"Ventana abierta"
Comentario bíblico
de Fray Miguel de
Burgos Núñez - Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
La Transfiguración: una
experiencia intensa de Dios
Las lecturas de este segundo domingo de
Cuaresma están enmarcadas en unos simbolismos que son propios de unos tiempos
lejanos, donde lo religioso, lo legendario, lo mítico y lo real se dan cita en
la búsqueda constante por el sentido de la vida, por el futuro y por aquellos
aspectos que nos trascienden, que van más allá de lo que cada día sentimos y
vivimos.
Iª Lectura:
Génesis (15,5-18):
Promesa y Alianza a los que se fían de Dios
I.1. En esta lectura de hoy se nos presenta a
Abrahán al que se le da a contar las estrellas del cielo para significar que
todos los que se fíen de Dios serán su pueblo, su familia. Eso es lo que se
quiere representar muy especialmente y ese es el sentido de la “alianza” que
Dios hace con él. La narración es muy del estilo bíblico, recuerda incluso la
revelación de Yahvé en el Éxodo, pero aplicada a Abrahán llamándolo desde su
tierra babilónica. El drama del padre del pueblo lo resuelve Dios prometiéndole
alianza, y en ella, un hijo, porque la alianza no puede perdurar sino de
generación en generación. Es un relato ancestral en algunos aspectos, pero
actualizado con el tema del compromiso de Dios por medio del berit (alianza).
La teología se impone, desde luego, a la narrativa, en todos los aspectos. La
“intriga” del relato se resuelve en promesa; la angustia del padre creyente
encuentra en Dios lo que la vida de cada día no le ofrece: un hijo, un futuro,
un nombre de generación en generación.
I.2. Algunos elementos de esta narración
solamente pueden ser del narrador creyente, el elohista, (aunque los vv. 5-6
sean de la tradición yahvista) que adelanta en Abrahán una experiencia y un
sentido de lo religioso que es muy posterior en Israel. Otro texto de la
alianza con Abrahán lo tenemos en Gn 17 (pero este relato es de la tradición
sacerdotal). Abrahán no podía ser tan definidamente “monoteísta”, pero eso no
quiere decir que el relato no tenga todos los ingredientes religiosos de la
antigüedad para poner de manifiesto que en la vida lo religioso cuenta mucho.
La fe tiene que ver con el ser humano y con el misterio de la vida y de la
descendencia. El hombre no puede darse un futuro por sus propias fuerzas.
Abrahán, desde su religión de dioses o Dios familiar no le queda más que
contemplar las estrellas; es un signo de que Alguien conduce nuestra
existencia. Bajo el símbolo del animal dividido, en rito ancestral, pasa Dios
bajo el símbolo de la brasa encendida.
I.3. Vemos, en nuestra lectura, una iniciativa
exclusivamente divina, es, lo que se ha llamado un compromiso “unilateral” de
Dios; aunque bien es verdad que se cuenta con la confianza (emunah) del padre
del pueblo. La teología de la alianza, como sabemos, es determinante en el
pueblo bíblico, y aunque la alianza más originaria es la del Sinaí, para sellar
la liberación de Egipto, tampoco podía faltar un signo que expresara la alianza
y el compromiso de Dios con el padre de un pueblo de creyentes. Así lo verá muy
acertadamente San Pablo en su carta a los Gálatas (Gal 3) cuando considera que
las promesas que se hicieron a Abrahán se cumplen cuando todos los hombres,
judíos o paganos, puedan formar parte de ese pueblo, sencillamente por la fe en
Dios, como Abrahán.
IIª Lectura:
Filipenses (3,17-4,1):
La Transfiguración de Pablo por la cruz
II.1. Nuestra lectura tiene unas resonancias
bien características: Pablo invita a la comunidad a que sea imitadora de sus
sentimientos, y no seguidora de sus adversarios, que son enemigos de la cruz de
Cristo. Porque es la cruz de Cristo, a pesar de su aparente fracaso, lo único
que nos garantiza una vida verdadera, una vida que va más allá de la muerte, y
que nos hará ciudadanos del cielo. El Dios de la cruz es el único que puede
transformar nuestra historia, nuestros anhelos, nuestros fracasos, nuestra debilidad
en un grito de libertad y de vida más allá de esta historia, porque es el único
Dios que se ha comprometido con la humanidad.
