el proceso de
esa generación, tenga en cuenta como muy bien advierte Juan Damasceno, lo
siguiente: que de la rama del profeta Nayan, hijo de David, descendió Melqui y
que José era descendiente de Melqui en cuarto grado y en línea recta, como
consta por el capítulo III del Evangelio de San Lucas. Melqui fue pues abuelo
del abuelo de José. Como Melqui tuvo un hermano llamado Panthera, que engendró
a Bar Panthera y éste a su vez engendró a Joaquín padre de la gloriosa Virgen
María, y como de la rama de Salomón que también fue hijo directo de David,
descendió Matán abuelo de San José puesto que Matán y su esposa fueron los
padres de Jacob, y Jacob fue el padre de San José síguese con toda claridad que
tanto la bienaventurada Virgen María como su esposo San José, que ya antes de
casarse estaban emparentados entre sí, eran de muy ilustre linaje, pues ambos
procedían de la Casa de David”.
Interpretación de la que se colige que José sería
sobrino 4º de María, y que si bien se fundamenta en los evangelios
-concretamente en el de Lucas (ver Lc. 3, 23-38)- por lo que
al Melqui tatarabuelo de José se refiere,
recurre a alguna fuente desconocida por lo que hace al Panthera y
al Bar Panthera que son los ascendientes de Joaquín, y
por ende de María, su hija. Una exégesis curiosa que no deja de
tener un aliciente: brindar una explicación a la referencia que algunos pasajes
del Talmud realizan a un personaje que algunos asimilan
a Jesús, denominado precisamente Ben Panthera (“hijo
de Panthera”).
La vía del parentesco entre los padres de Jesús es
también la de algunos apócrifos que otorgan a María la
pertenencia a la Casa de David, una pertenencia que antes que ellos
ya ha atribuído el Evangelio de Lucas a “un hombre
llamado José, de la casa de David” (Lc. 1, 27), es decir, a su marido.
Así lo hace por ejemplo el Libro de la Natividad de María cuando
afirma que “la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María descendía
de estirpe regia y pertenecía a la familia de David” (op. cit. 1, 1)
El propio San Pablo podría
militar en la tesis de la pertenencia de María a la casa
de David, y en consecuencia de su parentesco con José,
cuando afirma, sin explicar la procedencia paterna o materna, que Jesús era “nacido
del linaje de David según la carne”. Alusión que bien podría referirse
a María, tesis a favor de la cual podría abundar no sólo la
atribución por Pablo, -sobre todo en la Carta a los Hebreos,
pero también en la de Romanos(1, 4), la Segunda a Corintios (1,
19), Gálatas (2, 20), Efesios (4, 13)- de la
filiación divina de Jesús por vía paterna, sino también el
hecho de que, como se sabe, la condición judaica se transmite entre los judíos
por vía materna, lo que parece consecuencia del precepto deuteronómico que
ordena:
“Tu hija no la darás a su hijo [de un extranjero] ni tomarás una hija
suya para tu hijo, porque apartaría a tu hijo de mi seguimiento, y serviría a
otros dioses; y la ira de Yahvé se encendería contra vosotros y se apresuraría
a destruiros” (Dt. 7, 3-4)
Un pequeño divertimento exegético.
Yo no lo llamaría más. Pero ahí está. Al fin y al cabo, nada hay de malo en
que María y José hubieran sido parientes, y
en el mundo pequeño, cerrado y endogámico que a ambos tocó vivir, nada habría
tenido, tampoco, de particular.
Dicho todo lo cual, no quiero terminar el
artículo sin felicitar a todos los josés, en este día que celebramos al patrón
de la Iglesia, que tal es lo que es, entre otras cosas y también, el padre
putativo de Jesús.
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