Evangelio:
Lucas (9,28-36):
La Transfiguración desde la oración
III.1. ¿A dónde nos lleva el evangelio de hoy?
Si seguimos el texto en sus inicios: subió al monte a orar. Esto es muy propio
de Lucas y siempre en momentos importantes de la vida de Jesús. No hay nombre
para el monte en ninguno de los evangelistas (cf Mt 17,1-9; Mc 9,2-10). El
evangelista Lucas, a su manera, quiere asomarnos, por un pequeño instante, con
los discípulos, a esa vida que no está limitada por nada ni por nadie. Quien
escucha, hoy, en este domingo de Cuaresma, este pasaje del evangelio quedará
sorprendido, porque no le será fácil entender todo lo que en él acontece. Pero
debemos pensar que Lucas, recogiendo la tradición de Marcos, que es el primer
evangelista que la asumió de otros, sabe que en su comunidad habrá dificultades
para entenderla. De todas formas ha limado un poco su lenguaje y su intención
catequética. La Transfiguración es una escena llena de contenidos simbólicos.
Es como un respiro que Dios le concede a Jesús en su camino hacia Jerusalén,
hacia la pasión y la muerte, con objeto de que alcance a experimentar un
previamente la meta. Solo desde la oración, entiende Lucas, es posible
vislumbrar lo que sucede en el alma de Jesús. Ese coloquio que Jesús mantiene
con los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, representan la Ley y
los Profetas y con ellos se entabla un diálogo en profundidad sobre su
“partida” (éxodo), sobre su futuro, en definitiva, sobre su muerte.
III.2. La Transfiguración, pues, quiere ser una
preparación para la hora tan decisiva que le espera a Jesús. Los discípulos más
conocidos acompañan a Jesús en este momento, como sucederá también en el relato
de Getsemaní, en el momento de la pasión, pero tanto aquí como allí, el
verdadero protagonista es Jesús, porque es él quien afronta las consecuencias
de su vida y del evangelio que ha predicado. No obstante, aquí los discípulos
se ven envueltos en una experiencia profunda, trascendente, que les hace
evadirse de toda realidad. Dos personajes, Moisés y Elías, que subieron cada
uno en su momento al Sinaí para encontrarse con Dios, ahora se hacen testigos
de esta experiencia. La presencia de estos personajes “adorna” la escena, pero
no la llenan. En realidad la escena se llena de contenido con la voz divina que
proclama algo extraordinario. Quien está allí es alguien más importante de
Moisés y Elías, la Ley y los Profetas ¡que ya es decir! En realidad la escena
se configura sencillamente con un “hombre” que ora intensamente a Dios para que
no le falten las fuerzas en su “éxodo”, en su ida a Jerusalén. Todo en un monte
que no tiene nombre y que no hay que buscarlo, aunque la tradición posterior
haya designado el Tabor.
III.3. Todo ha sucedido, según san Lucas,
“mientras oraba”. Esto es especialmente significativo. Estas cosas intensas,
espirituales, transformadoras, no pueden ocurrir más que en la otra dimensión
humana. Es la dimensión en la que se revela que, sin embargo, el Hijo de Dios
está allí. Los discípulos han vivido algo intenso, algo que no se esperaban
(aunque de ellos no se dice que oren y esa es una diferencia digna de tener en
cuenta); pero Jesús, que ha vivido esta experiencia más intensamente que ellos,
sin embargo, sabe que debe bajar del monte misterioso de la Transfiguración
para seguir su camino, para acercarse a los necesitados, para dar de beber a
los sedientos y de comer a los hambrientos la palabra de vida. Su “éxodo” no
puede ser como le hubiera gustado a Pedro, a sus discípulos, que pretenden
quedarse allí instalados. Queda mucho por hacer, y dejar huérfanos a los
hombres que no han subido a las alturas espirituales y misteriosas de la
Transfiguración, sería como abandonar su camino de profeta del Reino de Dios.
Probablemente Jesús vivió e hizo vivir a los suyos experiencias profundas; la
de la transfiguración que se describe aquí puede ser una de ellas, pero siempre
estuvo muy cerca de las realidades más cotidianas. No obstante, ello le valió
para ir vislumbrando, como profeta, que tenía que llegar hasta dar la vida por
el Reino.
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